Del espacio-tiempo a las ideas: La tradición sudamericana

El orden de las cosas cambia cuando se cruza el río Danubio: el objetivo es el mismo, pero dependiendo del lado del río el camino puede ser diferente. Sexta parte de esta serie de notas.

Por Clarissa Barcala (@clarissabarcala)

Traducción de Emiliano Rossenblum (@emirossen)

“Nuestro fútbol mulato […] es expresión de nuestra formación social, […] rebelde a los excesos del orden interno y externo; uniformidad excesiva, geometrización, estandarización; a totalitarismos que hacen desaparecer la variación individual o la espontaneidad personal”

Gilberto Freyre

No se puede sobrestimar la importancia del fútbol callejero en la formación cultural de este deporte en Sudamérica: a medida que las clases populares entraron en contacto con el deporte, se aficionaron a él en la misma medida que rechazaron el enfoque que le dieron las élites responsables de llevarlo hasta allí.

La facilidad para jugarlo fue sin duda uno de los principales factores que lo hicieron tan popular. Solo se necesitaba una pelota (o algo que rodara al patearlo) y algo para marcar los arcos, nada más. 

El fútbol rápidamente se convirtió en un deporte de calle y creció al mismo nivel que el tango en Argentina y Uruguay y la samba en Brasil. Estos países comenzaron a mezclar su propia cultura en la forma de jugar al fútbol: el mestizaje, la resistencia a las rígidas normas europeas, la flexibilidad, la plasticidad artística tan valorada en la música y la danza, todo esto encarnaba el deporte que se practicaba en América del Sur. 

Respecto a esto, József Bózsik afirma que “El fútbol es parte integral de la vida material, afectiva y simbólica de las personas. El juego brasileño fue forjado por las características del pueblo brasileño”.

Un cambio de paradigma

“Como el tango, el fútbol creció desde los suburbios. Una manera propia de jugar al fútbol iba abriéndose paso, mientras una manera propia de bailar se afirmaba en los patios milongueros. Y en los pies de los primeros virtuosos criollos, nació el toque: la pelota tocada como si fuera guitarra, fuente de música.”

Eduardo Galeano

Los pueblos con historias violentas de esclavitud y colonización aprendieron rápidamente a resistir el orden externo impuesto por los colonizadores a quienes sólo les preocupaba imponer su propia cultura a los demás; aprendieron a confiar en sí mismos, a dar más valor al individuo y a flexibilizar el orden. 

Así, el fútbol en estos países nació del desorden que reinaba en el juego callejero: no había posiciones determinadas, reglas rígidas ni valoración de la objetividad, sino habilidades individuales, creatividad disruptiva, libertad de movimiento y valoración de la técnica, de la belleza subjetiva.

La apreciación de la técnica se había convertido en una base muy importante. Y al dominar la técnica individual, comenzaron a trabajarla mejor mediante la táctica. Francisco Varallo, insider derecho de Argentina en la primera final de un Mundial, dijo que «los equipos sudamericanos manejaban mejor la pelota y tenían una perspectiva más táctica». 

Mientras Inglaterra pensó en la táctica como una forma de dominar los espacios en el campo, Sudamérica la trabajó con el objetivo de dominar los tiempos de los jugadores. Convertir un conjunto de 11 individuos en un equipo también podía implicar conectar talentos, sincronizar jugadores y perfeccionar la técnica. La táctica era un método para enriquecer al individuo, porque al enriquecer al individuo, el colectivo también se enriquecería.

La convergencia con el Danubio

Es muy común encontrar discursos que afirman que el Juego Danubiano proporcionó la base táctica para el fútbol sudamericano, principalmente por una gira del equipo húngaro Ferencváros en Argentina en 1922 y los pasos por Brasil de los húngaros Dori Kürschner y Béla Guttmann. Sin embargo, para cuando eso ocurrió el estilo propio de estos países ya estaba muy arraigado.

Los países del Danubio y América del Sur estuvieron expuestos a problemas similares y los resolvieron de manera similar. A pesar de que los motivos eran bastante diferentes, ambos rechazaron el estilo excesivamente físico y rígido de Inglaterra.

El Juego Danubiano valoraba más el pase y el sudamericano las jugadas individuales, pero respetando las diferencias culturales la base ideológica de ambos era razonablemente similar. 

Aún así el paso de los húngaros por Sudamérica ciertamente hizo mucho bien. La WM (un esquema que se asemeja al actual 3–2–5) ya existía en Sudamérica, pero solo desde Dori Kürschner se asentó. Sus equipos la practicaban a la húngara, con mayor flexibilidad de posiciones, pases cortos, acercamientos y asimetrías.

La WM clásica.

La Diagonal

Flávio Costa fue dirigido por Dori Kürschner en el Flamengo, luego se convirtió en su ayudante y acabó siendo su sucesor. Fue él quien retrasó hacia la derecha a un mediocampista defensivo para soltar un poco al otro. El insider derecho también retrocedió, mientras que el izquierdo avanzó para convertirse en el clásico ponta de lança (parecido a un segundo punta). 

Así el cuadrado central de la WM se tornaría algo más parecido a un paralelogramo, creando una especie de diagonal desde izquierda a derecha. El equipo se organizaba en torno a los movimientos naturales de los jugadores: la táctica como forma de organizar el equipo en función de los talentos individuales. 

El esquema de Flávio era asimétrico y no seguía la lógica de líneas, pues buscaba escalonar a los jugadores en diferentes alturas, creando “escaleras” para el avance del equipo y una diagonal para que la pelota pasara de un lado a otro del campo.

La Diagonal de Flávio Costa.

A lo largo de las décadas de 1940 y 1950, el primer centrocampista retrasado por Flávio Costa se metería aún más atrás hasta convertirse en un cuarto defensor y el segundo punta se convertiría efectivamente en más delantero. Poco a poco se convirtió en un 4–2–4.

Así se formó el 4-2-4 brasilero.

Diferentes caminos hacia el mismo destino

Hungría también había desarrollado su 4–2–4, pero a partir de mecanismos diferentes. La diferencia es que fueron los dos centrocampistas ofensivos de la WM quienes se convertirían en atacantes y el delantero central retrocedía tanto que ya no era un falso 9, como Sindelar en el Wunderteam austriaco, sino más bien un mediocampista.

El proceso húngaro para desembocar en el 4-2-4.

La Escuela Danubiana y el fútbol sudamericano estaban destinados a un matrimonio perfecto. Poco a poco ambos fueron fusionándose y, a partir de las ideas relacionales que los sustentaban, rompiendo con la lógica posicional inglesa. Había florecido el ataque funcional.


Este artículo es la sexta parte de la serie titulada «Del espacio-tiempo a las ideas». Podés consultar el resto de ella en los links de abajo.

  1. Introducción
  2. La visión posicional
  3. Fútbol Total
  4. Juego de Posición
  5. La visión funcional
  6. La tradición sudamericana
  7. El ataque funcional
  8. Homogeneidad y fordismo

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