Por Gabriel Guimaraes (@Conceptosdejue1)
«La táctica es el juego y el jugador tiene que conocer el juego y conocer el juego significa conocer esas preguntas y sus respuestas en cada momento»
Juan Manuel Lillo
La táctica es parte del juego, al igual que los jugadores. Son ellos quienes resuelven. Parte de esa resolución nace del pensar y del saber. Vale aclarar que, al ser un juego/deporte cargado de complejidad, no podemos reducirlo a la simple acción de «patear la pelota».
Eso lleva a que en la resolución de una acción estén involucrados el tiempo y espacio (relativos) que el jugador tendrá para ejecutarla. Sumado a la gestión de sus recursos de acuerdo a las necesidades de la jugada, respaldado de su técnica e interpretación del juego.
Nos sumergimos en una constante realización de acciones, tanto con pelota como sin ella. Reforzando el legado de Lillo, su gran alumno Pep Guardiola explica que «La táctica no es combinar números, es saber qué hacer en cada momento».
No solamente es saber hacer, es saber saber. «El preguntar es la devolución del pensar», como decía Heidegger. La cuenta es clara: preguntas que generen pensamientos, pensamientos que lleven a la acción.
Pero la acción requiere decisión. Otro proceso humano para enfrentar la incertidumbre, una dificultad que forma parte de la cotidianeidad. Tomar decisiones debe ser de lo más difícil en la vida, y si lo es en la vida, también lo será en el fútbol. Y no porque lo diga yo, ya lo decía Marcelo Bielsa: «Crear lo pueden hacer pocos, correr está al alcance de todos».
Es un debate interesante, aclarando las cualidades específicas de cada jugador e interponiéndose un poco en la famosa búsqueda de que todos puedan hacer todo, el jugador total. Que todos jueguen a y no solamente jueguen de.
Menotti reforzaba: «Reconocer el esfuerzo de los que llevaron por las escaleras el piano a Mozart hasta el tercer piso donde vivía. Pero pensar también que cuántos más Mozart existen, más linda sería la vida y el fútbol». Sin querer o queriendo, estamos hablando de la importancia de las partes en la táctica: esfuerzo, pensamiento, decisión, creatividad, movimiento…
Cada jugador destacará en alguna más que en otra. ¿Podrán tocar el piano de Mozart los que lo subieron por las escaleras? Seguramente, y no tengo dudas de su capacidad. Pero de algo estoy seguro: nunca podrán tocar cómo él. ¿Podrá Mozart subir su piano por las escaleras? Seguramente, y no tengo dudas de su capacidad. Pero de algo estoy seguro: no podría subirlo solo.
¿Existirá el jugador táctico? ¿Existirá el jugador automatizado? ¿Habrá un futbolista total? Son preguntas que, justamente, nos ayudan a pensar y a replantearnos la forma de entender a qué va ésto. La táctica nace desde el juego/jugadores y para el juego/jugadores, desde las necesidades que tiene el futbolista para jugar. Empieza y termina en el juego.
Ahora bien. Los automatismos son utilizados en los entrenamientos para que luego se vean reflejados en la competencia y se busca generarlos para optimizar tiempo (más en el alto rendimiento, porque cotiza en bolsa por el gran bagaje de partidos disputados por temporada), coordinar una determinada línea o bloque respecto a una situación predeterminada y «facilitar» supuestas respuestas con anterioridad (sin restringir el pensar del jugador), entre otras cosas.
Para que exista un automatismo debe existir un patrón, lo que Vitor Frade describe como «dinámica racional que, al acontecer repetidamente, revela una intención común: con o sin bola, próximo o distante de ella, todos piensan en función de la misma cosa y al mismo tiempo». El automatismo entendido como pelos radiculares, no cómo raíz principal ni mucho menos. Simplemente, una parte del todo.
La táctica no se reduce a una acción o movimiento, y el automatismo justamente es una acción o movimiento. Serán complementarios, cómo los que subieron el piano para que Mozart pueda tocarlo. Pero no son lo mismo. El que crea que la táctica limita no comprende la táctica. Y tampoco el «automatismo»…