Por Asier Orcajo (@asierharro)
La frase del título es la misma que podemos ver encabezando la web de Ecos del Balón y la bio de su cuenta de Twitter. En esta última, de hecho, añaden una segunda enunciación: nosotros tampoco.
Puede resultar curioso que un proyecto centrado en el análisis del fútbol parta de esa premisa, ya que cabría suponer que el estudio pormenorizado de lo que ocurre en los partidos puede aproximar a alguien a comprender mejor qué pasa en ellos. A saber explicarlo e, incluso, predecirlo. Y, claro, alguien que se sienta tan cerca de este conocimiento podría sentirse tentado de pensar que tiene razón.
¿Cómo resolvemos este conflicto? Para mí, situando en el centro de todo la conversación. La charla entre personas apasionadas por algo, en este caso por el fútbol. El intercambio de apreciaciones y de argumentos que pueden o no coincidir. Si ese diálogo es algo placentero y no sólo un medio para llegar a algo (pontificar, tener razón, etc.), no habrá ningún problema en que una persona haga y exponga un análisis y, a la vez, no pretenda que esas palabras queden grabadas en piedra.
En los comentarios de los artículos y columnas de Ecos se podían encontrar piezas más extensas y pormenorizadas que el propio artículo. Las líneas de Abel, Miguel, Alejandro, David, Adrián, Albert y compañía en ocasiones eran un preludio o aperitivo para el festín futbolero que se podía degustar bajando por la pantalla.
Esto suena muy bonito y pretencioso, lo sé. No os voy a engañar, yo soy un firme defensor de que todo el mundo puede tener su opinión sobre algo pero también de que no todas las opiniones son (igual de) valiosas. Estamos en una época en la que es fácil que voces ignorantes y dañinas tengan un altavoz inmerecido y perjudicial. La viralidad y el morbo alimentan algoritmos de redes sociales y canales audiovisuales que nos muestran mensajes de escaso o nulo valor.
En esta línea, en Ecos se desarrolló con el paso de los años una red de seguridad que bebía de varias fuentes. Por un lado, el propio tono y enfoque de quienes trabajaban en el equipo mostraba una línea a seguir y predicaba con el ejemplo. Por otro, las personas que por allí nos juntábamos a escribir y a leer alimentábamos y apoyábamos ese espacio de convivencia. Como un mensaje, a veces silencioso y a veces explícito, de “en esta casa no se grita, elige si quieres quedarte aquí o gritar fuera”. Tirando de meme, podemos decir que llegábamos por el contenido y nos quedábamos por la interacción.
Esta noción de comunidad fue un pilar durante toda la trayectoria del proyecto Ecos y tengo claro que es un factor determinante a la hora de que su legado siga apreciándose casi tres años después del cierre. Consta de un fondo y una forma, de un qué y de un cómo.
En Ecos se creó y cultivó un espacio que era necesario, un lugar donde apreciar y comentar el juego sin otros aditivos ni condicionantes. Donde la ausencia de comentarios arbitrales dejaba espacio a las historias de los clubes modestos. Donde quien escribía evitaba tener una bufanda sobre los ojos que le dificultara ver qué lateral se quedaba abajo para atraer a su marca y liberar la recepción del extremo tras usar al tercer hombre. Donde un grupo de historiadores futboleros te contaban en un serial lleno de carisma y sabor algunos de los episodios más relevantes de la historia del fútbol. Donde podías encontrar referencias a letras del músico Robe Iniesta en un texto sobre el entonces jugador del Eibar Keko Gontán y también una serie entera dedicada a los paralelismos entre superhéroes de cómics y estrellas del fútbol. Donde leer y escribir sobre ese fútbol. Y quizás hasta hacer amigos.
En la web de Ecos ya no se publican nuevos textos y en sus canales no encontramos nuevos podcast ni videos, pero antes no he hablado del término “legado” de forma casual. El proyecto Ecos sigue vivo gracias a la presencia de miembros del equipo en varios medios de comunicación y plataformas y gracias a que su sello dejó marca en muchos futuros periodistas, comunicadores y en muchos futboleros que nos acercamos al deporte de esa misma forma.
Una vez conocimos el disfrute del fútbol lejos del clickbait y del fanatismo, no quisimos que todo ello desapareciera en mayo de 2020. Las opiniones y debates en los comentarios de los que hablaba antes se trasladaron a otras plataformas, pero no cambiaron en su esencia. Habíamos aprendido (nos habían enseñado) que otra forma de paladear el fútbol era posible y deseable y, tras esto, volver a los medios y registros convencionales era como volver a calzarse botines de material sintético tras haber jugado con unos Copa Mundial de cuero.
A título individual, el contacto con Ecos y su comunidad me marcó sobremanera en unos años especialmente importantes a la hora de moldear mi relación con el fútbol y conmigo mismo. A la par que aprendía, era feliz leyendo en la web, escuchando sus podcasts y viendo sus vídeos. Ecos fue justo lo que quería sin haber llegado a darle forma en mi cabeza, un elemento que con constancia y calor (indispensables en cualquier proceso que aspire a ser duradero) me fueron acercando a eso que Galder Reguera llama “fútbol humanista”.
Quiero terminar con un mensaje que dejó el usuario Polytropos en el texto de despedida cuyo enlace dejé un poco más arriba. Hace gala de una lucidez, una delicadeza y un cariño tales que prefiero reproducirlo tal cual dando todo el crédito a su autor.
“Para mí, si Ecos fuese un futbolista sería el Trinche. Sucedió en un pequeño rincón del mundo. La noticia circuló de boca en boca entre los que miraban atentos. Sólo algún periódico local se afanaba en reportar el milagro. Los que lo vivieron dicen que no hubo nada igual. Y los que no, enmascaran en un cierto escepticismo, un suspiro, una añoranza. Y, si aquél pudiera volver atrás, saltaría de nuevo al campo de fútbol, para volver a vivir exactamente –toque por toque, pared a pared, finta a finta, regate a regate–, lo vivido. Ya sois puro mito. Gracias por todo lo que nos habéis dado.”
Ojalá este deporte siga dándonos motivos para emocionarnos con él y para intentar analizarlo y comprenderlo algo mejor, en su (esperemos) eterna evolución. Ojalá tengamos espacios agradables y seguros que podamos frecuentar. Pero, cuando nos pongamos a ello, no perdamos de vista que en fútbol nadie tiene razón. Y, si alguien la tuvo, seguramente fue el equipo de Ecos.