Por Guido Ramos (@julioarguelles_)
Cierto día, cerca del año ‘60, un auténtico sabio del futbol fue interrogado acerca de Amadeo Raúl Carrizo. El sabio sin vacilar sentenció: “Es tan grande Amadeo que a Sebastián Gualco lo dejó en la noche de la historia.” Aquel sabio era Aníbal Troilo, el popular Pichuco. Gualco conformaba, junto con El Tarzán Fernando Bello y El Pez Volador José Yustrich la trilogía de grandes arqueros de la década del 30.
Es admirable la facilidad que tuvo Troilo para sintetizar la gran hazaña de Amadeo en una frase tan certera y tajante como aquella. Las palabras impactan a quien las oye, pero se asimilan con una sencillez impropia de las verdades. Él materializó en una frase todo un sentimiento compartido, y dentro de eso llama la atención un concepto al que Pichuco bautiza con clásica poética tanguera como La Noche de la Historia.
Me gustaría detenerme en ese imponente nombre que condensa una amplia gama de sentimientos, emociones, sucesos y fenómenos. Pero, ¿qué es exactamente? No lo sabemos con precisión, pero sí la podemos experimentar.
Ser pasado
La Noche de la Historia es la causante de que “lo de antes” sea justamente de antes. Es difícil describirla, pero por ponerlo en términos literarios digamos que es lo que le quita color a la imagen del personaje, despojándolo de sentimiento y emoción propia. Es un lugar muy extraño en el cual se encuentran muchas figuras del ayer que quedaron inmovilizadas en el bronce. El pueblo no los ha borrado de su memoria, La Noche no es olvido, pero sí atenta contra la imagen viva de quienes supieron ser ídolos.
Dice mi viejo que toda charla futbolera de sobremesa con gente mayor en la década del 80 terminaba con el mismo recitado de memoria: Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. Eso es la noche de la historia. Seguían siendo recordados (hasta el día de hoy incluso) pero a los oídos de los pibes que se arrimaban a la mesa, esos jugadores no se movían. El quinteto ya no jugaba en la memoria de las nuevas generaciones.

Esta Noche de la que hablo suena algo triste, pero hay un consuelo. Existe una forma de acceder a la noche e incluso se pueden recuperar, con un gran esfuerzo de por medio, a muchas de las figuras que yacen en este viejo arcón. Le doy el nombre de Túnel del recuerdo.
Rescatar al hombre del archivo
Es un agujero que se puede abrir a través de la memoria y según el diámetro se pueden hacer varias cosas: si el túnel es muy pequeño quizás podamos asomar un ojo para observar desde lejos algunos detalles, si es más grande será posible que emerjan de él las figuras que queremos convocar.
Suelo citar mucho a Juvenal, uno de los grandes periodistas deportivos argentinos del Siglo XX, por su calidad en la escritura, por su entendimiento del juego y, principalmente, por una característica muy singular que tenía y que lo mantenía joven aún en la vejez: su capacidad para rememorar sin dejarse llevar por la nostalgia.
Cuando leo una nota de él referida a algún futbolista que ya está en la Noche, siento que con su pluma va desgarrando este velo que nos separa y trae desde lo hondo de la noche al crack para ponerlo a jugar en mi habitación. De este modo llego a entender, a empatizar con él y a apreciarlo con una gran claridad. Gracias a Juvenal yo pude “ver” a Moreno, Erico, Sastre, Pedernera, Pontoni, Walter Gómez y muchos otros.
Persistir en el recuerdo
¿Por qué sucede que estas figuras que brillaron con tanta fuerza, tarde o temprano cayeron en la noche? Y fundamentalmente, ¿se puede evitar esta caída? Para eso primero habría que estipular si estar en la noche es “caer”. No me parece un fracaso sino un pasaje más, en este caso el ultimo, de la vida natural de un ídolo.
Siguiendo con la pregunta, uno se podría apresurar y decir que todo es culpa del tiempo, pero hay figuras que no están en la noche habiendo fallecido hace ya tiempo. Enrique Santos Discépolo está tan vigente hoy como en el ’40; sobre mi pared está colgado un retrato de Diego Armando Maradona, con tanta emoción en la mirada como en la mejor de sus tardes de México; un sinfín de escritores, artistas plásticos, cineastas y arquitectos que siguen siendo modernos, siguen teniendo luz y vida años e incluso décadas después de su deceso.
Entonces no puede ser el tiempo, aunque este contribuya poco a poco, empujando. Pero ¿qué han hecho los recién citados para evadir la Noche? Hay varios puntos que ayudan a los personajes a mantenerse frescos en la boca de la multitud como temas recurrentes de conversación.
Nostalgia
El archivo es importante. Uno puede volver a vivir, a través del video, México 1986 por ejemplo, así como los artistas dejan su obra como imborrable legado. Otro factor es el genio y, sobretodo, la innovación, de aquellos a los que se identifica como “adelantados a su época”.
Por eso no queda claro si La Noche es un paso inexorable para el ídolo. Puede presumirse que en 50 años se seguirán vendiendo camisetas de Maradona, que en 70 años Messi seguirá siendo admirado. Salvando las distancias, la tumba de Ludwig van Beethoven sigue recibiendo flores a casi 200 años de su fallecimiento.

Se suele decir que tal futbolista se encuentra “jugando el eterno partido” para referirse a quienes no están más. Esta afirmación en algún punto puede ser cierta pero no lo es para quienes se encuentran en la noche de la historia, ellos ya no juegan. A lo sumo pueden asistir a dar el puntapié inicial a modo de homenaje…
Por eso el otro día hablando con mi papá (que ve fútbol conscientemente desde el año ’78) se me ocurrió hacerle una pregunta que intentaba medir el valor de la memoria.
-Pa’, para vos el futbol que viviste, ¿es el fútbol de antes?
-No, todavía no…