Por Agustín Heidenreich (@Heidenreich_a)
Nico Paz, joven nacido en Tenerife con raíces argentinas (muy argentinas) despierta el interés general con prestancia y calma en sus movimientos. Ser convocado por Carlo Ancelotti y Lionel Scaloni habla mucho de la personalidad y esencia que lleva. No es ni el más ágil ni el más veloz, pero como los grandes jugadores, es consciente de sus características tanto físicas como técnicas y se adapta perfectamente a ellas.
Él y el juego coexisten a través de la pelota. Los reiterados contactos con ella lo hacen crecer en el partido, libre de posiciones o instrucciones. Las normas son dictadas por la pelota y lo sabe perfectamente. Entender los entresijos del imperfecto medio que lo rodea le da muchísimas ventajas a su juego, se siente cómodo conviviendo con el caos.
Justamente por eso último hay un abismo entre el Nico que se mantiene como volante por derecha y el Nico que recorre la cancha en base a su intuición e interpretación. Darle libertad a este tipo de jugadores es influir directamente en el juego asociado de un equipo. Es un enganche de elegancia única con una amplia capacidad creativa puesta para ser desafiada por el entorno. No repite gestos; es pura autenticidad.
Las raíces son identidad
Para responder preguntas sobre su estilo e identidad primero debemos indagar en el pasado, entender en qué forma y contexto se desarrolló en su infancia futbolística. En una nota para ESPN su padre, Pablo Paz, relata cómo fueron los primeros pasos en el futbol de su hijo; “El empezó jugando de delantero, pero en Tenerife hasta los 12 años se juega futbol 7, el delantero no es fijo, sube y baja, va por todos lados…”.
Se ve clarísimo en su juego. Es natural en él la búsqueda de la pelota, aún mantiene ese instinto infantil: no es estático, se asocia, dibuja paredes, busca apoyos. Este es el verdadero atractivo de su juego y por eso se relaciona tanto con el fútbol sudamericano. En cada pausa, gesto o toque destila la confianza de quien se siente completo con la pelota en los pies.
La estética de los recursos utilizados invita al público a interesarse en él, sumergirse en lo indescifrable de sus movimientos. Su exquisita zurda le permite ser el encargado de las pelotas paradas y probar de media o larga distancia si lo cree necesario.
Desprende elegancia en cada movimiento y es un gran protector de la pelota, sabe puntearla para seguir con la posesión y coloca bien el cuerpo. Sus gestos no dan indicios ni pistas, genera duda en el oponente y sabe jugar con ese vértigo. Su sensibilidad le permite llevar sus gestos al límite, una de las virtudes más maravillosas de apreciar en el fútbol.
Otro enganche para la tierra de los enganches
En la pasada Copa del Mundo de Qatar 2022 la Selección Argentina supo llenar el mediocampo con jugadores que alguna vez fueron enganches. Las condiciones dadas favorecían al juego; fluidez, creación, asociaciones. Naturalidad.
Sería adecuado imaginarse a Nico en los esquemas funcionales de Lionel Scaloni. Sus características e inconsciente búsqueda de la pelota en pos de la progresión ofensiva son rasgos que denotadamente el entrenador de la Selección Argentina busca para sus equipos. Contemplar el progreso de Nico en la Selección con la influencia de una persona tan importante para nuestro fútbol como es Pablo Aimar será toda una travesía.
Tango en la Casablanca
El Real Madrid de Carlo Ancelotti está centrado en potenciar la calidad del equipo, es aventura cada semana. Prevalecer las relaciones entre los jugadores y la movilidad de los mismos crea un ambiente ideal para jugadores como Nico con su constante deseo de asociación. Es posible imaginarlo en un esquema rodeado de los talentosos y solidarios jugadores del Madrid. Formar parte de los movimientos colectivos inventando paredes con delanteros y mediocampistas es factible en un futuro cercano.
Los enganches brillan, despiertan sensaciones, quitarle protagonismo es quitarle esencia al deporte. Estos jugadores hablan con personalidad, picardía y carisma en sus gestos. Nico tiene el sentimiento que le da vida al fútbol. Es una esperanza de resistencia.