Manifiesto Madridista-Trotskista: Instituciones y relaciones

Una reflexión sobre las causas que llevan a algunos a pensar que la mecanización del fútbol es el camino a seguir. Primera parte.

Por Clarissa Barcala (@clarissabarcala)

Traducción de Emiliano Rossenblum (@emirossen)

Un espectro recorre Europa: el espectro del relacionismo. Todas las potencias de la vieja Europa se unen en una santa persecución de este espectro: la FIFA y la UEFA, Guardiola y Mourinho, los radicales holandeses y la policía catalana. 

De este hecho se pueden concluir dos cosas: que el relacionismo ya es reconocido por todas las potencias europeas como una potencia más y que es hora de que los relacionistas expongan abiertamente su modo de ver, sus objetivos, sus tendencias. Para eso es preciso expresar la leyenda del espectro del relacionismo con un Manifiesto de estilo propio.

La política como institución

Existe una noción general de que la política se reduce a las instituciones políticas y que toda participación política debe tener lugar dentro de estas instituciones y por parte de los miembros de estas instituciones. Es un discurso muy cómodo para esa parte de la población que dice que no le interesa la política y cuya participación política se limita a votar cada 2 años; el resto, déjenlo en manos de los políticos, la política es su trabajo, no el mío.

Sin embargo, es un discurso aún más cómodo para quienes detentan el poder y quieren mantener a la población alienada, desinteresada en las decisiones políticas, manteniendo así un status quo y bloqueando cambios relevantes que beneficien al pueblo.

Es una idea muy weberiana de burocracia: los políticos deciden, los burócratas la aplican y el pueblo la acepta. Si el pueblo no está satisfecho con las decisiones tomadas, que esperen hasta las próximas elecciones para votar por nuevos representantes, y estos nuevos representantes pensarán en política de manera diferente. Este discurso instrumentaliza la democracia representativa y la utiliza para tercerizar la política, manteniéndola siempre alejada de la mayoría de los habitantes. 

No importa si una determinada población (negra, femenina, LGBT, judía, indígena, etc.), con sus siglos de experiencia, experiencia y bagaje cultural tiene un conocimiento infinitamente mayor sobre sus propias necesidades; las políticas encaminadas a ello siempre serán decididas por políticos educados, ricos en diplomas, que normalmente no se desvían mucho del perfil de un hombre blanco, heterosexual, cis y rico y que, en consecuencia, buscarán servir a los intereses de hombres blancos, heterosexuales, cis y ricos.

La táctica como institución

Un proceso similar ocurre en el fútbol. Durante las últimas décadas la idea de que la táctica es algo externo a los jugadores se ha repetido y reforzado en innumerables ocasiones. Ella concierne al entrenador y a su cuerpo técnico, que encerrados en una habitación aislada discuten lo que cada jugador debe hacer en el campo para contribuir lo máximo posible al sistema elegido. Solo entonces, el entrenador y su comisión acuden al vestuario y transmiten todo lo decidido previamente.

En este escenario depende del jugador bajar la cabeza y obedecer. Su talento sólo sirve para servir al sistema del entrenador y, por tanto, debe moldear su juego para adaptarse a lo que el técnico quiere. 

Así como el pueblo es tratado como estúpido e inculto cuando se manifiesta contra las decisiones tomadas por políticos trajeados, el jugador es tratado como indolente y desobediente cuando no sigue exactamente lo que dice el entrenador. “El entrenador sabe lo que es mejor para él” dicen los que respaldan ese discurso.

Y, al igual que en política, eso puede verse como una forma de mantener el status quo y buscar el poder. Hay una clase específica de entrenadores (que está creciendo a un ritmo alarmante) que quieren tener control sobre todo. De los espacios en el campo, sí, pero también de las acciones de los jugadores dentro y fuera del campo. 

Estos entrenadores quieren que el juego sea suyo, que el mérito de la victoria sea suyo y que la responsabilidad de la derrota sea la desobediencia de sus jugadores. El buen jugador ya no es el más disruptivo, inventivo e impredecible (pues imprevisibilidad e inventiva normalmente significan desobediencia al orden externo), sino el obediente, trabajador y dedicado.

La política como relación

El discurso diametralmente opuesto es el que dice que la política es algo que se construye en la relación entre las personas. Una persona por sí sola no es política, pero sí lo son las relaciones que establece con los demás. Weber, a pesar de teorizar sobre la burocracia clásica que mantiene a la gente alejada de la política, define la política como relaciones que participan y/o influyen en la lucha por el poder. 

La esencia de la vida en sociedad, según esta definición, es política, y el proceso de apolitizar a una persona le niega la condición de ser social. Excluir a la población de la vida política va más allá de simplemente excluirla de las decisiones políticas: significa negar la existencia de la población en la vida de la sociedad.

Es importante recalcar que luchar por el poder no necesariamente es luchar por tener algún tipo de influencia o control sobre las acciones de los demás, también es luchar por el control de uno mismo. 

La simple existencia de una mujer, una persona negra, una persona trans, puede no establecer relaciones aparentes de poder con nadie, pero cuando se mira más profundamente, uno se da cuenta de que estas personas, con solo existir, desafían el status quo de una sociedad patriarcal, racista y LGBTfóbica que quiere sistematizar la opresión de estas poblaciones. 

En muchos casos, el simple hecho de existir ya establece relaciones que desafían el orden del poder e influyen en la lucha por él, ya que tales existencias buscan el poder para tener control sobre sí mismas. La política es poder existir, poder vivir según los propios ideales y luchar por ese derecho. Parte de lo singular, pero no existe sin lo colectivo.

Tácticas como relación

El mismo razonamiento ocurre en el fútbol. Cuando el deporte floreció en América del Sur la táctica comenzó a verse no como una manera de imponer la visión de un entrenador a los jugadores, sino como una manera de construir, establecer, gestionar y pulir las relaciones que los jugadores establecen entre sí: la síntesis del relacionismo. 

Al perfeccionar la técnica individual de un jugador, extrayendo la versión más pura y original de su talento (es decir, partiendo del individuo), ese jugador puede ejercer su autoridad y establecer relaciones con otros jugadores en el campo, quienes también ejercen su autoridad respectiva. La táctica concierne a lo colectivo, pero parte de lo individual.

Es algo que se establece en las relaciones entre jugadores. Las singularidades de cada jugador determinan qué relaciones se establecerán; esto le da a cada jugador poder, tanto sobre sí mismo como sobre las acciones del otro. 

El papel del entrenador aquí no es aislarse con su cuerpo técnico y decidir la táctica, sino reunirse con los jugadores, crear una relación cercana y establecer un diálogo con ellos para comprender las necesidades y particularidades de cada uno. A partir de ahí, organiza las relaciones entre ellos para sacar el máximo partido a los jugadores. 

El entrenador organiza y ordena al equipo, pero no según sus convicciones sino según lo que los jugadores necesitan. Su papel es mejorar a los jugadores, aprovechar sus talentos y, partiendo de lo individual, potenciar lo colectivo.


Este artículo es la primera parte del «Manifiesto Madridista-Trotskista». Podés consultar las otras dos en los links de abajo.

  1. Instituciones y relaciones
  2. Democracia y burocracia
  3. Un club como símbolo

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