Pablo Aimar, o el arte de disfrutar

Por Roberto Parrottino (@rparrottino)

“Hace poquito fuimos a Londres por un partido con la selección”, dice Pablo Aimar, sin nombrar a la Finalissima que Argentina le ganó a Italia en Wembley. Está en el auditorio del Monumental, invitado por la Fundación River en el marco de una charla sobre el rol del entrenador en la formación de juveniles, porque Aimar, además de ayudante de Lionel Scaloni en la selección, es el DT de la Sub 17. Y cuenta que se quedaron con las ganas de hacerle una ofrenda al fútbol: visitar el bar en el que se le pusieron las reglas al juego. La Freemason’s Tavern, en el centro de Londres, donde el 26 de octubre de 1863 se separó fútbol y rugby, se perdió a Aimar. “No nos dio el tiempo. Era en agradecimiento al deporte, para agradecerle a esos tipos por haberlo hecho”. Aimar ama al fútbol-juego. Lo expande, lo conceptualiza, lo cuestiona, lo cuida, lo piensa, lo humaniza. Y, sobre todo, lo disfruta y propaga el disfrute. Vale disfrutar, así, su edición de La Pelota Siempre al 10.

Aimar contó que el momento que más disfrutó en el fútbol fue con Estudiantes de Río Cuarto, a los 13 años, cuando jugó el torneo provincial de Córdoba en Oliva. Alojado con el equipo en un pabellón del Hospital Colonia Dr. Emilio Vidal Abal, convivió con pacientes psiquiátricos. “La pasamos buenísimo. Salimos campeones y siempre decimos: ‘Pasamos un fin de semana de locos’”. Eran tiempos en los que se colaba a jugar en campitos prohibidos, de los que, descubierto, huía con sus amigos saltando alambrados, perseguidos por los perros de caza. A Estudiantes de Río Cuarto volvió a los 38 años: debutó en la Primera en un partido de Copa Argentina y, 50 minutos después, se retiró como profesional. Antes de salir a la cancha, Aimar les había dicho a los compañeros: “Los voy a envidiar con maldad”. Tímido en sus inicios, cómodo alejado de la prensa – odia(ba) los puntajes de los diarios, las exageraciones – y siempre esquivo del fútbol-show y cultor del perfil bajo, aprendió por su abuelo que el fútbol le daba la posibilidad de que lo escucharan. Aunque para Aimar siempre fue mejor escuchar que hablar: “Tenemos dos orejas y una sola boca”.

Formado por José Pekerman en las selecciones juveniles, guiado por Marcelo Bielsa en la mayor y tertuliano post retiro en la mesa de César Luis Menotti – su padre le puso “César” de segundo nombre por él, ya que Pablo nació un mes después del Mundial Sub 20 de Japón 1979 -, Aimar es un faro de ideas en la reconversión del fútbol argentino. Rescata en cada ocasión el disfrute del juego, aunque la selección suponga el pico más alto en la alta competencia. Y a los juveniles -que integrarán en el futuro la mayor-, les baja “ocho mandamientos”: “Sentido de pertenencia (dar todo por la camiseta), determinación (resolver con valentía), humildad (reconocer errores, dejarse ayudar), generosidad (dar más de nuestro 100%), entusiasmo (tener ganas de hacer, contagiar), respeto (por favor, gracias, permiso, buenos días) y trabajo en equipo (ninguno es tan bueno como todos juntos)”. Ricardo Tomás, el Payo, su padre, dijo alguna vez que a Pablo le gustaría ser un chico para siempre. Un halo juvenil parece rodear a Aimar. “Para jugar al fútbol, hay que disfrutarlo, no se puede ir como a una oficina -dijo él-. A mí me gusta disfrutar, jugar, aportar, participar”.

Su figura de sabio de la pelota -la tonada cordobesa tranquila, como si bajara del Cerro Uritorco- es ahora más explorada por el periodismo. Y va más allá del juego, trafica metamensajes, porque, como dijo Menotti, “el que solo sabe de fútbol, ni de fútbol sabe”. “La autoestima alta es fundamental, no sólo en los deportes. No tiene nada que ver con la soberbia: autoestima. Hoy, que soy entrenador, me gustan los jugadores con autoestima alta, la gente que tiene confianza en lo que sabe, en lo que es, en lo que cree, en lo que dice”, le apunta al psicólogo deportivo Carlos Saggio en plena pandemia, en una charla virtual. “Está lleno de remeras. ‘Persevera y triunfarás’. Está lleno de slogans y de dichos. Pero los que lo hacen no son tantos. Varios de los chicos de la selección mayor nunca bajaron los brazos”, remarca medio año después del título de la Copa América de Brasil 2021, en una conferencia con el Sports Business Institute Barcelona. Y así, los ejemplos se acumulan.

-¿Quién es Pablo César Aimar? -le preguntó el periodista Diego Borinsky – también parte de esta edición – en la clásica entrevista 100×100 de El Gráfico, en 2017. Todavía no había llegado a las juveniles de la selección.

-Ehhh, un riocuartense que empezó a jugar al fútbol porque le gustaba, y que dejó de jugar porque ya no podía más, porque ya no lo disfrutaba por diferentes motivos.

Aimar, o el arte de disfrutar.

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