Por Matheus Ghelli (@analixta)
Estaba el martes por la tarde en un entrenamiento táctico preguntándome por qué un argentino le pedía el número a un brasileño. Las respuestas en mi cabeza eran obvias, chistes sobre la final de Copa o la llegada de Juanfer Quintero a Brasil. Aunque en realidad mi mayor preocupación eran los vientos que aullaban en el estadio Luso Brasileiro y las nubes negras rociando agua por toda la ciudad.
Entre dos toques y apoyos laterales tuvimos un descanso y vi en la pantalla del teléfono que me pedían que escribiera sobre Pelé. Esas palabras no tenían mucho sentido en mi cabeza. “¿Por qué voy a escribir sobre Pelé?”, “¿Por qué me llaman para hablar de él?”, “¿Quién soy yo para hablar de O Rei?”. Mi primera reacción fue decir que no estaba capacitado para hacerlo, nunca había visto jugar a Pelé, no estoy cerca de Santos para sentir y vivir su vida y ni siquiera me conmovió mucho su muerte.
Pasaron unos días y vi videos para hablar del fútbol de Pelé, sus goles importantes, sus títulos, sus dichos. Nada de eso me tocó. Traté de buscar fotos, pinturas, textos. Mi corazón siguió latiendo normalmente.
Decidí parar para relajarme unos momentos fuera del fútbol y empecé a ver canales en la televisión. ¿Venta de productos? No. ¿Películas? Nada me convencía. Hasta que me detuve en un canal de historia que hablaba sobre la formación de la civilización de Italia, el pueblo italiano. Descubrí que Dante Alighieri fue el fundador de la lengua italiana y que lo que vemos de la lengua, los gritos histéricos y los movimientos coordinados de las manos mientras hablan, todo empezó con aquel poeta. En ese momento temblé y casi lloré. Ahí me enteré que yo era Pelé.
Sí, es exactamente como usted (quien creo que puede estar asombrado o riéndose) lee. Soy Pelé, un joven de Río de Janeiro, soy el Rey del Fútbol. Pero no soy solo yo. João, de São Paulo, es Pelé. María, de Bahía, es Pelé. Pedro, de Amazonas, es Pelé. Brasil es Pelé.
Olvídese de todos los libros de historia que dicen que D. Pedro I fundó Brasil. Olvídense de todas las tonterías de gritar independencia, sequen el río Ipiranga. Quien fundó Brasil fue Pelé.
Me detuve a imaginar lo que sería si no fuera por el Rey, si Edson no se convirtiera en Pelé. Todavía no he encontrado una respuesta a esa pregunta. Creo que Brasil sería una isla aislada del mundo, sin conexión con otros pueblos. Viviríamos sin identidad, sin risas, sin felicidad. El ritmo desafinaría, el Curupira tendría los pies en la dirección correcta, el delfín sería gris, la mula tendría cabeza, la Garota no sería de Ipanema, las casas no olerían a amor, no existiría el fútbol, no habría Jogo bonito. No sería Brasil.
Con cada gol de Pelé se escribía una samba en las favelas de Río de Janeiro, con cada regate se realizaba un baile en Pelourinho, con cada título la llovizna llegaba a São Paulo.
Antes me molestaba y odiaba a cada gringo que se me acercaba diciendo “¿Brasil? Oh, samba y Pelé». A partir de hoy me alegra saber que mi país es la tierra de la samba y el fútbol. Gracias a Dios, gracias a Pelé, tenemos vida, tenemos ritmo, tenemos felicidad, tenemos pasión. Somos un país.
Necesitamos cambiar el calendario de Brasil a AP/DP (antes y después de Pelé). El tiempo comienza a marcarse luego de que se le da el apodo a Edson, en un juego callejero. Tiene sus feriados todos los días que se conmemora un título y sus rezos cada vez que marca un gol. Cada día sería el día para pasar de ser Edson a ser Pelé. De la creación que viene después del fin.
Pido disculpas a quien se detuvo a leer este texto pensando que tendría historias y cuentos de Pelé. Perdón también por no ser un poeta como Dante. Pero hoy descubrí que soy un poeta como Pelé. Hoy, después de días de su fallecimiento, lloro por el Rey. Una parte de mí se ha ido. El fundador de Brasil ya no está con nosotros.
