Por Tostao Tostaganza (@tostaganza)
Traducido y editado por Emiliano Rossenblum (@emirossen)
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¿Cómo se debe cuidar esa naturalidad que tiene?
Dybala siempre mejorará el entorno en el que juega. Cuando juega todo tiende a surgir de la interacción a través de la tecnicidad de alto orden, habilidad, movimientos irrepetibles y mayor apertura en la interpretación del juego. Es un gran trabajo que entrenadores y compañeros tienen que cuidar, respetar y aprender.
Durante una entrevista para El País reconocía: “En la cancha quiero la pelota. He tenido entrenadores que me piden que no me mueva, que espere. Y no pude. Sin el balón me pierdo, necesito tocarlo, necesito acción. Creo que es eso, una necesidad. La necesidad de generar algo: patear al arco, gambetear o tirar un caño. El gol es el gol, por supuesto, pero pocas cosas me gustan más que dar una asistencia. Ese abrazo con tu compañero tras el pase es tan lindo como un gol”.
Cuando el lema es tener el balón todo el tiempo se requiere sensibilidad y también comprensión del entorno: jugadores y entrenador. Saber cuándo va a bajar y cuándo va a subir la velocidad para adaptar los movimientos del posible receptor. Él requiere un ritmo bajo al principio para controlar y aumentar su velocidad a medida que dibuja la jugada.
A la Roma le suele faltar un buen manejo del ritmo (muy físico, pases largos y controles demasiado exigidos). Dybala necesita tiempo para respirar. La pausa necesaria para tener intimidad con la pelota, buscar paredes, gambetas, engaños, asistencias, pases. No está en su naturaleza tener resoluciones domesticadas y predeterminadas. Le duele. Requiere un entorno creativo, sensible y natural donde haya muchas interacciones entre los jugadores, como expresó muy bien Sócrates Atanzio aquí.
¿Se despojará alguna vez del título de “sucesor de Messi”?
En su propio mundo él tiene el control de todo con un talento único, pero creo que tiene dos problemas principales. El primero es mucho más profundo: a pesar de entenderse muy bien a sí mismo, no parece saber quién quiere ser en el futuro. Como Massimiliano Allegri dijo en una entrevista con DAZN, “Tiene que volver a ser él mismo, hubo un momento en que se dejó llevar por el hecho de que era el nuevo Messi». Se obsesionó tanto con convertirse en el segundo Messi que se olvidó de ser el primer Dybala. En la búsqueda de lo nuevo terminó por perderse a sí mismo.
La segunda sucede cuando necesita sacar todo el talento y visión que mantiene en el mundo de las ideas y aplicarlos al mundo físico. Este ‘camino’ por el que tiene que pasar tiene algunos baches en el camino. Directivos que no lo entienden (o que lo entienden, pero prefieren imponer otras ideas) y cierta reticencia a dejar su mundo particular y conectar con el resto de los compañeros.
También hay que decir que no siempre está en condiciones de salir a jugar debido a las lesiones, de modo que algunos proclaman sin piedad que es un talento desaprovechado en equipos que no se asocian a su estilo de juego.
Emanuele Atturo para Ultimo Uomo concluyó que “Es imposible hablar de talento desperdiciado con Paulo Dybala. Sin embargo, si solemos hablar de él con un velo de melancolía es porque este talento nos parecía tan especial que lo imaginábamos capaz de cualquier cosa. Capaz de ganar campeonatos en solitario, de ser decisivo en cada partido de Champions, de convertir el fútbol en un deporte individual doblegando la física como Messi. Nos imaginábamos a la Juventus obligada a resistir los embates de Real Madrid, Manchester City, Barcelona, para no vender a «La Joya».”
A pesar de reconocer la rareza que sigue siendo, es imposible dejar de pensar en lo que pudo haber sido. Según Atturo, “En todas las diferentes Juventus, Dybala nunca ha estado a la altura de sí mismo. Hemos podido admirar todas las facetas de su talento, que ha seguido una evolución concreta que hoy, en nuestra memoria desvanecida, nos cuesta reconocer. […] Si es cierto que nunca se ha construido realmente una Juventus alrededor de Paulo Dybala, es imposible decir si se debe más a los deméritos de él o de otros”.
Marco D’Ottavi se atrevió a ir un poco más allá en el artículo anteriormente citado: “Si las comparaciones con Messi siempre han parecido absurdas a las personas con sentido común, también es cierto que servían para cultivar una esperanza, la de ver aparecer en la Serie A a un jugador de ese nivel, y Dybala parecía el candidato ideal. Ese sentimiento es cada vez más lejano y hoy Dybala se muestra, por el contrario, como un jugador involucionado, atrapado en sus límites”.
Mucha gente, por supuesto, cree que es un genio y un jugador destacado. Partido tras partido demuestra que todavía es capaz de hacer lo que muy pocos solo pueden soñar. Ojalá algún día pueda encontrar al entrenador adecuado, los compañeros de equipo correctos y la mente correcta para que pueda conectarse completamente con todo.
Solo ese día podremos ver a los niños en el potrero sintiéndose identificados, nombrándolo cuando juegan con sus amigos. Diciendo “Quiero jugar como él”. Y ahí ya no será Dybala sino Paulo, el niño-jugador de Córdoba, quien les responderá llevando la pelota hasta los confines del mundo sin soltarla nunca. Pegadita al pie.
El autor quiere agradecer a @socratesatanzio, @masanet22, @clarissabarcala, @10dansilva, @vadeanuluana, @theutdcode, @maurisaldana, @jboszik3, @maviddata, @gbsalut y @emirossen por la ayuda y las enseñanzas recibidas. Sin ellos y ellas este artículo no hubiera sido posible.