Por Coni Vanzini (@covanzini)
«Lo vengo a alentar, en las buenas y en las malas, mucho más», así dice la letra de uno de los temas de cancha más cantados sobre el aguante y el amor por la camiseta.
Noche de jueves. El campeón de América vuelve triunfador al Monumental, su casa, con público en las tribunas, más de un año y medio después. La noche perfecta. Todo fluye. La felicidad de Messi. La sonrisa de De Paul, su mejor socio. Los bailecitos del Papu Gómez. La complicidad colectiva, adentro y afuera de la cancha. Y la Scaloneta que avanza a paso firme, con sus fieles arriba, directo a Qatar.
Lionel Messi se convirtió en el máximo goleador sudamericano de la historia y derribó la marca de Pelé. Lio siempre rompió récords. Ayer, marcó 3 goles para un triunfo en Eliminatorias. Tampoco es la primera vez. Messi y sus hat tricks ya sucedieron antes. La última, para sellar la clasificación al Mundial de Rusia.
Messi ya había hecho las maravillas que hizo hoy. Goles, firuletes y paredes con Angel Di María. Fideo también ya estuvo en ese estadio, aunque la memoria selectiva engañe y ahora algunos silbidos hacia él parezcan lejanos y borrosos.
Lo diferente es que hoy Messi es campeón de América. Una copa que cambia las percepciones, las opiniones y los amores. «Que me vengan a hablar de amor», gritan en las calles y en redes sociales. Los y las futboleras son felices, al fin, con la celeste y blanca, tras quitarse una espina de 28 largos años clavada en el corazón. Éxtasis.
¿Todos están felices por Messi? Sí. El mundo deportivo sonríe a la par de Lío. Pero incondicionalidad es otra cosa. Y a eso se refiere la canción del principio. A la Selección Argentina de Messi y su generación no todos la bancaron «en las malas». No le valoraron un subcampeonato del mundo conquistado tras 24 años. Ni otro par de finales. Ni seguir intentando aunque no se les diera. Nada, o poco, se reconoció.
Lo que hoy hizo Lío, ya lo había hecho antes. Siempre fue decisivo para el equipo argentino. Lo que nunca había logrado era un título. Y eso cambia todo. O al menos, lo cambia para los que hacen del exitismo el único discurso posible. Sí, nada más lindo que ganar. Aunque no es lo único que cuenta. ¿Es válido sólo gozar de la magia de un loco bajito cuando trae una copa en sus brazos? Valorar su camino, con lo bueno y con lo malo, también vale, un montón.
Amor completo. Y ojalá sea así hasta la eternidad. «Lo soñé, sufrí mucho, y hoy se me dio», dice el 10 entre lágrimas, mientras recibe ese abrazo colectivo que ya merecía tantos años atrás. No es la primera vez que Lío los hace felices, es la primera vez que son felices juntos. Amor correspondido, al fin. Y eso vale más que cualquier copa, «porque a Messi lo quiero en las buenas y en las malas mucho más.»