Por Enzo Dattoli (@enzo_dattoli)
Es domingo. Las nueve de la mañana en toda la Argentina, y una familia se reúne delante de un televisor para ver una carrera de Fórmula 1. Ninguno es puramente fanático del deporte, pero el motivo no se explica a través de motores, escuderías o pasiones, sino por un único nombre: Franco Colapinto.
Hace 23 años que un argentino no competía en Fórmula 1, pero se podría especular que la ceremonia familiar no se repite desde la década del 80 cuando el representante nacional era Carlos Reutemann. El santafesino tuvo su mejor actuación en la temporada 1981 cuando finalizó segundo en el campeonato de pilotos a un solo punto de Piquet, el campeón (con mucha polémica).
Ahora es 2024, y el país vuelve a estar unánimemente prendido al deporte que por mucho tiempo dejó de lado por falta de representación. Colapinto corre y compite. Tuvo tres carreras -un octavo puesto y otras dos al borde del top 10-. Es decir, en su segundo intento, logró lo que muchos no consiguieron en décadas: sumar puntos.
Pero no contagia solamente por sus resultados, ni por su potencial, ni por hacer todo eso con Williams, una escudería que no es ni por cerca de las mejores. Su revolución también viene de la mano de la época, las redes sociales, el internet y el seguimiento segundo a segundo de lo que pasa. Esa inmediatez tan actual le da un sabor distinto a su carrera.
Ya no hay que esperar al día siguiente para ver en video lo que sucedió, ni depender de un relator de radio que describa lo que solo él ve, ni mirar una transmisión pixelada. Ahora hay HD, 4K, plataformas, y hasta se podría seguir las dos horas de carrera desde una cámara instalada en el auto del piloto que hace sufrir a un país por un deporte que hasta hace un año casi no despertaba interés social.
Colapinto no solo nació en Argentina, es muy argentino. Creció en Pilar, pero vivió en Italia desde los 14 y aún así no pierde su identidad. Bastante activo en sus redes personales, postea con humor y sarcasmo. Por eso sabemos que es hincha de Boca, amigo de Bizarrap. En sus vacaciones por el país brindó entrevistas principalmente a canales de streaming con público joven.
Es atractivo y tiene carisma. Termina una carrera y se cruza con los periodistas argentinos tratándolos de “boludos” en el sentido más cariñoso e impregnado de argentinismo con el que se mide a aquellos que llevan la bandera, pero hace años que no viven en el país.
El fenómeno de Franco Colapinto no se explica por una sola cosa, es un poco de todo. También demuestra su carácter, agradece con humildad cuando lo tiene que hacer, pero critica y cuestiona cuando lo cree necesario. Como en su última carrera en Singapur, cuando puso en duda el criterio que eligió su equipo para entrar a boxes y que eso le podría haber costado algunas posiciones.
Tiene el carácter para cuestionar y también para hacer una largada que no estaba en los libros y ganarse el enojo de sus colegas y competidores. Ayrton Senna decía: “Si ves un hueco y no vas por él, no sos piloto de carreras”.
Todavía no se sabe si en la temporada siguiente Franco va a ocupar un asiento de los 20 que hay corriendo en Fórmula 1 y tampoco si va a seguir en el mismo equipo o no. En principio, solo le quedan seis circuitos. Hay que aprovecharlos y disfrutarlos porque no se sabe cuándo va a volver a ocurrir.
Con Colapinto hay una generación adulta que reaviva su nostalgia y se reencuentra con un deporte y con recuerdos de otra época. Pero también, toda una nueva generación que ya no se levanta esperando un partido de fútbol de Inglaterra, Italia o España. Ahora en la tele se lo mira a él.
