Minimalismo

¿Por qué el fútbol tiende a uniformizarse? ¿Cuáles son los focos de resistencia ante el sobreanálisis?

Por Fabio Martín Olivé (@fmartinolive)

Vivimos en una era caracterizada por el minimalismo, donde se tiende a simplificar todo al máximo. Esto conlleva a una mayor concisión y sobriedad, lo que facilita la comprensión para personas en cualquier parte del mundo, ya sea en Montevideo, Rotterdam, Seattle o Kyoto.

Sin embargo, este enfoque puede llevar a la pérdida de la riqueza de colores, sonidos, acentos, dialectos y formas que son representativos de diversas culturas y personalidades. A menudo se favorece un estándar neutro y desapasionado en lugar de abrazar la diversidad cultural y emocional que cada región aporta.

Esta tendencia de reducir al mínimo cualquier rasgo distintivo se observa en la arquitectura, la gastronomía, la música o el deporte. McDonalds vende la misma hamburguesa con papas en todo el mundo, sin condimentos distintos; si reproducís una playlist con los artistas latinos más escuchados no podrás distinguir de que país son, puesto que no utilizan ningún acento, tonalidad o modismo que los caracterice.

La Juventus hizo un “rebranding” donde eliminó de su escudo al toro que representaba a la ciudad de Turín por una estilizada jota sin arraigo. Todo está pensado para ser exportado. En este contexto, la cineasta argentina Lucrecia Martel explicó que “La cultura no es un adorno, no es el turismo, es lo que hace que nos dé gusto estar todos juntos, que tengamos de qué hablar, que nos construyamos simbólicamente, es muy importante”. La cultura no puede empaquetarse para venderla en un freeshop.

Más bien, florece de nuestras raíces y se convierte en un reflejo de nuestras experiencias y entorno. Los Bad Boys de los Detroit Pistons, por ejemplo, son un testimonio de una ciudad corroida por el desempleo, el racismo y la violencia en sus calles. Joy Division, con su sonido frío y oscuro, encapsula el ambiente industrial de Manchester a finales de los años 70.

La presencia de imágenes de Maradona desde murales de La Matanza hasta en películas de Abbas Kiarostami se debe a que representa a aquellos desamparados del mundo que se alzan contra las adversidades.

Ricardo Gareca advirtió en varias oportunidades sobre cómo el fútbol sudamericano iba perdiendo su esencia: la gambeta. Los futbolistas hoy son materia prima con las cuales muchas personas ganan dinero y por eso se hacen con el mismo molde. Me refiero a jugadores que destacan por su capacidad en la recepción de la pelota, su habilidad en el pase, su dinamismo y su obediencia táctica.

Estos futbolistas con estadísticas destacadas están listos para ser transferidos a ligas en Italia, Inglaterra, México o Arabia Saudita. Están listos para encajar en cualquier parte y, si no lo hacen, pueden comprar miles cómo él en la ferretería más cercana. En cambio, escasean aquellos que no se hacen a gran escala, sino artesanalmente.

Bryan Zaragoza, delantero del Granada, es uno de esos jugadores que destacan por su estilo único y artesanal en el fútbol. Tras el partido contra el Barcelona, expresó su firme declaración de principios: “Al final, yo juego para esto. Yo juego para el regate, no juego para correr detrás de la pelota, ni para otra cosa. Yo soy desde pequeño de barrio, he jugado toda mi vida en el barrio y al final juego para esto”. El estilo de Bryan está lleno de detalles, y su juego refleja su identidad y sus raíces. Se puede ver cómo y dónde se crió con tan sólo un control.

Antes de fichar por Betis, otro que rompe moldes cómo Isco mostró su carta de presentación: “Quien me fiche se va a encontrar con un Isco trabajador y con muchas ganas de jugar, de hacer goles, tirar caños y divertirse”. Pocas de las cualidades que describió se encuentran en las “analytics”. Es imposible cuantificar la diversión y la belleza. Es por eso que se rechaza. Un caño “debe ser productivo”, si no no sirve. Como si de completar una planilla de excel se tratase, todo se maneja con lógica empresarial. Cuando el arte no debe ser productivo, debe ser emocionante.

El axioma “menos es más” no debe aplicarse a la cultura. Quitar detalles es quitar identidades y ese camino es peligroso, más en tiempos convulsionados cómo los que vivimos. Que haya colores, voces, sonidos, caños, tacos, goles. La cultura es un reflejo de la vida real, una expresión auténtica de nuestras experiencias y nuestras luchas, y no puede ser reducida a un simple producto comercial.

Foto: Twitter (@ferminius)

Este texto fue publicado originalmente en https://fmartinolive.medium.com/minimalismo-c90cdcf1bf9f.

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