Por Enzo Dattoli (@enzo_dattoli)
“Iván vende latitas y a mi me paga la latita”. El que lo dice es Cristian «el Ogro» Fabbiani. Iván es Iván Buhajeruk, mediáticamente conocido como Spreen, uno de los streamers más destacados de Argentina. Y “la latita” es Speed, la marca de energizantes que tiene al abogado Víctor Stinfale como uno de sus propietarios.
Stinfale también es la principal cabeza de la gerenciación de Deportivo Riestra. La frase de Fabbiani, expresada a principios de octubre por el entrenador del equipo, fue tan sincera y genuina que descolocó a muchos. Ahora, Riestra está en el foco de la escena por el empate ante Boca en La Bombonera que lo ubica, parcialmente, en la séptima posición del torneo argentino. Pero no hay historia sin contexto.
En 2017 ocurrieron los dos hechos que posicionaron por primera vez a Riestra en los medios. El primero fue la clase de tiros libres que Diego Maradona -cliente de Víctor Stinfale en aquel momento- les dio a los jugadores del Malevo. La segunda fue la polémica que envolvió su ascenso a la segunda división ante Comunicaciones en la final: áreas agrandadas por fuera del reglamento, invasión de un jugador para terminar antes el partido, suspensión y posterior reanudación de los cinco minutos restantes en tiempos de tres y dos minutos respectivamente.
La historia terminó con el ascenso de Riestra, pero con la quita de 20 puntos y una multa económica. Sin embargo, eso no evitó que los blanquinegros siguieran su camino y finalmente llegaran, en 2023, a la máxima categoría, culminando un ciclo de cinco ascensos en diez años. Esa final absurda y digna de un cuento de Fontanarrosa, sin saberlo, marcó el comienzo de sus hitos controversiales orquestados por una figura detrás.
Es un club sin casi identidad. Su cara es el logo de los energizantes Speed y aunque las Sociedades Anónimas Deportivas -aún- están prohibidas en el fútbol argentino (pese a los arduos intentos del presidente de la nación por instalarlas), Víctor Stinfale, gerenciador del club, actúa casi como dueño desde su llegada en 2012. Una SAD encubierta.
Desde su ascenso -a la fama y a la primera división-, Riestra se destacó por cosas no tan ligadas al campo de juego. En 2024 buscaron adjudicarse el récord de tener el debut más joven en la historia del fútbol argentino: Mateo Apolonio, de 14 años y 29 días.
Quizás Fabbiani no se preguntó si era el momento para hacerlo debutar (perdiendo 1 a 0 en un partido por Copa Argentina), tampoco si iba a cambiar el eje del juego (faltaban apenas minutos para el final y ni siquiera tocó la pelota) y mucho menos si el jugador estaba listo para eso.
El contexto, las cámaras, los periodistas, las notas en todos los diarios y revistas del día siguiente podían abrumar a un pibe con solo 14 años recién cumplidos. Pero lo hizo igual. Lo importante es que hablen, no importa el cómo y ni el qué. Para rematar la situación, posteriormente se demostró que ni siquiera el récord reclamado les correspondía, tal como contó Roberto Parrottino para Tiempo.
A su vez, en la misma línea temporal, suceden tres hechos aislados entre sí, pero unidos por un mismo hilo conductual: el marketing. Valentín Torres Erwerle es -dicho por él mismo- un aspirante a periodista deportivo de 19 años que construyó una carrera, principalmente en la red social X, publicando historias y datos curiosos con los que juntó 230.000 seguidores. A principio de año lo captaron como nuevo jefe de prensa.
Luego vino la contratación de Jaime Barceló, el arquero proveniente del Defensores Unidos de Zárate que se hizo viral en TikTok por documentar su carrera y sus entrenamientos en Finlandia. Pocos días después, saltó a la luz la decisión de Riestra de inscribir en la lista de jugadores aptos para disputar los partidos oficiales a Iván Buhajeruk, alias Spreen, un streamer con millones de seguidores entre todas sus redes que nunca había jugado profesionalmente en un club.
Tal vez no busquen captar a los mejores, sino a los que atraigan mayor cantidad de personas e impulsen la marca. Después de todo, de eso se tratan las empresas. Y aunque la estrategia funcionara y miles de personas quisieran ir a la cancha a alentar al equipo, no todos podrían hacerlo. El Estadio Guillermo Laza tiene capacidad para tan solo 3.000 espectadores repartidos en tres tribunas y sin luz artificial, lo que imposibilita a Riestra y sus rivales a jugar partidos de noche.
Tras su último ascenso, recibió la aprobación para hacer de local en su estadio por parte de la Liga Profesional, quien consideró que no era un inconveniente el aforo del mismo ni el detalle de la iluminación. Esa misma Liga fue la que en plena pandemia, cuando no podían ir espectadores, le negó a River la petición de jugar en el campo de entrenamiento por las reformas en el Monumental, ya que argumentaba la intención de “cuidar el producto”.
No todas las cosas que suceden en Riestra tienen un objetivo futbolístico. A los debuts prematuros y las contrataciones mediáticas, se le suma una pretemporada que comenzaba con un primer turno a las 3 AM, sin fundamento científico más que para imitar la escena de la película Rocky. O los entrenamientos de boxeo y spinning. O el arquero Ignacio Arce bebiendo de una latita de Speed en pleno partido para que todas las cámaras lo capten.
Nadie puede, aun así, quitarle el valor a Riestra por lo conseguido dentro de la cancha hasta ahora. Podría decirse que no es su culpa haber disputado unos minutos con 12 jugadores. El juego al límite del reglamento para ascender a la primera división -que generó tanto repudio- dependía de un árbitro que estaba ahí para hacer justicia. No se puede negar la carga histórica de sus triunfos ante River, Independiente y San Lorenzo. O su más reciente empate en la visita a Boca.
Se podrán discernir en las formas, pero nadie puede decirle que no es legítimo su séptimo puesto en un torneo de 28 equipos por encima de instituciones que tienen decenas de títulos y logros. Será otro debate encontrar la conexión entre sus decisiones injustificadas en la cancha con sus victorias de los últimos meses.
O a lo mejor sí haya una explicación, y es que al final de todo es simplemente fútbol. En el que no siempre gana el que hace las cosas de la manera correcta ni pierde el que lo hace de manera equívoca. Eso es el fútbol. Y tal vez por eso nos gusta.
