Por Leo Timossi (@leotimossi)
“Llegará un día, aunque nunca llegue, en que llamaremos a las cosas por su nombre…”. Cuando el recordado Alorsa iniciaba el recitado desde un escenario improvisado con pallets de madera -con el espíritu de su Tolosa natal, lejos del calibre de su genio- todo el mundo se quedaba en silencio.
Aquel poema, en el que el autor versaba sobre los billetes y nuestros héroes, merecía una atención solemne: no era más que el preámbulo de la que quizá sea la canción más hermosa que alguien haya escrito sobre Diego Armando Maradona. Ni más, ni menos.
¿Cuántas veces puede un país ser bendecido? Perdón, no es intención esquivar el foco. Adelantemos. Hay un momento en «Para Verte Gambetear» en el que Alorsa (de nombre mortal, Jorge Pandelucos) describe con una precisión quirúrgica la angustia que sobrevoló un país aquella tarde en la que, sin saberlo, El Primer Diez jugaría ante Nigeria su último partido con la camiseta de la Selección.
Barrilete, pecho inflado,
con el sol de nuestros sueños
te volviste a iluminar
empachado de ilusiones,
cuando vos eras el dueño
te fueron a desterrar
y en las calles,
cada lágrima fue el precio
para verte gambetear.
¿Cuánto más hubiésemos llorado de haber sabido que…?
La negación
Hay gente que no quiere aceptarlo. Que todavía evita devolver la pelota con la mano pero que no esquiva sin embargo el compromiso de mandarla lejos y patearla afuera. De eso no se habla. Mentir no es una opción: quizá encuentre a quien escribe estas líneas entre ellos, los negadores, los que -sin poder maquillar la noticia- eligen deliberadamente ignorarla.
Lionel Andrés Messi Cuccittini está dando señales inequívocas, la última de ellas hace un puñado de horas: festejó muy suelto de cuerpo sus 37 calendarios como si nada pasara. Se había puesto la ropa oficial de Argentina por primera vez ese mismo 24 de junio pero veinte años atrás, en 2004. El Diez Regente lleva más tiempo de vida vinculado a la Selección que fuera de ella.
El sábado pasado, ante Perú, estuvimos frente a otra advertencia histórica: Messi se perdió su segundo partido entre las siete Copas América que disputó (hasta ahora). Había faltado solamente al debut de la edición 2016, en el que, sin él, Argentina derrotó a la campeona Chile.
Por estas horas se cocina el guiso de una situación todavía más apremiante. Aunque todo puede cambiar, de momento se baraja la posibilidad de que Messi esté ausente en un duelo de eliminación directa por primera vez desde aquellos fatídicos cuartos de final en Alemania 2006. El Diez Regente jamás volvió a ver, desde aquel desaire de Pekerman, un duelo decisivo de la Selección del lado externo de la línea de cal.

El equipo puede soportarlo
Scaloni tiene herramientas para superar el trance. Nunca nadie podrá suplir la ausencia del Diez pero sí se podrá, al menos, disimularla desde la virtud colectiva. Y Argentina la tiene. Hay una forma, una estructura de equipo que perderá más o menos poder de fuego pero que no se resiente ante las variantes.
Más allá de la capitanía de Di María -que merece también algún estadio a su nombre- y el estado de gracia de Lautaro Martínez, hay nombres que invitan a creer en la Albiceleste como favorita: desde la omnipresencia de Julián, el desgaste profundo de Nico González hasta la desfachatez líquida de Alejandro Garnacho o el atrevimiento de Valentín Carboni.
Algo de eso se vio ante el combinado incaico. De mayor a menor, el extremo del Manchester United dio muestras de poder ser la llave que destraba defensas, más allá de su ineficacia para cerrar las jugadas. Al olfato del goleador del Inter hay que sumar la multiplicación de pases gestada en la zona media aun con imprecisiones (lo dijo Messi: aunque cambien los intérpretes, sobran los enganches) y la genialidad del Fideo para ensayar una asistencia al filo del offside y lo verosímil.

En el horizonte próximo está Ecuador, un rival que tiene en la frescura de Kendry Paéz su máxima esperanza. Un rival que intentará aprovechar desde la potencia de Enner Valencia cierto desacople en el corazón de la defensa albiceleste toda vez que la encuentran retrocediendo en una contra. También un rival al que Messi, dicho sea de paso, le convirtió siete tantos.
Aunque intentemos negarlo, aunque el astro rosarino sea finalmente de la partida, el de su posible ausencia es un escenario al que nos tenemos que empezar a acostumbrar. A los 37 años y en el último club de su carrera, es hora de entender que estamos asistiendo a su Tour de Despedida. Su última Copa América, su último cruce de Eliminatorias, su último Mundial, su último partido…
Más pronto que tarde, la orfandad será un hecho. Tenemos, a diferencia de lo que pasó con Diego, la posibilidad de digerirla para que sea menos traumática. Estas grajeas son, quizá, una pequeña muestra gratis del porvenir. Es posible que Lionel Andrés Messi Cuccittini se pierda el duelo de cuartos de final ante Ecuador, el que también puede ser despedida de su amigo. Tiene herramientas Scaloni para suplirlo.
¿Y nosotros?
¿Qué herramientas tenemos con hinchas? Por lo pronto, construir una coraza alrededor de este grupo de entusiastas que también tocó la gloria en Qatar. Acompañar desde la confianza a una Selección que, junto a Uruguay y Colombia, revalida partido a partido su mote de campeona defensora y máxima candidata.
Ver en el Dibu a cada niño que hoy elije ser arquero, al Cuti Romero representando el bruxismo nacional en cada anticipo recargado de vehemencia. En el sueño de pasar de instancia y volver a ver al capitán de la Selección, después de tanto sufrimiento, alzando un nuevo título continental.
¿Y después? ¿Qué va a pasar después? ¿Qué podemos esperar más allá de Diego y Leo? ¿Qué más podemos pedir? ¿A quién más? ¿Qué nos hace falta? Nos queda apenas la esperanza de que esta tierra regada de sangre y gloria haga otra vez de las suyas.
Que los potreros de césped invisible y pozos zigzagueantes sigan puliendo nuestras futuras estrellas. Que aquel que nos hace sufrir nos mande, cada 27 inviernos, otro nuevo prócer para convertir en bandera. Si las proyecciones son correctas, la varita volvió a posarse sobre estos lares en 2014. Nuestro próximo héroe estaría cumpliendo once años.
¿Cuántas veces puede un país ser bendecido?
Tal vez sea tiempo -por las dudas- de ir ensayando las gracias.

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