Por Lucas Sócrates (@socratesatanzio)
Renato Gaúcho, Hagi, Borghi, Littbarski… algo muy peculiar rodea el significado de estos jugadores. Todo lo que tocaban o hacían parecía surgir de la nada, elevando la tierra y cobrando vida sin esfuerzo. Algo salvaje. Algo que nos recuerda a los genios de Maradona y Garrincha.
Lo que todos ellos tienen en común es la evidencia de la «flor». Todo lo que acaba de nacer, es decir, aún prematuro, se nos presenta como algo delicado, frágil, a punto de manifestarse. Sin embargo, como antítesis casi natural, es plausible que precisamente algo tan delicado esté lleno de vida y, por tanto, fuerte.
Un brote es así, y estos jugadores son como brotes, listos para estallar y convertirse en flores en segundos: una metamorfosis particular y original. Al igual que en la lucha por la vida, la novedad es lo que sustenta la agresividad del entorno y, por tanto, es algo crudo y transgresor, como la piel de gallina, los escalofríos o la carne viva.
Cuando algo nace, el mundo se eriza. Siente con ternura el tacto joven e irreverente; en la cancha ocurre lo mismo. La juventud y el poder de estos “nuevos” jugadores es lo que determina nuevos órdenes en cada pequeño ciclo natural. El elemento “libertad” persiste como aquello capaz de asegurar estos “ganglios” en el “sistema nervioso” del fútbol.
Una facultad mental
Entendamos a Pedri como una “facultad mental”. Para Pedri, la cosa en sí existe según su forma de verla. Si hay algo interno en el canario es que su criterio funciona como el de sus antepasados. Hay algo aún más interesante en esta relación de Pedri y sus antecedentes: el medioambiente.
El medioambiente es un fuerte elemento formativo de la persona, define características que van desde las morfológicas hasta (a mi modo de ver) la principal, la cosmovisión. Todos los jugadores mencionados, digamos, comparten un universo ficticio similar. Estas son culturas que se cruzan. La forma en que sienten el mundo y lo absorben tiene la misma frecuencia.
Brasil, Argentina, Danubio. Las particularidades geológicas se parecen, o como dice Euclides, al menos “engañan” para que así las percibamos. Lo mismo con los paisajes. Y estamos hablando de un niño que creció en la cuna del Mediterráneo. Es mágico e innovador, salvaje.
Recuerdo muy bien la primera vez que me percaté de su existencia. Era un Barcelona vs. Juventus. Messi y un niño anónimo (¡un niño!) sumaron una cantidad de pases inverosímil. De Messi podía esperarlo, lo escucho y veo todos los días.
Pero ese chico tenía algo especial, latente en su naturaleza, que no había visto, como dije, desde el viejo fútbol de los encantadores años 80. Lo único que faltaba era que el césped estuviera alto. Se deslizó por el campo. Esa es la palabra, “deslizarse». Era la novedad, disruptivo como algo vivo.

¿Pedri sigue “vivo”?
Todos los cataclismos que durante mucho tiempo envolvieron a la figura de Pedri fueron reprimidos de un día para otro. Llegaron miles de pensamientos distorsionados. “No marca goles”, “Debería pasarla más”, “Debería tenerla menos”.
Eso plantea una duda interesante: ¿dónde queda el jugador? Podría decirse que anclado en el proceso original de mecanización del fútbol –parte del proceso original de industrialización y/o homogeneización de la vida.
La impersonalidad, que Heidegger cita al construir sus críticas a la modernidad, pasa precisamente por este individuo común que, esclavo de los procesos (técnica e instrumentalización) de la globalización, se ve a sí mismo como una silueta en el mundo, sin “existencia alguna”.
En su argumentación, Heidegger se preocupa por la pérdida de identidad del hombre que, robado por la vida “especializada”, pasa su vida sin siquiera cuestionarse (romper, crear) una auténtica inquietud que escape a la banalidad. El fútbol, como un hecho de toda esta producción, enfrenta la misma cuestión moral. En el “fútbol moderno”, nivelado por la exigencia, se valora la eficiencia más que el ser –actitud individual–.
Homogeneización
Si el fútbol no tiene presencia – que exactamente para Heidegger es la esencia de la existencia, el “estar allí” – podemos decir que no tiene jugador, sino un individuo común, neutral, lógicamente, dispuesto a la alienación filosófica (de la máquina).
Este proceso, que marca uno de los mayores puntos de inflexión en la forma de concebir el juego, es visible en Pedri. Que pasa de ser un chico rebelde a lo que ellos quieren que sea. Los titulares son los siguientes: “El comité técnico del Barcelona exige a Pedri que marque más goles”.
Se suponía que era una burla, pero es la verdad de un fútbol cada vez más desanimado y distante. Los límites de lo absurdo se han quebrado. Y más allá de eso, estamos hablando de un grave problema sobre la propia existencia humana.
