Del espacio-tiempo a las ideas: El ataque funcional

El orden de las cosas cambia cuando se cruza el río Danubio: el objetivo es el mismo, pero dependiendo del lado del río el camino puede ser diferente. Séptima parte de esta serie de notas.

Por Clarissa Barcala (@clarissabarcala)

Traducción de Emiliano Rossenblum (@emirossen)

“El fútbol es un juego y se debe jugar con libertad”

Jürgen Klopp

El ataque funcional no es más que el concepto de relacionismo aplicado de manera concreta en un partido de fútbol. Si el relacionismo dice que un equipo sólo controlará los espacios del campo si primero tiene un control total sobre el tiempo de los jugadores, esto significa que cada jugador debe tener control tanto sobre su percepción individual del juego como sobre las acciones que se originan a partir de esta percepción. 

Cada jugador es un individuo único que tiene percepciones, intuiciones e interpretaciones únicas y, en consecuencia, actúa de una manera única. Ejecutar esto en el campo es lo que llamamos una función: si el espacio que ocupa un jugador es su posición, cuando llega el momento de actuar y pone en práctica sus percepciones, interpretaciones e intuiciones, transformándolas en acciones concretas, ejerce su función. 

Moverse junto a la pelota

Parece un pleonasmo decir que un equipo se mueve en función del esférico. Al fin y al cabo, todos los movimientos de un equipo, ya sea para atacar o para defenderse, están guiados por su posición. La diferencia respecto de un equipo posicional es que el ataque funcional va más allá de moverse según los movimientos de la pelota, se organiza en torno a ella y sus movimientos. 

Dado que el objetivo del ataque funcional es organizar el equipo en función de las relaciones que los jugadores establecen entre sí, es muy común -aunque no obligatorio- que los equipos que practican el ataque funcional se deshagan de la mayoría de las nociones de posición y dominio de espacios y agrupen a los jugadores alrededor de la pelota, ya que no es interesante para el ataque funcional que un jugador se mantenga alejado de donde están los demás. 

Tener jugadores más cerca unos de otros, como hemos visto antes, crea líneas de pase más cortas y, por tanto, ofrece a los jugadores posibilidades de interacción más progresivas, facilita el desarrollo de un juego de imposición técnica y favorece el talento individual.

También crea una poderosa ventaja numérica alrededor de la pelota. Para potenciar esto, cuando ésta va a alguna parte del campo -sea izquierda, derecha o centro- un equipo que practica ataque funcional agrupa a sus jugadores en esa parte para que estén cerca unos de otros. 

Si eso ocurre es muy común ver a los jugadores del lado contrario realizando un movimiento diagonal para acercarse al área de la pelota y servir tanto como opción de pase corto como de ayuda defensiva cuando el equipo la pierde. A esto lo llamamos diagonal defensiva.

El Real Madrid de Ancelotti abrazaba estas ideas. En esta captura hay 9 jugadores del lado izquierdo, y 7 de ellos realmente cercanos entre sí.
Fluminense con Fernando Diniz como DT es el exponente más radical de estas ideas actualmente.
El Bayern Múnich tuvo un tramo en la temporada 2022/23 donde tomó muchísimos conceptos funcionales.

Generar el caos

Cuando se juega con este estilo la posesión tiene un aire de inquietud: incluso los ataques funcionales más lentos tienen secuencias alucinantes. Los jugadores se mueven constantemente, van hacia la pelota, reciben un pase y la pasan mientras se mueven para recibirla en otro lugar. 

Si el Juego de Posición busca ocupar los espacios y trabajar la pelota desde ellos, el ataque funcional busca vaciar los espacios para “sobrecargar” otros. Esto crea un aire de imprevisibilidad dentro del ataque; no hay forma de mecanizar las jugadas. 

Si el equipo está organizado por los jugadores y el colectivo se forma a partir de las individualidades, crear mecanismos predefinidos, determinar cómo se manejará la pelota, cómo llegará a los jugadores y cómo se moverán los jugadores se convierte en una tarea exponencialmente más difícil. 

Los ataques funcionales tienden a ser más impredecibles, menos sujetos a control externo y más adecuados para escenarios caóticos. Con cada nueva obra puede surgir algo nunca antes visto, ya que las obras se desarrollan a partir de las percepciones, intuiciones y acciones individuales de cada jugador.

Los pases del Real Madrid expresan cómo sus futbolistas sienten el juego. Créditos: @paride_pasta.

