La vida después de la muerte

¿Por qué recordamos más a algunos jugadores que a otros? ¿Puede reducirse la grandeza a títulos y números fríos?

Por Natanael GFM (@gerafutebol)

La inmortalidad es una de las discusiones más antiguas de la humanidad. Entre todas las ideas de inmortalidad que ha pensado el hombre a lo largo de su historia, la que me parece más plausible es la de eternizarse a través del trabajo realizado en vida. 

Esta es una idea ampliamente explorada a lo largo de la historia, en la filosofía, en el arte, en los medios de comunicación y en muchos ámbitos diferentes de la sociedad. El objetivo de pasar a la historia, simbólicamente no ser olvidado y “vivir para siempre” por haber sido muy notable en lo que se hizo.

– ¿Cuál es su mayor ambición?
– Convertirme en inmortal, para entonces morir.
Sin Aliento (1960), de Jean-Luc Godard

Hoy en día, la discusión sobre qué deportista es “más grande» cobra cada vez más protagonismo en los programas, en los círculos de conversación y, especialmente, en las redes sociales e internet. Una discusión que suele ir acompañada de argumentos basados ​​en lo matemáticamente medible. Títulos, goles y los infames “picos de rendimiento”. 

Por supuesto, la separación de los términos “mejor” y “más grande” nace en sí misma de una idea que quiere separar forma del contenido para discutir la marca que ese individuo dejó. No importa cómo, sino cuánto entregó

Así el deporte no se vuelve más mecánico y reproducible sólo en el campo, sino también en la forma en que busca moldear la percepción que el público tiene de él. Los jóvenes aprenden a menudo que la eficiencia, la obediencia táctica, la productividad estadística, la regularidad (en el sentido de no poder nunca cometer errores o pasar malos momentos), etc., son las cosas más importantes. Es la expresión dando paso a la uniformidad.

Lo que hace que el jugador sea un genio, para mí, es precisamente el hecho de que es una fuerza mayor de lo que podemos entender en términos banales. No importa cómo se arma el equipo, todo el diseño hecho de antemano, la preparación para el error cero ante el fenómeno, si en el partido es simplemente imposible detener a Messi de manera humana.

El defensor mira fijamente la figura y no puede entenderla, es como si estuviera lidiando con una fuerza de la naturaleza. Impredecible, imparable, sediento de victoria. Por supuesto, Messi marcó más de 800 goles, fue campeón de todo lo posible. Pero creo que los números por sí solos son lo que menos asociamos con Messi. Es un jugador que marcó con su forma. 

Sabemos que Messi era mejor que todos los que enfrentó porque vimos lo absurdamente dominante que era en todos los aspectos, no sólo porque producía mucho, sino porque nadie más podía hacerlo. 

Cristiano, un personaje que siempre se ha vendido como alguien obsesionado por producir y ganar pase lo que pase, nunca podría ser mejor jugador que el fenómeno argentino. Incluso con cifras similares o superiores en muchos momentos. 

Al mismo tiempo, a pesar de toda la imagen idealizada del atleta perfecto que él mismo ayudó a construir, todavía lo recordaremos alterando completamente el curso de los partidos porque simplemente pensaba: “Estoy aquí”. Decidiendo partidos una, otra y otra vez. 

Los goles infinitos no importarían si el robot no fuera el tipo de amenaza que frustra a un rival como Filipe Luis incluso después de hacer buenos partidos. Por el simple hecho de que se negó a perder. Los peinados, la personalidad de “chico malo”, la rebelión contra el conservadurismo británico dentro y fuera del campo durante su etapa en el Manchester United en los años 2000 construyeron un mito eterno.

“Lo difícil, lo extraordinario, no es marcar mil goles, como Pelé, sino marcar un gol como Pelé”

Carlos Drummond de Andrade

¿Cuál fue la razón por la que Pelé fue la fuerza que elevó el fútbol brasileño y mundial a un nivel del que nunca saldrá como fenómeno cultural, sus más de 1000 goles y tres Mundiales o el hecho de que la gente no podía creer lo que estaba viendo? 

La camiseta “10” pasó a ser de la estrella de cada equipo, la palabra Pelé se volvió sinónimo de excepcionalidad y cuando se fue de este plano, el mundo se detuvo a llorar. Aunque no disponemos de todos sus registros fílmicos, aunque tras él han pasado incontables generaciones de jugadores, aunque su vida no estuvo exenta de polémicas, ya no es posible desmitificar la leyenda. 

Porque todos los que pudieron presenciarlo nunca olvidaron lo que vieron, y enseñaron a todos los que vinieron después sobre esa divinidad brasileña que apareció en la cancha. La corona ya no saldrá de la cabeza del Rey no por los 1.000 goles, sino por la mezcla de sentimientos irreemplazables e inconmensurables que fue Pelé.

Esa es la inmortalidad del futbolista, no hay mayor trofeo que ser eterno. Maradona, Cruyff, Ronaldo Fenômeno, Zico, todos terminaron su carrera “debiendo” algún trofeo, algún número, “más años en su pico de rendimiento”. Aún así, no son olvidados ni disminuyensu grandeza. Al final inevitablemente los inmortalizaremos más que a algún jugador que pudo haber logrado más, pero sin esos componentes especiales que ellos sí tuvieron.

No es diferente para la actualidad. Por mucho que quieran creer lo contrario, ni siquiera aquellos que supuestamente tienen una visión completamente centrada en el objetivismo recordarán más a Salah, Muller, Bale, Di María, De Bruyne que a Neymar. 

Haaland, con todos sus goles, no es capaz de producir en el espectador lo que sentimos con Mbappé en aquella final contra Argentina. Y por mucho que luchen todo el tiempo contra la apreciación de la estética y el hecho de ver fútbol por el placer de ver a muchachos que saben manejar el balón mejor que nadie, la gente recordará a Paul Pogba y Mesut Özil independientemente de que sus carreras no hayan sido lo que muchos esperaban.

El caso es que lo que crea este sentimiento distinto, lo que hace que un chico haga el “Siuu”, se corte el pelo de cierta manera o se enamore de la camiseta número 10, tiene mucho más que ver con esta identificación creada a partir del sentimiento que con quedar impresionado por el fenómeno estadístico que es determinado jugador. Por mucho que se quiera reducir al individuo a lo que produce, nuestra memoria todavía tiende a valorar más lo que fue, lo que transmitió. Y al final, eso es ser mejor jugador.


Este artículo salió originalmente publicado en portugués: https://opontofuturo.com/vida-apos-a-morte/

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