Por Emiliano Rossenblum (@EmiRossen)
Solo tenía 9 años, pero lo recordará para toda la vida. La noticia emocionó por igual a todas las familias de la Argelia francesa, incluyendo la suya: Alemania se rendía y con ello se daba por finalizado ese tristísimo período llamado Segunda Guerra Mundial. Pero las celebraciones en Sétif, la ciudad que lo vio nacer y lo iba a ver crecer varios años más, serían el inicio de una pesadilla. Por más que resultase difícil de creer, lo peor estaba por venir.
El 8 de noviembre de 2024 ese niño, ya con 88 años, falleció en su país natal. Su nombre era Rachid Mekhloufi, uno de los tantos argelinos que sufrió el vivir en una época convulsa de la historia de su país, aunque su caso no es uno más del montón. Tenía un talento especial para jugar al fútbol y un amor especial por Argelia, y serían esas dos cosas las que terminarían primando sobre todo lo demás en su vida.
Hacia 1945 el mundo estaba empezando a cambiar y en muchas colonias africanas el foco estaba puesto en lograr independizarse de sus colonizadores europeos… a los cuales como es previsible no les gustaba demasiado la idea.
Por eso cuando ese fatídico 8 de mayo algunos aprovecharon el estado de alborozo por el fin de la Guerra para exhibir símbolos relacionados al movimiento independentista (en Argelia, íntimamente ligado al islamismo) fueron brutalmente reprimidos por la policía, que mató a un joven que llevaba una bandera de Argelia. Eso enervó aún más a los rebeldes y durante el transcurso de ese día asesinaron alrededor de 100 europeos.
Durante los días siguientes las autoridades francesas se encargarían del problema a su manera: ejecutaron como mínimo más de 1000 musulmanes (según fuentes extraoficiales, en realidad fueron cerca de 25000 y hasta se habló de 45000), dando paso a un conflicto que no haría otra cosa que acrecentarse durante los siguientes años.
La esperanza de un país rebelde
Ya desde la década del ‘20 habían surgido clubes que desde la reivindicación del islamismo reivindicaban también los movimientos independentistas de Argelia, y la Union Sportive Franco-Musulmane de Sétif no era la excepción, como se puede deducir de su nombre. Allí hizo sus primeros pasos futbolísticos el joven Rachid.
Fue en 1954 cuando tanto su carrera como la vida política argelina tuvieron un punto de quiebre. Los rumores de que un joven apellidado Mekhloufi estaba deslumbrando a toda Constantina (recién harían una liga nacional en 1962, por lo que el Sétif jugaba en la liga regional, una de las más importantes del país) llegaron a Francia y al probarse en el Saint-Étienne deslumbró también a Jean Snella, DT del equipo en aquel entonces.
El destino a veces es caprichoso: al poco tiempo el Frente de Liberación Nacional (FLN) declaraba -a partir de actos concretos más que discursos, hay que decirlo- el comienzo de la Guerra de la Independencia. Y mientras de Argelia llegaban noticias escalofriantes para los dos bandos, Mekhloufi demostró que podía trasladar su buen juego al máximo nivel del fútbol francés.
Cruzando el Mediterráneo
Era un mediapunta con mucho gol, pero sobre todo talentoso y técnico. En solo dos años se convirtió en una figura más destacada no solo del Saint-Étienne sino del país en general, lo que le valió la convocatoria de la selección francesa; no aceptarla hubiera sido un verdadero escándalo en un ambiente bastante caldeado, por lo que luego de muchas dudas aceptó.
Mientras su popularidad crecía también lo hacían su relevancia en el equipo y sus cifras goleadoras. En 1957 el equipo sale campeón de liga con él haciendo 25 goles en 34 partidos, nada mal para no ser delantero puro.
El 28 de mayo de ese año, solo días después de que en del otro lado del Mediterráneo el Saint-Étienne jugara su último partido de liga, el FLN cometía una matanza indiscriminada en un barrio de la ciudad de M’Sila donde casi 400 civiles perdieron la vida. Hoy se conoce al hecho como la Masacre de Melouza, y solo fue uno de varios atentados.
El fenómeno Mekhloufi, aún así, seguía desarrollándose y la Selección de Francia no pensaba desaprovecharlo de cara al Mundial de Suecia 1958. Pero para algunos su vida se puede resumir en un momento específico en el que la decisión que toman decide su destino. Al menos su caso lo demuestra.
La decisión
Un año después el FLN, que ya antes de la guerra había coqueteado bastante con el fútbol, convoca a todos los jugadores argelinos a formar un seleccionado que represente los ideales independentistas aún sin ser reconocido por la FIFA. Mekhloufi debía elegir entre su carrera con el Mundial a la vuelta de la esquina y sus ideales. Esta vez no dudó en elegir lo segundo.
El caso de Rachid fue representativo porque no solo era una gran esperanza para Francia en Suecia (terminaría saliendo tercera) sino que se fugó junto a un compañero estando dentro de la concentración de la selección, con lo que el impacto fue aún mayor. Todos los condimentos para cumplir el propósito de los rebeldes: lograr que la prensa francesa se viera obligada a hablar de ellos, de los jugadores y su lucha.
Por eso entre otras cosas el equipo del FLN fue un completo éxito tanto deportiva como políticamente. El equipo recorrió muchos países (principalmente musulmanes y comunistas) convirtiéndose en los mejores embajadores posibles para los independentistas argelinos, a pesar de que no pudieran jugar partidos oficiales por las represalias que FIFA hubiera tomado en dicho caso. En varios lugares hasta los recibían políticos como invitados de honor.
Finalmente con los Acuerdos de Évian en 1962 se dio un cierre feliz a la lucha independentista de Argelia, que pudo desligarse para siempre del control francés. El equipo del FLN serviría como base a lo que al poco tiempo sería la selección argelina, mientras los jugadores (que en 1958 militaban todos en primera o segunda francesa) se veían obligados a reinsertarse en el “sistema oficial” luego de cuatro años de ausencia en lo administrativo.
Una vuelta a los grandes escenarios
El caso de Mekhloufi fue nuevamente el más destacado. Jean Snella lo llamó para que nuevamente sea su dirigido pero esta vez en el Servette suizo, donde saldrían campeones de liga. Eso les dio el crédito suficiente para que el Saint-Étienne los volviese a llamar a ambos y así rememorar los no tan viejos tiempos.
Por una vez, la segunda parte terminó siendo mejor que la primera. Mekhloufi se quedó hasta 1968, tiempo en el que salieron tres veces campeones de liga y una de copa, y se convirtió en el máximo goleador histórico del club hasta que Hervé Revelli lo superó en los años ‘70s. Se retiró en el Bastia y tuvo una decente carrera como entrenador que tuvo en sus tres pasos por la selección argelina su punto álgido, además de llegar a presidente de la federación argelina.
Sin embargo, su legado principal y su mayor satisfacción nunca cambiarán: cuando luego de tanta lucha pudo enfundarse la camiseta de la selección de su país, Rachid se sintió realizado. A veces la mejor política se hace pateando una pelota.