El rol del director técnico

La tarea de un entrenador pasa por lograr coordinación entre los movimientos de los jugadores y trabajar esos movimientos para que el encaje entre ellos sea más natural. Sobre esto, Klopp dice que “cuando llega un nuevo jugador, no le doy ninguna información. Aprendamos sobre él, qué hace naturalmente, qué queremos ajustar, qué queremos dejar con él y qué queremos que deje de hacer”.

Ancelotti describe su metodología de entrenamiento como “tareas individuales”. Él, al igual que Klopp, primero busca identificar cómo un jugador se mueve naturalmente y luego le asigna una tarea individual que corresponde a esos movimientos.

“Las tareas individuales están estrechamente ligadas a las características físicas de los jugadores. Al asignar tareas individuales, no sólo se tienen en cuenta las características y el rol del jugador específico, sino también las particularidades técnicas y físicas del socio más cercano. El entrenador ve el conjunto, combina cualidades individuales y construye el equipo”, explica Carletto. 

Desarrollar una identidad táctica funcional lleva tiempo y requiere un método de entrenamiento muy específico que permita al entrenador comprender las cualidades individuales de sus jugadores en un primer momento y sincronizar estas cualidades para formar el equipo en un segundo momento. Aún así, el entrenador relacionista siempre debe acostumbrarse a la idea de que el caos será parte de los partidos en un momento u otro.

Ese enfoque no siempre funciona: cuando Ancelotti llegó al Bayern, los jugadores estaban acostumbrados al enfoque más rígido y metódico de Guardiola en el JDP. Se quejaban de sesiones de entrenamiento «largas y no especificadas» que Ancelotti utilizaba para explorar los movimientos de los jugadores y asignarles pequeñas tareas individuales, sin imponer primero un sistema. 

Movimientos largos, paredes, toco y me voy

Si bien organizarse alrededor de la pelota y juntar jugadores alrededor de ella es un principio único del ataque funcional, no es lo que define si un equipo es funcional o no. Ni siquiera creo que sea un factor determinante. 

Reunir a los jugadores alrededor de la pelota es, sin duda, una forma muy eficaz de potenciar las interacciones entre jugadores, pero hay que mirar más allá de estos enfoques y entender el principio que hay detrás de ellos: organizar el equipo en función de funciones y hacer que el equipo avance desde los jugadores. 

Los jugadores del Fluminense buscan desdoblar para atacar espacios vacíos y luego volver a vaciarlos.

Esto implica que hagan movimientos largos que rompan con la idea de posiciones, ya que en el ataque funcional el jugador se desplaza hacia la zona de la pelota abandonando su posición original. Al acercarse al balón, llega el momento de interactuar. 

Movimientos largos, siempre en relación a la localización de la pelota.

Después de pasarla, el jugador se mueve para atacar un espacio que está vacío y disponible para recibirla de vuelta. Es la lógica del “toco y me voy”: si Cruyff quiere que sus atacantes corran 15 metros, la ofensiva funcional quiere más que sus atacantes crucen el campo haciendo movimientos de hasta 50 metros.

Paso y me muevo en la Brasil de 1982.
Di Stéfano siempre interpretaba cuál era el mejor espacio vacío para atacar. Puskas define.

Funcional all’italiana

Tomemos como ejemplo el Nápoli de Luciano Spalletti. No era un equipo que buscaba agrupar jugadores alrededor de la pelota, todo lo contrario. Iniciaba las jugadas con un 4-3-3 bien definido, con todos los jugadores en posiciones predefinidas. Sin embargo, cuando el equipo la tenía su lógica de movimiento estaba mucho más interesada en crear relaciones de movilidad entre jugadores que en dominar los espacios del campo. 

Incluso con los jugadores más espaciados, sus posiciones iniciales no dictan cómo se comportan y todo el equipo se mueve en espacios largos. Es muy común ver, en el Napoli, un extremo cruzar el campo para interactuar, un jugador pasar e inmediatamente moverse para recibir más adelante, cosas que rompen con la lógica de un juego posicional. 

Es un ataque funcional, aunque no en su forma más ortodoxa: “Ya no hay sistemas en el fútbol. Se trata de los espacios que deja el rival. Hay que ser rápido para notarlos y saber el momento adecuado para atacarlos”, dice Luciano Spalletti.

Kvaratskhelia rompiendo la noción de posiciones.
Otro ejemplo, en este caso con Lozano y Zambo Anguissa. Cambian de altura y carril constantemente.

Este artículo es la séptima parte de la serie titulada «Del espacio-tiempo a las ideas». Podés consultar el resto de ella en los links de abajo.

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