Por Guido Ramos (@julioarguelles_)
Alfredo Di Stéfano decía que con “equipos como el River Plate del año ’47 para abajo, hay que sacarse el sombrero”. Bueno, el ultimo equipo que presentamos fue el Racing de José. Estamos ya en el crepúsculo de la década del ’60. Década en la que “se jugó mal” o por lo menos eso se suele decir…
Lo cierto es que al final de la década aparecieron varios equipos revolucionarios. Uno fue el Racing ya mencionado. Otro apareció un año después de la primera conquista de José Pizzuti, el Estudiantes de Zubeldía. Un antagonista de Racing.
Un chico que se rebeló
Ese Estudiantes es un caso muy singular en la historia de nuestro fútbol (posiblemente del fútbol mundial también). Antonio Rattín alguna vez dijo “Yo no comparto jamás lo que fue el Estudiantes de La Plata. Que logró todos los títulos, pero no podía jugar contra nadie porque nadie lo quería”. Esta frase es un resumen extraordinario de lo que, para muchos hinchas, incluidos los propios, representa al club. Llegan incluso a jactarse de esta cuestión.
Bilardo en una declaración muy famosa afirmó que “Todos saben que Estudiantes nunca le gustó a nadie, pero con el correr de los años y hablando con la gente reconocen que era un equipo que tenía entereza y que trajo resultados. Que al final, es lo que cuenta. Yo creo que la gente es exitista y solamente vive de los triunfos.”
El equipo del ’67 no se caracterizaba por sus individualidades (en ese sentido se asemejaba al Racing de aquel tiempo) sino que el sacrificio, la dinámica, el ritmo y el planteo táctico a cargo de Osvaldo Zubeldía era lo que marcaba la diferencia. Era un equipo aguerrido, incansable, mordedor, con muchas mañas para completar el objetivo. Ese solo objetivo que era la victoria.

¿Nombres? Podemos encontrar a sus mejores hombres en Raúl Madero, Pachamé y “La Bruja” Verón. Madero era el número 6 y un verdadero crack. Tenía una zurda más que prodigiosa y un manejo que no ha tenido ningún defensor argentino en la historia. Pachamé era un toro en el medio de la cancha con gran temperamento.
Verón era el virtuoso del equipo. Tenía libertad total desde la mitad de la cancha para arriba. Veloz, habilidoso y goleador. Autor de algunos de los goles más impresionantes e importantes de la historia del Pincha como aquella chilena contra Racing desde afuera del área o la tremenda apilada que se mandó ante Palmeiras.
La historia es conocida: campeón Metropolitano 1967, campeones de América en 1968, ’69 y ’70. Y por último (y más importante), CAMPEONES MUNDIALES de 1968 frente al Manchester United de George Best, Dennis Law y Bobby Charlton.
Este Estudiantes fue, además de un gran equipo, una polémica muy grande. Dante Panzeri lo calificó de “previsibles, aburridos y promotores del asesinato del juego”. Lo que pasaba es que varias de esas mañas de las que se valía el equipo, sobre todo Carlos Bilardo, se excedían del reglamento y de la ética.
Cosas como reírse del fallecimiento de un ser querido del rival o hablarle de situaciones íntimas para sacarlo del partido, tirarle tierra en los ojos, pincharlos con alfileres, etc, eran drásticamente criticadas por periodistas, rivales y autoridades. También hay que decir que el hecho de que Estudiantes le hiciera frente a los grandes y salga campeón siendo un “chico”, incomodaba a ciertos personajes…

Matadores, Matado’
La otra gran revolución de la época vino de la mano, sorpresivamente, de un brasileño. Elba de Padua Lima era conocido por todos como “Tim”. Tuvo una larga carrera como jugador y, para cuando llegó a la Argentina, llevaba ya 15 años como director técnico. El club elegido fue San Lorenzo.
El Ciclón venía de dar a luz a una gran camada de jugadores jóvenes. Así se formó el equipo que se dio a conocer como “Los Matadores”, campeón metropolitano invicto en 1968. Este sí era un equipo que sumaba, a todas las condiciones que tiene que reunir un cuadro desde una mirada holística, una gran capacidad individual. Como los equipos de antes.

En el fondo tenían un tucumano, Rafael Albrecht, potencia física, temperamento e inteligencia. En el medio estaba Victorio Cocco, una figura gravitante, dotado técnicamente y de gran cabezazo. Pero los buenos-buenos eran los de arriba: Pedro Gonzalez, un wing rápido, habilidoso y del centro bien tirado, no mandaba “ollazos”; “Toscano” Rendo, petiso, habilidoso y gran conductor; “El Lobo” Fischer con su potencia y capacidad goleadora; y el “Toti” Veglio, dotado técnicamente pero que no dudaba en ir a la “guerra” allá abajo.
La premisa era clara: si la de Racing era “Todos al ataque” y la de Estudiantes era “Todos al sacrificio”, la de San Lorenzo era “Todos a JUGAR”. Eso fue lo que predicó el brasileño Tim. Y fue vital para salir del barro en el que se había quedado la carreta del fútbol argentino después del desastre de Suecia, cuando se dijo equivocadamente que la época del fútbol lírico había terminado. ¿O acaso Brasil salió bicampeón mundial jugando ese “fútbol negativo”?
Este artículo pertenece a la serie de notas #LosNuestros, que se publicará durante los siguientes martes en la web de La Pelota Siempre Al 10.