Luis Enrique sembró un modelo

Hacemos un balance de lo que fue el ciclo de Luis Enrique en la Selección de España.

Por Sebastián Rosa (@cortayalpie11)

Luis Enrique llegó a dirigir a España con la responsabilidad de encabezar un recambio luego de que la mejor generación de su historia, la que había conquistado el mundo, decepcionara en los mundiales de 2014 y 2018. Desde su llegada comenzó un ciclo donde fue eje y líder, figura central del seleccionado. Si algo priorizó Lucho fue la conformación de un equipo en torno a una idea. El plantel se iba a adaptar siempre a la propuesta.

Sin grandes figuras mundiales, con los últimos pasos de los grandes campeones restantes, el potencial español no pasaba por la calidad de sus jugadores sino por su capacidad de conformar un equipo unido detrás de una idea que identifica al juego de La Roja desde su gran salto en 2008. No es que España no contase con muy buenos jugadores, pero ya no tenía grandes estrellas mundiales en su apogeo. Los Ramos, Piqué, Busquets, Alba, ya estaban en sus partidos finales, la generación siguiente no había dado el salto a la élite mundial y los jóvenes todavía eran demasiado jóvenes.

Si algo logró Luis Enrique fue devolver al equipo un nivel de competitividad alto que lo llevó a disputar instancias finales en grandes torneos. Además, logró integrar en ese ciclo a talentos prometedores de la nueva generación haciéndolos parte fundamental de su equipo, apoyándolos y dándoles responsabilidades enormes mientras los experimentados los apoyaban.

Así combinó a Pedri y Gavi con Busquets logrando un rendimiento excelente, incluso superior al que conseguían juntos en el Barcelona. Es que el equipo tenía una identidad tan marcada que no parecía un seleccionado, sino un club en el que podían entrenar día a día juntos, y de ahí su gran fortaleza.

En contraposición, este modo de priorizar adaptabilidad a los roles por sobre potencial individual o momentos de rendimiento llevado al extremo significó la renuncia a convocar a ciertos jugadores de muy buena calidad y grandes momentos. El caso más resonante es Thiago Alcántara, que nunca alcanzó en la selección el nivel que tuvo en Bayern Münich o Liverpool, pero es un talento descomunal. También otros nombres que podrían haber brindado al plantel de variantes para cuando fallara el plan A: Borja Iglesias en la punta o Mikel Merino en el centro del campo podían responder a perfiles más físicos que permitieran un plan más replegado o de ida y vuelta, por dar dos ejemplos.

Aunque no creo que se pueda señalar una gran ausencia en este equipo que explicase la eliminación mundialista, este fue un tema central del paso de Luis Enrique como seleccionador. Cada lista, cada decisión, fue puesta bajo la lupa, leída y criticada en dos claves perjudiciales y problemáticas.

La primera es desde las camisetas de los clubes. Su vínculo histórico con el Barcelona, su pasado y la convocatoria de una gran cantidad de jugadores del club que, por estilo y adaptación a su propuesta, consideraba importantes, estuvo señalada tanto como los pocos convocados del Real Madrid, aunque tampoco tenga tantos titulares españoles en el club, por no decir casi ninguno.

La segunda tiene que ver con los modos contestatarios y confrontadores del propio Lucho, que poco se queda callado, hace saber sus enojos y opiniones. Él se construyó como centro de las críticas a la selección, como su figura más mediática, protegiendo a sus jugadores mientras se exponía en la esfera pública.

Su movimiento final fue la incorporación a Twitch como streamer durante el Mundial. Una decisión que celebramos, que disfrutamos, que lo acercó mucho a los hinchas al atenderlos directamente. Y que también expuso a gran parte de la prensa, tanto por la banalidad y saña de sus preguntas como por la posibilidad de saltar el filtro de los medios hegemónicos para encontrarse cara a cara con los usuarios dispersos en cada hogar. Habilitó un espacio para hablar de fútbol, para explicar los partidos, para contar sus ideas en torno al rol del entrenador y también para conocerlo en su faceta más cotidiana y humana, con sus bromas, su historia familiar y sus ideales, buscando siempre desdramatizar el juego y la competencia, sin dejar de ser un animal competitivo.

El desafío mayor era el mundial. Comenzó con una goleada histórica sobre Costa Rica, y la ilusión se levantó a puntos quizás injustificados. Enfrentó a Alemania imponiendo condiciones. Pero llegó el primer gran golpe con la derrota ante Japón. España encontró su antítesis en el equipo que más desdeñaba la tenencia de la pelota. Y aunque, sin jugar un gran encuentro, manejó el primer tiempo a gusto, no supo manejar el adelantamiento nipón cuando salió a presionar y en diez minutos le dio vuelta el resultado y la cabeza.

Como segundo del grupo le tocó enfrentar a Marruecos, la gran revelación de Qatar 2022. Otra vez un modelo opuesto y el tipo de partidos que más le cuestan. Porque España hizo de la tenencia de la pelota un culto, pero sin gambeteadores que rompieran los moldes en el mano a mano, sin grandes jugadores para picar a espacios vacíos, y contra un equipo metido que no le daba espacios para romper al espacio, no lo salía a presionar ni descuidaba espacios interiores, no se rompía la paridad.

Ahí Luis Enrique tuvo sus fallos. La posición de Pedri pasando a la derecha y demasiado retrasado, lo que alejó al mejor pasador del área y del juego entre líneas. Llorente como lateral llegando al área por dentro y sin doblar juego por fuera, lo que reforzó la tendencia a terminar en centros, y la sensación de que todo el juego español se podía caer como castillo de naipes ante un viento fuerte emocional.

La eliminación fue por penales, donde comenzó fallando y corrió siempre desde atrás. El golpe fue duro, quizás demasiado para un equipo al que se le exigía como candidato y que, por su estilo, por su liderazgo y sus formas siempre estuvo mirado con desconfianza crítica.

La semilla está plantada. Luis Enrique apostó por talentos muy jóvenes, dándoles un lugar protagónico. Pedri y Gavi, como bandera. Rodri, Dani Olmo, Ansu Fati, Baldé, Nico Williams, Yeremy Pino, Oyarzabal (ausente mundialista por lesión), serán parte fundamental de la continuidad del proyecto.

La elección de Luis de La Fuente, conocedor de estos jóvenes en su trayectoria como seleccionador sub-21 y la continuidad de un modelo de juego similar, son un muy buen paso para seguir regando y cosechar los frutos que sembró Luis Enrique. Mientras, también, nos quedamos pendientes a su carrera y con ganas de ver sus nuevos desafíos.

Foto: Twitter (@MarioDoncel2)

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