Por Emiliano Rossenblum (@EmiRossen)
La camiseta de la Selección de Croacia es única en cuanto a su diseño. El cuadriculado rojiblanco es fácilmente reconocible e históricamente asociado a la nación balcánica. ¿De dónde sale tan particular seña? De la Sahovnica, el escudo de armas de la nación. Este escudo tiene su origen en una leyenda del siglo V, cuando el entonces rey croata habría jugado tres partidos de ajedrez contra los venecianos que lo capturaron. Como supuestamente ganó todos, le otorgaron la libertad y así decidió incorporarlo a su insignia de guerra.
Es por eso que Croacia y el ajedrez están íntimamente relacionados desde hace quince siglos. Hoy, su selección de fútbol sigue reflejando eso no solo desde la camiseta sino también desde su líder: Luka Modrić es un ajedrecista profesional aunque no tenga un título que lo demuestre.
Su forma de controlar el juego trasciende el hecho de tener o no la pelota en los pies. Entiende tanto los secretos del deporte que los manipula a placer, y aunque el rival tenga la pelota él ya está pensando en cómo recuperarla y en qué harán cuando la recuperen. No es él solo el que actúa en consecuencia; sus 10 compañeros van al ritmo que él dicte.
El hecho de estar impecable físicamente a sus 37 años ayuda, pero más lo ayuda su comprensión de todo lo que pasa a su alrededor. Si hay que bajar el ritmo, los alfiles deben interiorizarse para ofrecerse en corto. Si hay que salir en contraataque, las torres deben ser lo más verticales posible. Él no es ni rey ni reina; asume las responsabilidades que siente necesarias y reacomoda las piezas para que se adapten a lo que hace.
Por eso a veces es mediocampista central, a veces volante ofensivo suelto, a veces delantero para no presionar. Si se tira a una banda, los peones avanzan. Si es el momento de atacar, que se adelanten los caballos. Imagina y ejecuta, con una seña desacomoda al rival sin siquiera moverse. La mente fría es su marca registrada.
Eso sí. Cuando las papas queman, cuando el adversario le empieza a inclinar el tablero, el primero en agarrar la lanza es él para recordarle a todo el mundo del fútbol que está tan vigente como siempre.
Empieza entonces su show. Porque la amasa, porque gana por calidad pero también por guapeza, porque se inventa faltas que significan segundos de oro para Croacia, porque cada intervención exitosa suya es un envión anímico para sus compañeros.
Se sabe importante, siente la responsabilidad de ponerse el equipo al hombro y lo hace de manera natural desde su forma de ser más tendiente a hablar en la cancha que afuera. Tras él se encolumna el resto, y eso se lo ha ganado con creces luego de tantos años destacando en la élite absoluta.
Hoy no lo pudo demostrar tanto para nuestra suerte. Pero que el aplauso de despedida del Mundial viniera de las dos parcialidades explica un poco del respeto que se le tiene a su fútbol. Ojalá, sacando la decepción que seguramente tenga por estas horas, podamos seguir disfrutándolo unos años más. Un Gran Maestro usando la 10 no es cosa de todos los días.