Todo lo que podrías ser, Benítez

Martín Benítez, ex Independiente, encontró en el América de Minas Gerais un lugar donde poder desplegar el fútbol que siempre llevó dentro.

Por Felipe Lemos (@comentaristabur)

Cada vez que voy al barrio Horto para ver al América espero que Martín Benítez vaya de titular, porque sus constantes lesiones lo dejan más fuera de los partidos que dentro. La cosa es tan grave que, al día siguiente, el comentario a mis amigos es “tuve la suerte de verlo jugar”. 

Me fascina el fútbol del argentino, y en ese sentido fue especialmente destacable su actuación ante Botafogo. Ese día “El Lobo”, como lo apodan, caminaba a otro ritmo, respiraba a otra frecuencia… el plano era diferente. Cuando tocaba la pelota mi impresión era que el partido se ralentizaba, los segundos duraban más y tenía todo el tiempo del mundo para hacer lo que quisiera. 

En esa postura extraña, compacta y corta, Benítez sacaba del juego a sus oponentes sin que pareciera intentarlo, girándose de un lado a otro casi a cámara lenta. Mi compañero en la tribuna me miró estupefacto: “Está flotando. Simplemente es mejor que todos los demás y eso es todo”. 

Realmente parece desafiar la comprensión, pero la respuesta es así de fácil. ¿Cómo es posible que este chico bajo y rellenito, con gestos tan simples y prolongados, pase junto a un físicoculturista que corre a 30 km/h como si nada? Bueno, porque es mejor. Algunas veces olvidamos que esta solución inexplicable existe.

Hubo un momento en el que Benítez corrió (sí) furtivamente hacia una pelota perdida después de un lateral. En el camino, incluso antes de dominarla, miró a un compañero que estaba todavía lejos de los defensores. Luego, cuando controló la pelota, volvió a mirar. E hizo una pausa. 

La defensa blanquinegra se detuvo. La maniobra los juntó e inmovilizó al mismo tiempo. Recién entonces Benítez lanzó el pase magistral, que picó en el momento y lugar exacto para que el defensor no llegase.  

Finalmente la pelota le llegó a su compañero, que había entendido el mensaje desde la primera mirada… pero falló el tiro. Para eso es la pausa. Es una ampliación del plazo, una segunda oportunidad, un recurso comunicativo además de técnico. Y en contextos como el de Benítez, con una clara diferencia de tempo, es más que necesario.

Así llegamos al gol. Fue la culminación de todo lo escrito hasta ahora. El número 10 recibió la pelota en la línea del mediocampo, rodeado por dos, y comenzó su lenta carrera hacia el arco sin dejar que la pelota se alejara más de dos centímetros de su pie.

Dejó atrás a quienes lo marcaban y a otros dos que lo salieron a marcar posteriormente, armó una pared con el delantero y la colocó dentro del arco con una sencillez aterradora. Cada vez que avanzaba se hacía más difícil de creer, pero simultáneamente sabíamos que era algo que solo él podía hacer. 

Él nacía y moría allí. Esa jugada era toda su esencia y todo su potencial. Al ver eso, en medio de unos pocos hinchas y sillas vacías, me sentí más que realizado. Ni siquiera mis expectativas llegaban a ese punto, fue el colmo de la suerte.

Un elemento fundamental de lo inolvidable fue la pared. No es que determine o influya en ese recuerdo (tal vez sea incluso la parte menos importante del gol, ya que son las únicas fracciones de segundo en las que no tiene la pelota); sin embargo, mirándolo ahora desde la distancia, constituye su singularidad. 

Está claro que ha habido cientos de goles solo en los últimos, no sé, tres años, pero se pueden contar con una mano los jugadores que esencialmente necesitan paredes para su fútbol. El Lobo aúlla todo el partido pidiendo el toco y me voy. 

Incluso en esa jugada podría haber intentado pasársela al delantero dejándolo frente al arco, pero prefirió apuntar al pie más cercano dejándole una sola alternativa para proseguir la jugada: que se la devuelva. Benítez cambia el ritmo del juego, impone una lógica diferente y, como decía un amigo mío, “adormece el tiempo”. 

El América perdió, como es usual. El descenso se consumó algunas fechas después. Pensé en decir que espero que algún equipo de primera fiche a Martín Benítez porque así sigue en el escenario que se merece, pero si se queda por Minas Gerais podré verlo más seguido en el sencillo barrio de Horto, donde también parece detenerse el tiempo. 

Quizás mi tonto egoísmo prevalezca y haya más viajes a Independência para disfrutarlo de cerca. Ojalá el milagro siga sucediendo.

«Ah! Sol e chuva

Na sua estrada»

«Tudo o que você podia ser», Márcio y Lô Borges
Foto: Mourão Panda / América

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