Por Alejandro Wall (@alejwall)
A Lionel Scaloni nunca le gustó que le hablaran de Scaloneta. Lo dijo muchas veces. El agregado del sufijo «neta» al apellido del entrenador fue un recurso utilizado para otros equipos pero con ninguno tuvo tanta eficacia como con su Selección Argentina. Terminó campeón del mundo. El neologismo se constituyó en la idea de un equipo y también en un meme. La selección pasó a ser La Scaloneta, de Twitter a la eternidad.
Un rastreo histórico ubica al usuario @la_leandreta como el primero en utilizarlo, el 29 de julio de 2018. “En 20 minutos arranca la Scaloneta (?)”, escribió un rato antes de que la Sub 20 de Scaloni debutara en el torneo de L’Alcudia contra Venezuela.
Todavía estábamos en el terreno de la ironía. Pero @giancarlol__ lo usó para el primer amistoso de la selección mayor en septiembre de 2018: “Ya saqué boleto para el tren de la Scaloneta, va directo a Qatar, subase el que quiera hay lugar”.
Unas horas antes de partir a Qatar, durante una nota breve con la televisión en el aeropuerto de Ezeiza, Scaloni se lo aclaró a un hincha y lo repitió después: «Me dicen Scaloneta pero yo soy Scaloni». Por fuera de la defensa de un apellido, el de su padre, también está el peligro de la caricaturización.
Lejos de la solemnidad -el término es divertido, muy simpático, apenas un juego- quizá el apodo no sea justo con la seriedad de un equipo que merece ser llamado por su nombre y apellido, la selección nacional, y tampoco con la idea colectiva que Scaloni edificó junto a sus compañeros Pablo Aimar, Walter Samuel y Roberto Ayala.
Es la época del meme, el sticker de WhatsApp, el scrolleo en Twitter y la circulación interminable de videos de Tik Tok. Casi todo apenas dura las veinticuatro horas de una historia en Instagram. Pero en la era de la televisión y las revistas, otros técnicos campeones del mundo también tuvieron su seña para la caricatura.
El humorista Mario Sapag imitaba a César Luis Menotti fumando varios cigarrillos a la vez. «Pernía es triste, Olguín es alegre», repetía el personaje. A Carlos Salvador Bilardo se lo dibujaba con una nariz exuberante. «Es el equipo del Narigón», se cantaba.
Scaloni demostró estar por encima de toda esa intensidad. La de la crítica y también la de la adoración, los estadíos por los que pasó desde su inicio hasta hoy. No devolvió golpes, no dio respuestas grandilocuentes, tampoco clavó puñales.
Pasó todo por el tamiz de la paciencia. Los palos en la derrota siempre son exagerados y los elogios en la victoria nunca son para siempre. ¿Existiría esta revista dedicada a Scaloni si Dibu Martínez no hubiera tapado con un botín la pelota de Kolo Muani? Yo creo que sí, pero siempre es una pregunta para hacernos.
Y en este punto también hay que intentar una comprensión de contexto. El de 2018, post Mundial de Rusia. Scaloni no tenía antecedentes como entrenador cuando se hizo cargo de la selección, que siempre requirió de técnicos con experiencia probada.
Venía, además, de ser parte del cuerpo técnico de Jorge Sampaoli. Su designación fue primero provisoria y en el mientras tanto se buscaron otros técnicos. Sacar de la caja a las críticas de 2018 para ubicarlas en 2023 es, como mínimo, injusto. Lo que se haya dicho -de buena fe- en ese tiempo es discutible y hasta válido. Los meses pasaron y el trabajo también.
Quizá habría que marcar un punto, la Copa América 2019, que no se ganó pero que expuso una idea de trabajo y un equipo. Ahí están los nombres iniciáticos que dos años después tocarían el cielo en el estadio Maracaná y llegarían al paraíso en el Lusail.
Ya para ese momento Scaloni había demostrado que estaba a la altura. Ya no valía agitar su falta de experiencia. De ahí en adelante es otra cosa, las críticas pueden leerse de otra manera. El póster de Qatar 2022 comenzó a dibujarse en esa (primera) estadía brasileña.
La Pelota Siempre Al 10 también tiene una idea colectiva que muestra en estas páginas. Esa idea dice que el deporte es una herramienta para contar historias. Acá se cuentan historias alrededor de un nombre, el de Lionel Scaloni.
También habrá Scaloneta. Porque a su vez La Scaloneta -que se dice con cariño y cercanía- llevó a la selección a la escala de club, que en el fútbol es más intensa. Si a los hinchas les piden una preferencia entre la victoria de su club y la de la selección, elegirán (casi) siempre a su club.
Esta selección no cambió las preferencias pero generó pulso de hinchada: su vínculo con el país futbolero fue como si jugara semana a semana. Y eso se debe a su fútbol, a la idea de un hombre que sabe -que dice- que el fútbol es de los jugadores. Su nombre es Lionel Scaloni.

Este texto fue originalmente publicado en nuestra quinta revista en papel. Podés conseguirla acá: https://lapelotasiemprealdiez.mitiendanube.com/productos/revista-n5-lionel-scaloni/