Por Martín Guzmán Vela (@martinguzmantf)
Allá por septiembre del 2020 en medio de épocas pandémicas, Gustavo Alfaro llegaba a Ecuador para hacerse cargo de la Selección de Ecuador tras un fallido intento de que Jordi Cruyff, el hijo del mítico Johan, intente recomponer todo lo descompuesto que estaba el seleccionado nacional en ese tiempo.
Muchas polémicas y pesimismo rodeaban a la selección antes de Gustavo Alfaro, quien venía de dirigir a Boca Juniors. El que Cruyff no haya dirigido ni un solo partido y haya impuesto ciertas condiciones que denotaban poco compromiso era algo que molestaba y no prendía expectativas positivas, más allá del resonante apellido.
Desde el primer día, Alfaro buscó e intentó un recambio en la selección. Aprovechando el destacado trabajo en inferiores con Jorge Célico e Independiente del Valle y revisar qué hay regado en el extranjero, encontró jugadores que prácticamente hace tres años eran desconocidos para el público en general. El planteamiento era empezar un proceso a muy largo plazo, en donde Qatar 2022 no estaba necesariamente entre los objetivos, sino que con claridad el proyecto apuntaba a la Copa del Mundo 2026.
Unas Eliminatorias duras, maravillosas, emocionantes, con altos y bajos, pero con un nivel elevado y resaltar el trabajo hecho por un equipo con muchos jóvenes y algunos experimentados, creando una mezcla entre ímpetu y conocimiento.
La experiencia en Qatar
Llegó el Mundial, el primer partido ante el local, venciéndolo y haciendo historia. Nunca antes nadie había ganado al equipo anfitrión en el encuentro inaugural y menos todavía de esa forma: jugando bien y superándolo tranquilamente.
El segundo cotejo, contra un histórico de los mundiales, una camiseta muy pesada e intensa en su color naranja, pero la tricolor jugando de igual a igual, demostrando que está en capacidad de ser incómodo a cualquiera, tal como con Brasil y Argentina en el cierre de Eliminatorias. Louis van Gaal afirmó que los ecuatorianos merecieron ganar.
Puntos altos, como los laterales, en Estupiñán y Preciado. Solidez en los centrales, con Hincapié y Torres. Equilibrio en el mediocampo con Méndez y Caicedo. Y un Enner Valencia que se consolidó como goleador histórico ecuatoriano, guardándose los goles para la cita planetaria.
Jugarse todo en el tercer partido con el campeón africano. Los octavos a la vista. Siempre supimos que Senegal iba a ser complicado a pesar de no contar con Sadio Mané y que en un partido de este calibre aparecen los nervios, las ganas de asegurar lo necesario, pero a veces eso pasa factura. Este es un Mundial bastante parejo y que se ha venido definiendo en pequeños detalles. Ayer no fue la excepción, la pelota parada hizo lo suyo a favor de Senegal.
Sin embargo, no hay nada que reprocharle a este equipo. Hace tres años no se tenían mayores expectativas con la selección, nadie daba un centavo. Ecuador quedó fuera de Qatar y la ilusión se convirtió en tristeza, pero queda la satisfacción de saber que estos chicos, dirigidos por Alfaro, nos dieron muchísimo más de lo que se podía esperar. A su vez, en realidad este proceso recién empieza, La Tri es la selección más joven de Sudamérica y, si nada trunca este camino, el techo todavía es lejano.
