Por Melu Kaler (@melukaler)
En este momento del país, la Selección Argentina es de las pocas cosas que nos hacen sentir confianza. Esa es la sensación que me genera ver a Argentina a la final y a Messi invitándonos a volver a soñar. Y yo a los partidos los veo con un cuadernito al lado donde anoto jugadas, sensaciones, posibles comentarios para una transmisión, así que cuando me senté a escribir lo primero que hice fue agarrarlo y vi que en ambas semifinales repetía muchos conceptos. A partir de esas anotaciones, intentaré explicar por qué Colombia y Argentina llegan a la final con un toque de magia.
Pasaron los cinco minutos y, aunque Canadá propone un bloque defensivo muy cerrado y buscan sorprender de contra principalmente con Shafellburg, no dejan de transmitir esa seguridad de ser los últimos campeones de América. Y del mundo. Como en la vida, cuando los números acompañan, la autoestima aumenta y nos animamos a más.
“Él [Messi] es como un hermano mayor para nosotros. Me emociona porque lo vi sufrir un montón, lo vi muy preocupado”, fue lo primero que dijo Rodrigo De Paul, el mejor jugador del partido, interrumpiéndose a sí mismo en la nota post clasificación a la final.
“Le dije que disfrutara, porque el esfuerzo más grande que hizo es para que nosotros nos podamos sentir seguros en la cancha viéndolo ahí. Creo que todos los argentinos tenemos que estar muy orgullosos del capitán que tenemos y lo tenemos que disfrutar hasta el último día”, finalizó De Paul, todavía con la voz quebrada y el cansancio solapado con alegría.
Estaba escribiendo sobre la sociedad del 10 con los delanteros y cómo siempre los ve cuando nadie más lo hace. No puedo terminar la oración, el relator dijo su nombre. Pase filtrado que nadie esperaba, pero que él vio. Ni siquiera Julián sabía que ese espacio estaba disponible para pasar, y por eso la jugada no va a quedar en el el resumen del partido. Pero antes de los 15 él ya lo vio, y lo va a volver a hacer.
“Siempre le he hecho saber que él era mi ídolo. Le vivo diciendo que es un crack y que se lo merece”. No, no es Rodrigo el que habla, aunque tranquilamente podría haber sido. Es Luis Díaz, también emocionado después de la gran victoria frente a Uruguay, cuando le preguntaron por James Rodríguez.
“Tiene mucha jerarquía, mucha capacidad para jugar, para dar una asistencia, para jugar al fútbol como se tiene que jugar”, destacó el ya no tan niño sobre aquel jugador al que admiraba por la tele y que hoy lo hace como compañero. Sí, también lo podríamos haber dicho de la mayoría de los jugadores argentinos acerca del otro capitán.
Y no lo veo como una casualidad. Son líderes adentro y afuera de la cancha, y eso se traduce también en resultados. Porque se nota que todos se contagian de ellos que, aún siendo los mejores de su país (y del mundo en el caso del nuestro) y ser injustamente cuestionados, siguieron intentando. Siguieron jugando. ¿Cómo no vas a seguir vos si ellos, después de todo, hoy lograron llevarte a una final?
Gracias Argentina por hacerme quedar bien frente a mis amigas, a quienes les dije que íbamos a meter un gol antes de los 30′. El grito de alegría fue total. Fue un grito camuflado con esa sonrisa que solo se puede traducir con un “¡qué hijos de puta!”. Era lógico que nos quisieran cerrar los espacios en el medio, pero cuando hay un equipo contagiado de magia, el arte sucede.
Qué ingenuos quienes pensaron que si achicaban los espacios entre la línea del fondo y la del medio Argentina no iban a poder encontrar a Julián. ¿Y los que dijeron que La Araña estaba sin poderes?. Eso también me hace reír. Ellos nunca nos defraudan.
Trato de observar a los rivales que pasan cerca de James, especialmente Bentancur. Como a Lío, al capitán colombiano lo tratan de bloquear en cada centímetro de la cancha para evitar cualquier truco que tenga bajo el botín. Pero sabiendo eso, y de un modo muy silencioso, James le genera espacios a otros, como a Lerma, Díaz o Muñoz.
