Por Guido Ramos (@julioarguelles_)
Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau jugaron juntos 18 partidos con la camiseta de River. 1 en 1942, 6 en 1943, 6 en 1944 y 5 en 1946. Se da esta curiosa paradoja en la que la formación más renombrada fue la que menos jugó.
Pero lo realmente paradójico es que en los años que más partidos jugaron no salieron campeones, sino que salieron segundos. El equipo más importante de la historia del fútbol argentino no salió campeón cuando jugó con sus mejores hombres. Y no perdieron de cualquier forma y contra cualquier rival. Fue contra Boca ¡Boca! ¡y qué Boca! Ese fue el Boca más ‘Boca’ de todos.
Un equipo serio que doblegó a La Máquina con los goles del famoso Severino Varela. Esos eran hombres de piedra que dejaron para siempre una identidad azul y oro: contundencia, garra, bravura. Era una Máquina ‘a la boquense’ que respondió como ningún otro equipo lo que la hinchada pedía.
A diferencia del equipo de River, ¡Boca no tenía técnico! Cuando se reunían a preparar los partidos, el central derecho hablaba de la defensa, el eje medio hablaba de la organización de la mitad de la cancha y el nueve hablaba del ataque, la ‘camarilla’ organizaba el equipo. Alfredo Garassini era el que salía a la cancha con el buzo de entrenador, pero “Garassa” nada tenía que ver con la táctica de ese equipo, era más bien un animador.
El gran mérito de este equipo fue ganar uno de los campeonatos más competitivos de la historia de nuestro fútbol, al tal punto que el 4°, Huracán, terminó a tan solo seis puntos del 14°, Banfield. El campeonato de 1943 tuvo una definición apasionante, cabeza a cabeza, entre La Máquina de River y Boca definiéndose en la última fecha.
La temporada siguiente tuvo menos suspenso en su desarrollo. Boca no cedió terreno en ningún momento y desde el superclásico de la fecha 20 River nunca pudo acortar la distancia. El cuadro azul y oro tuvo la delantera más goleadora con 82 goles (14 más que River) y la valla menos batida.
El equipo tuvo un 11 titular inamovible que quedaría en la memoria de todo el pueblo boquense. Para darse una idea, en 1983 una encuesta para elegir el equipo histórico de Boca puesto por puesto terminó con siete integrantes del equipo del 43/44 como titulares y otros dos como inmediatos suplentes.
Boca, desde que Oscar Tarrío había pasado como técnico, ya empleaba la defensa en M. En el arco un antepasado del estilo de Fillol, Claudio Vacca, el hombre que nunca estaba vencido. Quizás el mejor arquero del momento. Un HOMBRE del arco, al igual que Sebastián Gualco.
Sobre él la línea de 3. Carlos Sosa (acaso el mejor 4 de la historia del club) marcaba al wing izquierdo, pero “Lucho” era más que eso, era el defensor más técnicamente dotado de todo el país y su mayor aporte lo hacía en el ataque con sus tiros de media distancia y sus precisos centros. Marcando al delantero centro estaba “Perico” Marante, toda una figura en la historia de Boca: 259 partidos en 15 años de campaña. Alto, fuerte y recio para la marca. Típico central boquense de la estirpe de los Schiavi o Bermúdez. Tirado a su izquierda Víctor Valussi era otro gran valor, un rubio que pegaba con mucha fe.
La línea media estaba conformada por Ernesto Lazzatti y Natalio Pescia. De Lazzatti podemos acordar que era el mejor cinco de ese primer lustro del ’40, para discutirlo con Perucca. Típico ‘centrojás’ argentino: alto, elegante y de buen pie.
En cambio, Pescia era el encargado de correr lo que Lazzatti y Sosa no corrían. Fue el Leoncito de la hinchada por ese trabajo incansable, ese despliegue, esa entrega. Pescia era un petiso, casi completamente pelado a sus cortos 21 años, quizás no muy estético con la pelota en los pies (para ser buenos y no decir que era malo) y que iba con sus medias bajas de acá para allá. Así se mantuvo en la primera de Boca y en la Selección argentina durante 15 años.
Dos wines en el ataque: Boyé y Mariano Sánchez. El primero era un grandote que se adueñó de los gritos de gol de la hinchada xeneize por casi 10 años. Alto, fuerte, con un ‘shot’ potentísimo en su pierna derecha y que saltaba a cabecear como el mejor. Mariano Sánchez es quizá el menos conocido del equipo, pero fue un gran complemento para el ala izquierda con sus veloces cortadas o sus centros a rastrón.
Luego, lo que entonces se llamaba ‘terceto central’, el 8, el 9 y el 10. Boca hacía uso de lo que se dio a conocer como ‘diagonal ofensiva’ que consistía en bajar bastante al número 8 y un poco menos al 9 para que el espacio lo aproveche el inside izquierdo (esta misma táctica la usaba River con Moreno, Pedernera y Labruna, Racing con Méndez, Bravo y Simes o San Lorenzo con Farro, Pontoni y Martino).
El número 8 era Pio Corcuera, un excelente peón, un luchador y encima goleador (hizo 97 tantos en Boca). El falso 9 era Piraña Sarlanga, un exquisito del fútbol. Se definió como “un esqueleto gordo”, pesaba poco más de 60 kilos midiendo 1,80. Pero la figura del equipo (no me refiero al mejor jugador) era Severino Varela.
El Gallego había llegado con 30 años y con una larga carrera en Uruguay y en la selección charrúa, era el máximo goleador del sudamericano cuando llegó al club. Era un petisito que jugaba con boina e iba adelante como loco. Medio ‘lagunero’, de esos que no aparecen por un rato, pero después se roban el mérito de todo el partido. Era un buen gambeteador, tenía buen tiro, cabezazo y mucha viveza.
Había un secreto en su boina; le había confeccionado un refuerzo de cuero puesto de tal forma que la pelota salía disparada casi sin esfuerzo. El 26 de septiembre de 1943 alrededor de 80.000 personas fueron testigo del poder secreto de aquella boina con la que Severino, en unos pocos minutos (solo los que necesitaba) terminó con la hegemonía de River que todos suponían duraría hasta el final de la década. Quedaría grabado en la eternidad por el relato radial de Fioravanti: “¡Tira Sosa! Saltan varios jugadores y entre ellos, como un fantasma ¡Varela surge aplicando uno de sus cabezazos a la pelota!”
Este artículo pertenece a la serie de notas #LosNuestros, que se publicará durante los siguientes martes en la web de La Pelota Siempre Al 10.
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