Por Ged O’Brien (@gedboy58)
Traducido y adaptado por Emiliano Rossenblum (@emirossen)
En 1990 fui a las oficinas del Queen’s Park Football Club para repasar álbumes de fotos y en una que retrataba al equipo de Escocia de 1882 me tuve que detener. De pie en la fila de atrás, en el centro, estaba un hombre negro.
Hasta ese momento casi todo lo que sabía sobre fútbol había sido filtrado a través del prisma de las investigaciones inglesas, por lo que esa foto me sumió en un estado de confusión. No podía estar mirando a un futbolista escocés negro porque en ese momento no había ninguno: todos los libros decían que Arthur Wharton fue el primer futbolista negro y recién hizo su debut como arquero de Darlington en 1885. Mi mente estaba tratando de entender lo que estaba viendo y fallaba en el intento.
Hojeé hacia adelante y hacia atrás dentro del álbum. Allí estaba, una y otra vez, Andrew Watson. Este jugador hasta entonces desconocido para mí era hijo del escocés Peter Miller Watson (1805 – 1869), un exitoso empresario de la industria azucarera, y de una mujer de la Guayana Británica llamada Hannah Rose. En esa colonia sudamericana nació tanto él como su hermana Anetta.
Las grandes ganancias que Peter Watson obtenía de las plantaciones de azúcar se habían conseguido gracias a la sangre y las muertes de esclavos negros. Es decir, por parte de su padre Andrew era hijo de una familia propietaria de esclavos y por parte de su madre provenía de una familia que habría sido esclava.
Peter regresó al Reino Unido trayendo consigo a su hijo y a Anetta. El empresario falleció en 1869 dejando a Andrew 55.000 libras (más de £3.000.000 si lo queremos trasladar al dinero de hoy). El niño, de 13 años, estaba listo para una vida muy agradable. Hizo el nivel secundario en el King’s College School de Wimbledon hasta que a los 19 años se mudó a Escocia para estudiar Ciencias Naturales, Matemática e Ingeniería en la Universidad de Glasgow.
Poco después se convirtió en socio de “Watson, Miller and Baird”, una empresa de almacenes mayoristas. La fortuna nuevamente le sonrió y en el mismo año se casó con Jesse Nimmo Armor, con quien tuvo a Rupert Andrew y Agnes Maude. Jesse murió en el otoño de 1882, cuando vivían en Londres. El viudo regresó a Glasgow y se casó con Eliza Kate Tyler: junto a ella tuvo a Henry Tyler y Phyllis Kate, sus dos últimos hijos.
La carrera futbolística de Watson comenzó en Glasgow en 1876, con el Maxwell FC. Luego se unió al Parkgrove y se convirtió en el delegado. Sospecho que su estatus social tan alto hizo que en el ambiente miraran más allá del color de su piel, porque en aquella época esa figura era clave para el éxito de cualquier club de fútbol; no cualquiera era elegido para ejercerla.
Aparte de la Copa de Escocia, el éxito en la temporada dependía de que su delegado persuadiera a clubes importantes para que les jugaran partidos. Si no enviaban al primer equipo, intentaban por lo menos conseguir a la reserva.
Watson se estaba haciendo notar también desde su puesto de defensor. Jugó en un combinado de Glasgow contra el Sheffield en 1880 y no pasó mucho hasta que lo convencieron para que se uniera al Queen’s Park FC. En una época donde el fútbol todavía no se había popularizado a nivel global, este club podía considerarse sin dudas como el más influyente internacionalmente hablando.
Jugar para Queen’s Park hizo que ser convocado a la Selección de Escocia se hiciera costumbre, y más aún cuando se convirtió en secretario del club en noviembre de 1881. Sí, tal como se lee: a Andrew Watson se le pidió que dirigiera el club de fútbol más influyente del mundo menos de dieciocho meses después de unirse a ellos.
Estoy seguro de que encontraremos tarde o temprano algún futbolista negro anterior a él, pero al final es solo una estadística: se necesitarán muchos méritos para ser una centésima de lo que fue Watson para la historia del fútbol.
Debutó en selección el 12 de marzo de 1881 y su figura era tan preponderante que también fue nombrado capitán para aquel partido. Fue un histórico 6 a 1 sobre Inglaterra. Días después, Escocia 5 – Gales 1. Su tercer y último partido con la Tartan Army fue al año siguiente también contra Inglaterra… y otro 5 a 1 a favor.
