#SiDiegoViviera, capítulo 5

Por Darío Lozano (@paraesoestamos) 

El 25 de noviembre de 2020 fue un día atípico, por no decir que especial, en el mundo del fútbol. El personaje más emblemático de la historia del deporte más popular del planeta dejaba de existir, por lo menos en el plano terrenal y fuimos miles que lo lloramos hasta el último momento.

No nos imaginamos otra gambeta sin Diego, un sombrero o rabona sin la silueta de su velocidad. Qué bello fue ver a la Argentina levantar una copa luego de 28 largos años, pero que triste saber que Diego no estuvo ahí para por lo menos hablar con su voz entrecortada y tirarle una que otra perla a los brasileños.

Si yo fuera Maradona, dice Manu Chao, viviría como él. Y sí, tal vez me atrevería a hacerle un gol al “Pato” Fillol en La Bombonera como la noche del 10 de abril de 1981. Si yo fuera Maradona me enojaría como él en la final de Italia 90 cuando los italianos silbaron el himno. Si yo fuera Maradona seguiría afirmando que el gol a los ingleses no fue con la mano, sino con la cabeza.

Esas cosas nos enseñó el gran Diego. No son situaciones que se dan todos los días, como tampoco casos de los que resuelve el común de la gente de manera normal. No. Solo personas como él pueden sonreírle al infortunio sin dejar de ser lo que son.

En el documental de Emir Kusturica en 2008, Diego declaró que “sabe las culpas que tiene y no las puede remediar”, pero también sabe que su figura dentro de los que amamos el fútbol es una sola. Las culpas de Diego no las tiene nadie y tampoco nadie las puede asumir. Solo él.

Me queda la figura de ese hombre que dio su máximo amor a la camiseta cuando nadie daba un peso por Argentina en el 86. Queda el semblante del futbolista cuando le quitaron el título en 1990. Nos queda la imagen del caudillo que peleó con el norte de Italia cuando llegó a Nápoles, y qué decir del niño que lloró cuando “le cortaron las piernas” en Estados Unidos 94.

Diego Armando Maradona tuvo alma de niño, cuerpo de futbolista y alma de hombre. Casi que nos enseñó, a su manera en 2010, que “es blanco o negro, gris jamás será en su vida”. Nos mostró el camino de cómo dar la dirección de su casa y enfrentarlo a golpes cuando un rival de campo lo asediaba. Nos enseñó de todo un poco sin miedo a nada.

Dijo Ernesto Cherquis Bialo: “Fiorito y Dubai, barro y siete estrellas, canillas de oro y letrina”, Maradona es todo eso y más, por eso hoy y siempre afirmo que si yo fuera Maradona viviría como él y nadie más.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *