Por Felipe Alonso
Desde el 31 de octubre de 2018 al 18 de mayo de 2022 pasaron 11 técnicos por el banco de San Lorenzo. 7 oficiales y 4 interinos. Pasaron los de moda, los de experiencia, las insólitas apuestas, los de la reserva. Todos con resultados de lamentables a pésimos.
Esto estaba acompañado de – o tal vez producido por- una enorme desidia dirigencial. Con un presidente en fuga con la excusa de un programa de TV que hereda el club al Secretario General de un sindicato. Este último cumple con la palabra a sus compañeros de que siempre el gremio esté por delante de San Lorenzo.
Entonces no solo es el equipo de fútbol el que está a la deriva, pero es sólo el equipo de fútbol el que lleva decenas de miles de personas semana por medio y con sus derrotas caldean un ánimo que no da más de espeso.
Un fierro caliente
Planteles pobrísimos. Deudas enormes en dólares, producto de contratos siderales, con jugadores mediocres. Pibes de inferiores con talento, pero sin contrato, o con contratos irrisorios. Cheques rechazados que se cuentan de a cientos. Pedidos de renuncias, acusaciones de traiciones cruzadas.
La válvula de escape es volar los técnicos, que además hacen mucho mérito para ser echados, lo que convertía al banco del Ciclón en una verdadera silla eléctrica que quemaba entrenadores cada una docena de partidos.
El día que renunció Pedro Troglio en el vestuario después de ser eliminado de la Copa Argentina por Racing de Córdoba, equipo del Federal A, tras 10 partidos como entrenador y un solo triunfo, parecía que el destino de B Nacional era inevitable. Solo faltaba el paso del tiempo para que San Lorenzo jugara en la categoría a la que deportiva e institucionalmente ya pertenecía hace años.
Y lo difícil era pensar en quien iba a querer ser el técnico 12 en un club que es enorme pero un verdadero polvorín, donde hay que sacar resultados pero no hay un solo dólar para refuerzos. Donde se necesita un plantel de experiencia para pelear abajo, pero solo contás con los pibes del club y un puñado de experimentados, los últimos, los que no huyeron a jugar en cualquier lado con tal de no bancarse dar la cara por un grande en decadencia.
Un respiro imprescindible
El club fue por todos los técnicos del mercado, sin importar estilos, trayectorias, referencias, nada. Lo único que se necesitaba era que quisiera sentarse en la silla eléctrica. Lógicamente los rechazos florecieron. Pero apareció Rubén Darío Insúa y en una reunión mostró que conocía el club integralmente, que respiraba sanlorencismo desde su infancia y que quería ayudarlo.
Había un loco dispuesto a hacerse cargo. Que además había sido jugador y de los buenos, que había sido campeón y también había dado la cara en el triste momento del descenso y el destierro. Que ganó la Sudamericana como entrenador con San Lorenzo 20 años atrás. Y, por si fuera poco, hincha. Como el de la tribuna, como su papá que le enseñó que a San Lorenzo había que defenderlo todos los días, en todo momento y en todos los ámbitos.
El “Gallego” Insúa lleva un año enfrente de San Lorenzo. Ya sólo eso, soplar las velitas y festejar un año en el banco de San Lorenzo, es una hazaña en sí misma. Y lo logró cimentando su lugar con la condición de haber acertado en cada cosa que hizo, dijo o se propuso. El club hoy está en paz no porque haya solucionado sus problemas institucionales y económicos, que no lo hizo y están a la vuelta de la esquina para amargarle el presente y el futuro. Pero tiene a Insúa.
Tiene a Insúa hablando tranquilo, llano, pero profundamente sobre el fútbol y la vida -acaso la misma cosa-, y mucho, pero mucho de San Lorenzo. De qué lo hizo y hace grande. De por qué es importante estar para el club y dar lo mejor, desde donde sea. Entonces los hinchas van a la cancha y la llenan y alientan porque su rol para cuidar a San Lorenzo es llenar, alentar y apoyar a un equipo que entendió que su responsabilidad es correr más que el rival, defender el arco propio con uñas y dientes, para atacar con velocidad cada vez que pueda.
Entender el contexto para crecer
Cuando llegó, el “Gallego” Insúa repitió como un mantra que San Lorenzo primero debía dejar de perder, para comenzar a ganar, para jugar mejor y en un futuro ganar un título. En la foja 0 de su segunda etapa como entrenador decir que San Lorenzo podía aspirar a un título era ciencia ficción para cualquier futbolero, pero Insúa lo repetía. Y hubo tiempos difíciles como cuando empató 6 partidos seguidos y el fantasma de la silla eléctrica parecía asomarse por Boedo.
Pero eso era el comienzo del mantra. San Lorenzo empataba porque primero había que dejar de perder. Cuando comenzó a ganar seguido –de local casi siempre- lo encontró el final del torneo, lejísimos de los puestos de descenso que parecían el destino inexorable, y clasificados a una copa internacional.
El año de Insúa fue para San Lorenzo una regénesis. Los resistidos por la gente y los marginados por los entrenadores anteriores son hoy emblemas, incluso uno es capitán. Un jugador que salió a préstamo, volvió y de nuevo salió es hoy el 10 y la figura del equipo. El arquero que llegó a préstamo y muy cuestionado es la valla menos vencida del campeonato.
Volver a ser
Y San Lorenzo va. Da pelea en tres frentes con un plantel cortísimo. Con una entrega inmensa, con escasa rotación. Gana sin que le sobre nada. Pierde muy poco y casi nunca es superado. San Lorenzo hoy es uno de los escollos más difíciles en este campeonato repleto de equipos, aunque los pocos minutos que se le dedica en la televisión son generalmente para tratarlo de defensivo, o amarrete.
Pero ¿a quién le importa lo que diga la tele? Si desde que llegó Insúa, para los hinchas de San Lorenzo ir a la cancha volvió a ser una fiesta, porque saben que lo que van a ver los va a representar. Que los jugadores van a jugar como hinchas, que van a defender a San Lorenzo, como les enseñó Insúa, que aprendió de su papá. Y eso es jugar bien.
El mantra se completaría ganando un título. Hoy, un año después, ya no parece ciencia ficción. Hasta parece posible. Aunque esté lejos en la liga y falte mucho en las Copas. Aunque tal vez tenga menos plantel que nadie. Aunque no tenga un entrenador con experiencia europea vestido de traje hecho a medida. San Lorenzo tiene al “Gallego” Insúa y sus veinte años de trayectoria por Latinoamérica, dirigiendo con la camiseta de San Lorenzo que le queda pintada. Y, después de mucho tiempo, tiene esperanza.