Por Daniel Reinoso (@futymultitudes)
Año 1965. En el país gobernaba el doctor Arturo Illia, presidente acosado por el sindicalismo y el poder militar. No le aceptaban, entre otras cosas, el aumento del presupuesto educativo. Independiente de Avellaneda se consagraba Campeón de la Copa Libertadores de América al vencer a Peñarol de Uruguay en la final. Leopoldo Marechal publicaba su notable obra, El banquete de Severo Arcángelo. Rodolfo Walsh hacia lo mismo con Los oficios terrestres. El Martin Fierro figuraba entre los libros más vendidos. Eran algunos de los sucesos de la época.
En el fútbol, hubo uno que, en apariencia no tenía relevancia. El 2 de mayo, y por el torneo argentino en 1 y 57, se enfrentaron Estudiantes de La Plata y Boca Juniors. Empataron 2 a 2 con goles de los Rojas, Alfredo y Ángel Clemente para Boca y para el Pincha marcaron Conigliaro y Juan Ramon Verón. El resultado quedó para las estadísticas.
Lo significativo del partido fue el enfrentamiento, por primera y única vez como futbolistas, de Carlos Salvador Bilardo y Cesar Luis Menotti, dos jugadores más en el campo de juego. Todavía no sabían lo que les depararía el destino en materia de protagonismo. El tiempo, las diferencias, los medios, los transformarían en mitos.
El Narigón, limitado técnicamente, corredor, detallista, su mayor virtud, leer los partidos. Ya era un técnico dentro de la cancha. A algunos de sus compañeros los cansaba de tantas indicaciones. Cuentan que Carlos Pachame, compañero de equipo, en medio de un partido, le dio una trompada, harto de que le comiera la cabeza con sus arengas.
El Flaco, piernas largas y de andar cansino, elegante con la pelota, corría lo necesario. Antonio Rattin, contó “Jugábamos en cancha de Boca y estábamos perdiendo, me acerco y le digo: —Corré Flaco, estamos perdiendo, nos van a matar a todos. Menotti se dio vuelta y me contestó: —Lo único que falta que, para jugar al futbol, tenga que correr”. Así como jugadores, fueron como entrenadores.
Antes de obtener el título más importante que un entrenador aspira, ser campeón del mundo, Menotti en el ´78 y Bilardo en el ´86. Fueron campeones en recordados equipos, Bilardo en el año 1982 – aunque el torneo se definió en 1983— con Estudiantes de la Plata, con jugadores de la talla de Sabella, Ponce, Trobbiani, Miguel Ángel Russo.
El Flaco Menotti con el inolvidable Huracán del ´73, con una delantera de lujo, Houseman, Brindisi, Avallay, Babington, Larrosa y con Fatiga Russo en el medio.
Con estilos y gustos diametralmente opuestos, marcaron sus diferencias, no solo en lo futbolístico, también lo fueron en la música, el cine, la cultura, la política.
Al Flaco le gustaba escuchar música de Piazzolla, Mercedes Sosa, Serrat, Pugliese. A Bilardo le encantaba la cumbia, los Wawancó sus predilectos, los tangos de Juan D’Arienzo y Julio Sosa,
En política, Menotti simpatizaba con la izquierda, Bilardo nunca defendió una bandería a viva voz, pero de izquierda, no era.
Estas y otras diferencias transformaron una amistad, en la grieta más profunda que alguna vez haya dividido al fútbol argentino en su historia. Los medios afines que apoyaban a uno y denostaban al otro, fueron parte de esta guerra dialéctica.
Gente cercana al cuerpo técnico del seleccionado, que encabezaba Bilardo, aseveran lo que colmó la paciencia del Narigón, fue la crítica peyorativa por parte de Menotti cuando la selección perdió un amistoso con el Valladolid de España, en su preparación para México 86. Para el Flaco jugar y perder con un equipo que no fuera una selección, era perder prestigio.
Bilardo no aguantó la falta de respeto y traición de alguien, que también había sido entrenador del seleccionado y que había sufrido los mismos escarnios de la detracción.
A partir de allí, munición gruesa, de todos los calibres. Menos de la familia, se dijeron de todo. El egocentrismo de ambos tuvo su manifestación. Menotti dijo que Bilardo fue elegido por barato, mientras que él se fue de la selección por caro. Golpes bajos y denigrantes. Hubo gente que intentó un acercamiento, tal es el caso de Roberto Marcos Saporiti, amigo de ambos, su mediación no prosperó. Enemigos irreconciliables.
Desde ese partido han transcurrido 58 años y nunca, aun con diferencias, se sentaron a compartir un café. Los dos más importantes técnicos que tuvo la Selección Argentina de futbol en su historia.
El doctor se enfermó. El Flaco, quizás un poco tarde, tuvo un alarde de sensibilidad y se refirió sobre el estado de salud y deseo su recuperación. De la otra parte no hubo respuesta, su deterioro no le permite responder.
Si la pelea empezó por diferencias futbolísticas, hay que recordar que antes que el menottismo y el bilardismo nacieran y fueran considerados estilos de juego, hubo grandes equipos que jugaron bien y mal al futbol.