«Los goles de Diego fueron como hundir la flota británica»

Por Sebastián Tafuro (@tafurel) Malvinas sigue siendo una herida abierta en nuestro pueblo. Pero sobre todo en quienes protagonizaron esa guerra. Esos pibes que, sin experiencia alguna, se expusieron a los peores horrores en pos de defender a la patria – esa construcción social y cultural que, aún avasallada y maltratada, sigue teniendo un peso muy potente – y pelear por un territorio que nos pertenece.

Por Sebastián Tafuro (@tafurel)

 

Malvinas sigue siendo una herida abierta en nuestro pueblo. Pero sobre todo en quienes protagonizaron esa guerra. Esos pibes que, sin experiencia alguna, se expusieron a los peores horrores en pos de defender a la patria – esa construcción social y cultural que, aún avasallada y maltratada, sigue teniendo un peso muy potente – y pelear por un territorio que nos pertenece. Esos pibes que sufrieron desprecio y ocultamiento cuando merecían un abrazo y un reconocimiento unánime desde el instante en que regresaron de aquellas islas tan lejanas geográficamente como cercanas en el corazón.

 

Saúl Wilfredo Pérez era uno de esos pibes. Al que le sacaron el lápiz y le pusieron el fusil en la mano, como nos dirá en esta charla que supimos tener a 40 años del conflicto. Un pibe que ni siquiera sabía adonde lo llevaban en ese periplo que fue de El Palomar a Río Gallegos y luego a bajar del avión y ver un cartel que decía “Fuerza Aérea Argentina, Aeropuerto Islas Malvinas”.

 

Saúl, quien participó en la guerra como parte del regimiento de infantería mecanizado 6 de la localidad de Mercedes, nos dice que la guerra es terrible, pero al mismo tiempo que ya allá ellos estaban enfrascados en la lucha por la supervivencia y el combate contra los ingleses y que lo peor vendría después. En las secuelas. En la reconstrucción de una vida diferente. 

 

No le gusta que le pregunte cómo se sintieron al perder la guerra. Y está bien. Ellos no perdieron. Ellos fueron a defender a la patria, empujados por una dictadura cruel que buscaba sostenerse a cualquier costa en el poder. Ellos se vieron de frente contra un enemigo que estaba mucho más preparado en todo sentido. “Estuvimos cerca”, me cuenta y grafica el rol de la Fuerza Aérea que emparejó la disputa al hundir varios barcos de la flota británica.

 

El regreso y Diego

 

A Saúl lo hieren en una pierna. El primer lugar al que vuelven es Comodoro Rivadavia donde, al igual que en otras ciudades patagónicas, se encuentran con un cariño por parte de la población que los recibe, los invita a las casas. Desde allí, él puede llamar a una tía que tenía en Morón, la única con teléfono en su familia, y confirmarles a sus padres la noticia más importante: que está vivo. Y nos revela una anécdota que habla a las claras del rol de los jefes militares. El hombre que mandaba en su división no quiere que los soldados se mezclen con la gente, quería mantenerlos ocultos. Y el director del hospital médico tiene una pelea con él, se le planta y afirma: “mientras estén acá, ellos son mis pacientes y yo sé lo que es mejor para ellos”. 

 

Después va a Campo de Mayo y en la charla con las enfermeras descubre que la vida en Buenos Aires había transcurrido del modo habitual. De hecho, el fútbol nunca paró. Y otras tantas cosas más. 

 

El tema es que la guerra terminó y hay que mirar para adelante. En el marco de un agudo proceso desmalvinizador, las víctimas son ellos, los “loquitos de Malvinas”, los que no le cuentan a nadie que estuvieron en la guerra, los que se guardan el horror pero incluso también el orgullo. Cómo conseguir un trabajo, cómo formar una familia, cómo volver a ser tras 2 meses que te marcaron para siempre. Y aparece el estrés postraumático, una forma científica de calificar lo que les pasaba, una forma de poder nombrar todos esos adioses que se producían luego de la conflagración. Arman charlas con veteranos de Vietnam y encuentran puntos en común. Son definiciones que van a ser trascendentes: la idea de estrés postraumático se va a incorporar en convenios colectivos de trabajo para entender diversas situaciones que pueden ocurrirle a cualquier persona.

 

Hay una definición interesante de los psiquiatras Bessel A. Van Der Kolk y Alexander C. McFarlane en un capítulo del libro El agujero negro del trauma: “Lo que diferencia a quienes desarrollan el síndrome de quienes sufren estrés transitorio es que los primeros organizan su vida en torno del trauma, con lo cual lo que rige las dimensiones biológicas y psicológicas del síndrome es la persistencia de los recuerdos intrusivos y angustiantes en lugar de la experiencia del evento traumático en sí”. Organizar tu vida en torno al trauma. Seguramente sea imposible de dimensionar.

 

Le digo que en la sociedad ya a esta altura el reconocimiento es total y que su lugar de héroes es indiscutible. Me responde que lo sabe pero que esos primeros años fueron muy duros y costaron muchas vidas de compañeros, angustias, dolores. Que cierta sensación de injusticia aún impera, que hace poco los reprimieron por un pedido de obra social. Que ya no son unos pibes, sino hombres de 60 que merecen respeto.

 

Aparece Diego en la charla y la emoción es aún más profunda que cuando me cuenta sobre todos estos pesares. Es increíble y no deja de conmoverme: «Diego es lo mas grande que hay, sigue vivo en el corazon de todos los argentinos, en los amantes del deporte y seguramente cuando partió, que se nos fue muy muy temprano, allá en el cielo lo recibieron los muchachos, los compañeros y estarán jugando ahí un picadito». Tiene claro que el fútbol no es una guerra pero define a ese partido como una especie de revancha y nos ofrece el título de la nota: «los goles de Diego fueron como hundir a la flota británica».

 

Rescata «la fuerza, el ímpetu de los muchachos» en esa gesta deportiva y recuerda como vibró con el relato de Víctor Hugo, con ese «modo único e histórico de transmitir emociones».

 

Finalmente a 40 años nos deja una reflexión que debemos tener presente: «Malvinas para mi significa patria, significa soberanía, significa memoria y debería también significar justicia. Lamentablemente con el tema de la justicia no estamos de parabienes, debido a que hay denuncias realizadas por violaciones a los derechos humanos cometidas en Malvinas por parte de personal de las FFAA en perjuicio de soldados (como dirían en ese bellísimo y crudo film Iluminados por el Fuego «una institucionalidad armada que bien supo torturar a su pueblo, pero que en una situación de guerra se mostró cobarde y no fue capaz de mostrar la mínima decencia con los suyos»). Malvinas es de todos los argentinos, nos pertenece a todos y hay que seguir manteniendo en alto esa bandera».

 

Gracias Saúl. En tu nombre, homenajeamos desde aquí a todos los soldados que pelearon en Malvinas, a los que hoy ya no están y a los que siguen dando batalla en el día a día. Por siempre serán héroes.

 

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