Por Rocío Gorozo (@RGorozo)
Iniciando un 2025 marcado por los torneos locales, la Copa Libertadores, la Sudamericana y el Mundial de Clubes, el mercado de pases del fútbol argentino viene cargado de bombazos, sorpresas y expectativas.
Campeones del mundo y de América regresando al “club de sus amores” (Montiel, Martínez Quarta, ¿Paredes?), salidas no exentas de polémicas, propuestas cruzadas y el “diablo de las SAD” Foster Gillett metiendo la cola, por más que Juan Sebastián Verón trate de poner paños fríos al asunto. Pero, sobre todo, con la entrada en escena de leyendas extranjeras vigentes que darán qué hablar.
El arribo del español Iker Muniain había sido inesperado: su salida del Bilbao tras más de una década, su deseo de emprender nuevos caminos, sus halagos hacia la hinchada argentina y del Millonario desembocaron en su conversión a referente de (para sorpresa de todos) San Lorenzo, del que ya se siente un “enamorado”.
Cabe recordar que en diciembre, luego de la derrota ante Tigre por la mínima y en su propio estadio, obligó al resto del equipo del Ciclón a permanecer juntos en la cancha mientras eran abucheados e insultados por su gente, en el cierre de un 2024 para el olvido. Un acto que no pasó desapercibido, demostrativo de un liderazgo responsable, empático, comprometido.
Los consejos y experiencias de Muniain fueron parte de los motivos que empujaron a que su otrora compañero y amigo, el mediocampista vasco Ander Herrera, decidiera vestir la camiseta de Boca Juniors. Sus primeros minutos contra Argentino de Monte Maíz, sus declaraciones respecto a su vínculo y apreciación de los demás miembros del plantel, la cautela frente a los rivales, su fanatismo por el club (igualándolo con el Manchester United, el Real Madrid y el Bayern Munich) y su entendimiento de la idiosincrasia de nuestro fútbol, lo perfilan para ser una figura fundamental que ya despierta suspiros e ilusiones entre los xeneizes.
Y, para recordarnos que hay vida más allá de Buenos Aires y de los “cinco grandes”, Newell’s Old Boys pateó el tablero con la incorporación de Keylor Navas, un histórico de la Selección de Costa Rica, tricampeón de la Champions League y considerado uno de los mejores arqueros en lo que va del siglo, cuyo último paso había sido por el París Saint Germain.
Bajo el lema “Dios-familia-fútbol”, con humildad, hambre de competir y aún sin haber debutado, recibió la ovación de los leprosos, apenas lo vieron como espectador dentro del Coloso del Parque en Rosario, durante el partido contra Independiente Rivadavia.
Cuando el año pasado, en vísperas de una nueva fecha de Eliminatorias hacia el Mundial 2026, le consultaron a Scaloni sobre la primera de estas llegadas (que parecía ser la única en aquel momento), expresó: “Ojalá le vaya bien para que pueda abrir puertas para otros chicos que quieran venir. Me parece bárbaro, no sólo que nosotros vayamos para allá, sino que vengan ellos para acá”.
Pase lo que pase, los fichajes mencionados son caudillos, jugadores de vasta trayectoria que, además de representar un salto de calidad y prestigio para los clubes frente al resto del mundo, demuestran que los sueños y desafíos valen más que los billetes, que la “comodidad y seguridad” de la vida en Europa es un mito o excusa; de esta manera, se han ganado de antemano el apoyo, admiración y respeto de los hinchas y aficionados.
La pasión argentina mueve montañas, océanos y continentes, permitiendo que así como exportamos futbolistas, también podamos atraerlos a que jueguen (o vuelvan a jugar) y se instalen en nuestras tierras.
