Por Rocío Gorozo (@RGorozo)
«Por último, hoy es el Día Internacional del Zurdo. Saludar a Lionel Messi, Ángel Di María, Emanuel Ginóbili, Sergio ‘Maravilla’ Martínez y a Guillermo Vilas. También a grandes músicos argentinos como Gustavo Cerati o Charly García. Grandes zurdos que en estos casos sí aportaron a la grandeza de la Argentina».
– ¡Maradona!
– ¿Quién?
– ¡Maradona!
– ¿Quién?
– ¡Maradona!
– Ah sí, era zurdo.«
Así cerró la conferencia de prensa del martes pasado Manuel Adorni, vocero del presidente Javier Milei. Es sabido -además de que lo han demostrado explícitamente-, el desprecio que les despierta la figura de Diego Armando Maradona.
No tardaron en llegar los mensajes de repudio a tales declaraciones: Desde ex-jugadores como Héctor «el Negro» Enrique, Juan Sebastián Verón y Osvaldo Ardiles, pasando por Fernando Signorini (ex preparador físico de la Selección Argentina), hasta los hijos del Diez, al igual que su nieto Benjamín Agüero. Incluso las cuentas oficiales de los clubes Nápoli y Gimnasia y Esgrima La Plata aparecieron para homenajearlo.
Más allá de todo aquello, no deja de sorprender y de conmover la reacción de los hombres y mujeres comunes, que no tendrán una cámara o micrófono que los capte, pero que sí cuentan con sus redes sociales.
Facebook, Instagram y Twitter se inundaron de publicaciones en defensa de Maradona, reposteando y trayendo a colación canciones, murales, banderas, anécdotas y relatos de personalidades de la música, del deporte, del periodismo y de ex-combatientes de Malvinas, que reivindican lo que fue, lo que es y lo que seguirá significando para la Argentina (y para el resto del mundo). Algo que excede a su hazaña en 1986, de la revancha simbólica contra los ingleses.
Diego no era sólo un futbolista. Para empezar, nunca se desligó de ese pibe, hijo de «Don Diego” y “Doña Tota”, que nació y creció en una casa muy humilde de Villa Fiorito. Era el que exigía que les aumentasen el sueldo a los fisioterapeutas, utileros, cancheros y cocineros de la AFA. Era el que en 1992, se sumó a una marcha de los jubilados contra las medidas de Carlos Menem. Era ese que en 1995, se llegó a Totoras (Santa Fe), para participar en un torneo a beneficio de Hernán Fonseca, un arquero que había quedado en silla de ruedas. También apoyaba la causa de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Alentó siempre a Las Leonas, siendo emblemática su aparición en la semifinal de los JJOO del año 2008 y su contención a las chicas luego de que perdieran el partido. Respaldó la carrera futbolística de muchísimos futbolistas. Hinchó por Juan Martín Del Potro en la Copa Davis 2016, viajando a Croacia para estar en la histórica final. Momentos como esos hay de sobra, porque donde flameaba la bandera albiceleste, él daba su «presente».
Es inevitable pensar en «qué pasaría si siguiera acá». Hay quienes lo soñábamos en Qatar entregando la Copa del Mundo a la Pulga, abrazando al Fideo y pidiéndole disculpas a Scaloni por no depositarle su confianza cuando asumió como director técnico. Muchos lamentan que la vida no nos haya permitido ser testigos de un encuentro de potencias con Emiliano «el Dibu» Martínez, a puras risas, gestos pícaros y bailes.
Seguramente su voto en las elecciones de Boca hubiera sido para “el Último 10” (a pesar del distanciamiento que existió entre ambos), y hubiera sido el primero en defender a Enzo Fernández de las críticas francesas, tras los festejos de la Copa América.
Ni dudamos en que le hubiera saltado a la yugular a Gonzalo Peillat, ese jugador de hockey masculino que le gritó el gol de Alemania en la cara a sus ex-compañeros de Los Leones, en los Juegos Olímpicos de este año.
Hoy también lo imaginamos inventándole apodos ocurrentes a unos cuantos (por ejemplo, al propio Adorni), como así alzando su voz por los jubilados, los estudiantes, los trabajadores, los derechos humanos y los clubes de barrio, porque Maradona era (es) sinónimo de pueblo, de la «argentinidad al palo», en su máxima expresión.
Amado por muchos y odiado por algunos, que lo cuestionan por su vida personal y sus posicionamientos ideológico-partidarios; con virtudes y defectos (pues, al fin y al cabo, era humano), sigue consolidándose como héroe, ídolo y símbolo patrio. Una vez leí que con su fallecimiento nos quedamos huérfanos e, inmediatamente, recuerdo que no sabía qué hacer para calmar el llanto desconsolado y desgarrador de mi padre, a sus 52 años, aquel fatídico 25 de noviembre de 2020.
Es común que los gobiernos se empeñen en construir una «historia oficial», destacando a ciertas figuras, ninguneando otras. No sería la primera ni la única vez que esto ocurre; sin embargo, la gente no ignora a quien la hizo feliz y la verdadera muerte es el olvido. Tal como lo expresó Juan Román Riquelme, «tener poder es que te quieran mucho«. Es por eso que, más aún en un mundo injusto y diseñado para los diestros, la zurda intrépida, irreverente y sagrada de Maradona será inmortal, por los siglos de los siglos.