¿Por qué su carrera internacional terminó tan abruptamente después de esos éxitos? Simple: se mudó a Londres en 1882 y en ese momento la SFA solo seleccionaba jugadores radicados en Escocia. El siguiente futbolista negro en representar a Escocia en partidos de ese calibre fue Nigel Quashie del Celtic, en 2004. Habían pasado 122 años.
Cuando Andrew Watson se mudó a Inglaterra terminó jugando para el London Swifts. Los Swifts lo necesitaban para aprender a jugar al estilo escocés, más adepto al pase y al juego en equipo ante los arrebatos individualistas tan característicos del juego inglés. Así se convirtió también en el primer jugador negro en jugar en la FA Cup.
Pero Watson a esa altura ya era probablemente el mejor defensor del Reino Unido, por lo que a veces regresaba a Glasgow para los partidos importantes con el Queen’s Park (eran épocas de amateurismo y los jugadores podían jugar en cuantos clubes quisieran). Ganó la Scottish Cup en 1881, 1882 y 1886 y la Glasgow Charity Cup en 1880, 1881 y 1884.
Después de aquella paliza 5 a 1 sobre Inglaterra en 1882 el ambiente futbolístico de ese país tuvo que aceptar que el juego escocés era superior. El estilo individualista de Inglaterra era completamente inadecuado frente a las combinaciones de pases de los “Profesores Escoceses” (conocidos como Scotch Professors en inglés).
Ante esa situación Nicholas “Pa” Jackson, secretario adjunto de la FA, crea el Corinthians: un equipo de amateurs ingleses que debían aprender cómo jugar a la escocesa. Cuando consiguieran replicarlo, Jackson iba a asegurarse de que fueran elegidos para la selección.
¿Cómo pudieron hacerlo? Invitando a escoceses también amateurs como Watson para que vayan y les enseñen. En su caso, recién se sumó en 1884 durante una gira por Lancashire y Yorkshire. Allí jugó en una victoria de 8-1 contra Blackburn Rovers -en ese momento vigente campeón de la FA Cup-.
Con el tiempo el éxito del experimento hizo que numerosos jugadores escoceses de clase trabajadora fueran fichados por clubes de fútbol del norte de Inglaterra y esto introdujo tanto el Juego de Combinación escocés como los pagos hacia los jugadores, ya que sin el incentivo económico no tendrían razones para abandonar sus clubes y trabajos en su país de origen. Había llegado el profesionalismo.
Hacia 1887 Watson fichó por el Bootle FC (desaparecido en 1893). Sin embargo, Bootle lo había contratado tanto a él como a otro compañero de manera irregular y solo los contactos de Andrew en la federación los salvaron de una sanción. No iba a ser puesto en una posición embarazosa por sus poderosos amigos.
Sobran muestras de que la historia del fútbol moderno comienza con los Profesores Escoceses, ellos son la razón por la que Inglaterra llevó el juego a otro nivel. Esa importancia nunca se ve en los medios y libros de historia del fútbol.
Para muestra basta un botón: el 8 de marzo de 2021 fue el centenario de la muerte de Andrew Watson y hubo tres artículos en la prensa escocesa. Entre las tres el término Scotch Professor fue mencionado exactamente cero veces. Es como publicar un artículo sobre Marie Curie y, de alguna manera, no usar la palabra «científica».
La FIFA también hizo un artículo en su web. Solo una vez pusieron Scotch Professor e ignoraron la existencia de un hermoso mural en la pared del club Hampden Bowling. El título de la pieza es «Héroe olvidado” pero al no encajar en el Mito de la Creación del Fútbol eligieron omitir varias partes claves de su historia.
Watson fue un hombre nacido en Guyana que aprendió a jugar al fútbol en Escocia y todos deberíamos estar orgullosos de él. Su origen étnico, en términos futbolísticos, es irrelevante si su ADN cultural era escocés. No hay forma más fácil de explicarlo que comparándolo con Arthur Kinnaird, que venía de una familia aristocrática escocesa. ¿ADN futbolístico? 100% inglés.
Es hasta ridículo pensarlo. Un país, una décima parte de la población de Inglaterra, los estaba destruyendo con una forma de jugar intelectual y científica. La solución fue conseguir que genios del fútbol como Andrew Watson enseñaran a la misma élite que le gustaba pensar que había inventado el fútbol moderno cómo practicar el deporte de esa manera. Ahora queda un largo camino para conseguir difundir su historia como corresponde.
Recomendamos visitar la web del autor (en inglés) para obtener más información respecto de los Profesores Escoceses: https://www.andrewwatson.org.