Por Mariano Tosca (@marianotosca6)
La culpa fue del que me preguntó quién había hecho el gol. Hasta ese momento estaba saliendo todo bien, el plan iba a la perfección. No era la primera vez que lo hacía. Tampoco voy a decir que soy un experto, pero uno aprende, va teniendo seguridad en cada movimiento, cada palabra que dice, la forma de interactuar con los demás. La actuación es la clave; para pasar desapercibido también es imprescindible dominar las artes dramáticas.
No solo es no hacer nada, porque algunas cosas hay que mostrar para perpetuar el engaño. Es importante la ropa por ejemplo. Los colores del equipo hay que llevarlos, pero la remera o el gorrito o la campera tiene que tener signos de uso. No puede estar impecable, tiene que haber alguna rotura, un poco zurcida, que se no note que esa ropa o accesorio lo venimos usando hace tiempo.
Los anteojos negros solo si hay sol, o reflejo, pero llevarlo a un partido de noche o un dia muy nublado sería sospechoso. No hablar mucho, pero tampoco estar completamente callado. Hablar mucho conlleva el riesgo de meter la pata, y no hablar nada también.
Entonces para eso hay que saber un poco, en la semana estudiar nombres, posiciones, goleadores o posibles cambios. Después observar el partido con total naturalidad. Gritar los goles, los “uuuuuuuhhh”, putear un poco al referí; lo de siempre. Cara de sufrimiento y todo tiene que salir bien.
El partido ya se terminaba, un cero a cero de esos que no se mueven ni aunque dure tres semanas. No parecía que se jugara algo tan importante como quedar primero faltando solo una fecha para que termine el campeonato.
Hasta que en la última jugada pasó la catástrofe. Un pelotazo como tantos, que justo le quedó en la cabeza al nueve de ellos. Apenas movió el parietal para clavarla al ángulo. La tristeza y la decepción es mucho más grave cuando no se puede mostrar, y mucho peor cuando en vez de eso hay que aparentar alegría.
Ya lo había tenido que hacer en otros partidos. La actuación debía ser magistral, porque era el clímax, en las películas es el momento crucial, el mas importante, cuando el que está mirando no puede ni moverse y el actor debe hacer el mayor esfuerzo para lograr una escena inolvidable.
Entonces yo tenía que hacer la mia; gritar ese gol con todo, porque era la última jugada, porque significaba la punta del campeonato. Si había emoción mucho mejor, total las lágrimas de alegría o de tristeza son iguales.
Y si ahora estoy con cuatro costillas rotas y en la cama de este hospital no es por haber actuado mal. La escena la hice a la perfección, como la venía haciendo siempre desde que el público visitante no puede concurrir a ver a su equipo y hay que camuflarse para verlo con todos los contarios en su estadio.
Hay que gritar sus goles, poner cara de tristes por los nuestros y no dejar que nos traicione el instinto, como me pasó a mí cuando el que estaba al lado me preguntó quién había hecho el gol. Sin tiempo para pensar, con las lágrimas que simulaban ser de alegría todavía recorriendo mi cara, contesté:
–Lo hizo Vidal. Siempre nos caga ese hijo de puta.

Muy bueno el cuento Mariano.