Agarré el cuaderno para revisar algo del 10 colombiano. Pasé de hoja pensando que había agarrado la parte de Messi, y tuve que volver un poco sorprendida. Había leído “inteligencia emocional, lectura de momentos”, y automáticamente pensé en el argentino. Pero también lo había anotado por Rodríguez.
Y esas cinco palabras me ayudaron a definir, al menos en parte, a estos dos capitanes. Saben cuándo correr, cuándo tener paciencia, si buscar desde el fondo o quedarse de enganche, si correrse porque tienen tres marcas encima o gambetear porque les dieron un centímetro. Las vivieron, aprendieron y demuestran por qué hoy son la brújula de sus equipos.
El segundo lo grité sabiendo que era imposible que el VAR me lo arruinara. Confié ciegamente en él. Si la toca, está habilitado. Sino él se corre, deja que los otros se luzcan. Si estaba ahí es que estaba bien ubicado. La rapidez en un lateral, la viveza entre el líder y su pegamento en esta selección, De Paul, el remate de Enzo, un pibe que se volvió indispensable en la circulación del juego, y el toque mágico del 10.
Lionel nos hace sonreír como si esa inocencia al ver por primera vez un truco pudiera durar para siempre.
Uruguay tuvo las más claras hasta este momento que tiene que salir Bentancur, uno de los fundamentales en el equipo de Bielsa. Pero no se bien por qué, o sí, siento a Colombia más viva que nunca. Tal vez por la velocidad de las contras o puede que sea por la famosa máxima de que los goles que no se convierten en un arco se pagan caro en el contrario. O quizás, y esta es la que más me cierra, por saber que James está ahí.
Magos como James no precisan mucho tiempo para desplegar sus trucos. Necesitó solo esos nueve minutos que pasaron entre que salió Bentancur y lo expulsaron a Muñoz para lograr destrabar el partido. Tenía que tener una, y ese córner a los 39 minutos fue la oportunidad perfecta para seguir demostrando por qué es uno de los MVP de la competencia.
Ese centro tan hermoso y preciso en una semifinal de la Copa América solo lo logra un crack. Jefferson Lerma, como lo había hecho Julián tras el pase magnífico de De Paul, coronó la magia de su asistidor con calidad extrema. El jugador del Crystal Palace saltó más que varios uruguayos juntos y, de pique y al palo del arquero, selló el pasaje de su país a la final.
Digo que lo selló porque el segundo tiempo fue aguantar, sostener un resultado con uno menos y sufrir por un palo de Suárez o con cualquier pelota parada en contra. La cara del 10, ya en el banco pero haciendo movimientos con la cabeza como si manejara la pelota con su mente, lo demostraba. “Llevo trece años queriendo esto”, dijo totalmente quebrado cuando terminó el partido.
Porque los héroes también sufren, pierden, son criticados y se frustran. Los héroes también necesitan de guías y compañeros. Y hay dos personas que le devolvieron la identidad a estos héroes, y merecerían una nota aparte.
“Sé del amor que tiene por estos colores, por eso me dolió mucho cuando lo criticaron tanto, por eso confié en él, porque su compromiso con la selección es supremo. Ahora corre menos y piensa más, y eso lo ayuda también. Tiene un equipo que lo rodea bien y que le da alternativas a su juego”, afirmó el entrenador de la selección colombiana, Néstor Lorenzo, antes del arranque de la Copa.
Y así como al principio de la nota mencioné el parecido en las emociones de Díaz con las de De Paul o confundí las anotaciones de mi cuaderno sobre ambos 10, acá tranquilamente podría haber sido Scaloni el que estuviera declarando sobre Messi en otro momento del recorrido.
Como dijo José Pekerman, una persona que sin lugar a dudas tuvo mucha influencia en ambos técnicos finalistas, Scaloni logró que Messi fuera feliz en la Selección Argentina. Y Lorenzo, me atrevo a decir, hizo lo mismo con James. Les devolvieron la identidad.
Al menos hasta el domingo hay dos países que están felices… por ver a sus héroes felices.
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excelente, análisis y visión del juego, una precisa reflexión de cada 10 y sus dt.
me dan ganas de ver un partido a tu lado y charlando al respecto. te felicito y ojalá la vida te de la posibilidad que mereces.
adelante….siempre adelante….con toque y paredes, pero siempre adelante… colega!!