Por Rocío Gorozo (@RGorozo)
18 de diciembre de 2022. Una fecha que, si bien no está en el calendario oficial, en el imaginario nacional se ha convertido en un aniversario que cada uno tiene presente y se debe festejar.
Después de más de tres décadas, la Selección Argentina, dirigida por un “joven inexperto” acribillado por la prensa, constituida por una camada de históricos jugadores como así de caras nuevas que darían de qué hablar y capitaneada por un Diez resplandeciente a sus 35 años, después de consagrarse en el Maracaná y en Wembley, nos dió la tercera estrella, la tercera Copa del Mundo, en una de las finales más épicas (si no la mejor), de los últimos tiempos.
Durante el Mundial de Qatar y días después, la alegría albiceleste estallaba en aquel suelo asiático, en varios puntos del planeta y especialmente en nuestro territorio, de las maneras más curiosas y creativas. Nuestra locura fue digna de análisis.
Las calles argentinas eran un caldero de cánticos, banderazos, lágrimas y abrazos. Quienes estaban en los balcones arrojaban agua para refrescar a los que estaban debajo; desconocidos alzaban a niños pequeños para que fueran protagonistas de la fiesta y nos mirábamos con sonrisas amplias que no cabían en los rostros.
No importaba la clase social, edad ni ideología. Éramos “todos para uno y uno para todos”, unidos por un mismo sentir, por una camiseta del mismo color, bajo la luz del sol de un día de verano.
Increíblemente, han pasado dos años. Podemos seguir enumerando los logros individuales y grupales de los integrantes de la Scaloneta, sin ignorar el legado que siguen dejando, tanto en grandes como en chicos. Se volvieron estandartes del trabajo en equipo y la importancia de lo colectivo, de no olvidarse de sus raíces, de la solidaridad, del respeto al rival, de la sensibilidad, la resiliencia y la perseverancia. Ganaron un lugar privilegiado en nuestros corazones y nuestras pieles.
Además, la casaca “10” de Messi no está más sola en los percheros, sino que la acompañan la “11” del ya retirado Ángel Di María, la “24” de Enzo, la “9” de Julián, la “23” de Dibu, la “13” de Cuti Romero, las correspondientes a sus respectivos clubes y algunas retro, en especial aquellas que mantienen vivo el recuerdo y debut de los dos más grandes futbolistas que nacieron en nuestro suelo.
Tampoco se quedaron afuera las que valoran a algunos miembros del cuerpo técnico (debo confesar que mi primera compra del 2023 fue la “18” que usó Scaloni, cuando jugó en la Sub-20, durante Malasia ‘97).
Sin embargo, hoy las calles (materiales y virtuales) están siendo recorridas por la desazón, el individualismo y la represión, legitimadas por un gobierno que llegó con la esperanza de parte de la sociedad en sus manos, pero enarbolando discursos y políticas de odio y destrucción de derechos, conquistas y bases de la cultura argentina.
En este escenario, no es casualidad que se busque desmerecer a Maradona (aliado de las luchas populares), demonizar a Riquelme por sus traspiés en la presidencia de Boca, antagonizar con la AFA y apropiarse de nuestros actuales ídolos (a partir de declaraciones o “no declaraciones” de algunos de ellos), como si la Selección no fuera de todos los argentinos y argentinas por igual.
¿Cuál es la finalidad? Propiciar e instalar la privatización de los clubes, a costa de su rol histórico y social. Pero también les digo que no es casual que el primer lugar donde Javier Milei fue insultado haya sido en La Bombonera. Recuerden, tal como lo escribió Eduardo Galeano, que “en el fútbol, ritual sublimación de la guerra, once hombres de pantalón corto son la espada del barrio, de la ciudad o la nación”.
A lo largo de estos dos años, y más aún en tiempos turbulentos como los que estamos viviendo, es inevitable ver videos y fotos de Qatar sin que se ericen pieles, sin lagrimear, sin que los corazones latan con fervor.
Parafraseando a Sandro, aquellos fueron los días más felices que pudimos vivir, y lo supimos; el fútbol, con sus virtudes y defectos, para bien o para mal, nos regala un mundo de sensaciones y de vibraciones. Mientras siga siendo así, existe la ilusión de volver a abrazarnos y acompañarnos, como en aquel diciembre de 2022.