#HistoriasDeFutbolYGuerra: Alexandre Villaplane, crack adentro de la cancha… y asesino afuera

Por Emiliano Rossenblum (@emirossen) Es sabido que la mente humana esconde mucho más de lo que muestra, y ni hablar de cuando aparece ese poderoso caballero llamado Don Dinero. La vida de Alexandre Villaplane lo demuestra como pocas veces se vio en el mundo del deporte… o en el mundo en general.

Por Emiliano Rossenblum (@emirossen) 

Es sabido que la mente humana esconde mucho más de lo que muestra, y ni hablar de cuando aparece ese poderoso caballero llamado Don Dinero. La vida de Alexandre Villaplane lo demuestra como pocas veces se vio en el mundo del deporte… o en el mundo en general.

Nacido el 12 de septiembre de 1905 en Argel (capital de Argelia, en ese momento colonia francesa), Alex se radicaría pocos años después en Montpellier junto a sus padres, ambos de clase obrera. A pesar de una infancia difícil, empezó muy temprano su carrera cuando uno de los equipos más potentes del momento, el FC Cette, lo aceptó en sus filas.

El fútbol francés pos Primera Guerra Mundial estaba organizado en ligas regionales y en la Sudeste el Cette fue hexacampeón de 1920 a 1926, además de llegar a dos finales de la Coupe de France (ésta sí de carácter nacional). Mucho tuvo que ver Villaplane. Mediocampista con alma de delantero, dirigía el juego del equipo con eficacia y era especialista en sorprender a la defensa rival con sus llegadas desde segunda línea sin resignar sacrificio defensivo. Además, tanta era su habilidad que rendía notablemente en varias posiciones.

Sus actuaciones le valieron un lugar en la selección francesa, siendo el primer nacido en Argelia que lo consiguió. Aún así, al poco tiempo una mala temporada en Cette que culminó con una transferencia al SC Nîmes – desaparecido una década después, pero en ese momento equipo de la Segunda División Sudeste- fue suficiente para que pierda el puesto.

Con Villaplane como emblema el Nîmes no solo ascendió, sino que a la temporada siguiente sorprendió a todos llegando al tercer puesto. Delante de ellos quedaron sólo el campeón regional Olympique de Marsella y… el Cette. Durante esos meses de altísimo nivel volvería a ganar su puesto en la selección para no soltarlo en más de dos años.

El Racing de París fue su siguiente destino a nivel clubes. Allí por primera vez conoció lo que era la vida de clase alta, de despilfarro sin criterio y apuestas con varios ceros. El fútbol francés todavía no era profesional, pero los sueldos que se pasaban por abajo de la mesa (por supuestos “trabajos” que les proporcionaban los dirigentes) ya superaban ampliamente los de la mayoría de trabajadores y Villaplane quedó obnubilado.

Aún así, su rendimiento lo avalaba. Era una de las principales figuras (si no la más destacada) de la Selección de Francia cuando tocaron suelo uruguayo para el Mundial 1930 y ya había participado en el único partido de los galos en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928. Montevideo le sería mucho más grato, ya que fue el capitán francés durante todo el torneo y debutó con victoria ante México por 4-1 en el que diría posteriormente que fue el mejor día de su vida. En el segundo partido de fase de grupos le plantaron cara a una dificilísima Argentina que terminaría siendo subcampeona, y aunque perdieron se fueron con la cabeza en alto. El cierre sí fue más decepcionante: aún con posibilidades de clasificar a la siguiente ronda sufrieron una nueva derrota, en este caso contra Chile. Fue el último partido de Villaplane con la camiseta bleu.

Y es que después del punto más alto de su carrera llegó el declive. En su caso, mucho más pronunciado y veloz de lo habitual. Al poco tiempo renunció a la selección, la vida nocturna empezó a afectar su rendimiento y dos años después abandonaba el Racing para recibir el profesionalismo en el Olympique de Antibes, que le ofrecía un sueldo de estrella.

No duró mucho, ya que estuvo involucrado en un escándalo por arreglo de partidos y el club lo dejó libre en medio de una crisis institucional por el hecho. Aún así, el Niza apostó por él. Una temporada después no podían estar más arrepentidos: faltaba a los entrenamientos, se bebía la vida en cada noche y tenía un estado físico deplorable. Su carrera terminó con un penoso y testimonial paso por la segunda división de un fútbol francés que ya tenía liga nacional. Él casi no llegó a disfrutarla. Tenía recién 29 años.

Quedaba entonces pasar definitivamente a las sombras. A las apuestas y las noches en cabarets y bares les sumó una buena parte de negocios turbios, que a su vez le permitían pasar aún más tiempo apostando. Fue apresado por un corto tiempo luego de descubrirse que arregló una carrera de caballos y al salir volvió a estar envuelto en estafas varias veces más. Así hubiera seguido de no ser por el vuelco que su vida tomó en 1940.

La Batalla de Francia a mediados de dicho año significó el inicio del dominio nazi sobre Francia, pero los nuevos gobernantes se encontraron con que la Gestapo (macabra policía secreta del régimen de Hitler) no daba abasto para afianzar sus ideales autoritarios y antisemitas en territorio galo. Se le delegó a Henri Lafont, exconvicto con contactos en la Abwehr (secretaría de inteligencia alemana), la organización de un similar a la Gestapo pero en Francia. Así se forma la “Carlingue”.

Con la ayuda del policía desertor Pierre Bonny juntaron un grupo de personajes de dudoso origen y sin escrúpulos que tenían carta blanca para hacer lo que consideraran necesario en el nombre del régimen. Entre ellos figuraba un nombre llamativo: Alexandre Villaplane, que como la mayoría de sus compañeros (incluyendo a Lafont y Bonny) no tenía el más mínimo interés en el nazismo a excepción de los generosos sueldos que les daba.

Nuestro protagonista se hizo un nombre dentro del ambiente de los asesinos nazis por su sadismo, actitud psicópata y nulidad de empatía, tres aspectos claves para la tortura sistemática que pregonaban como principal método de conseguir información. No fueron pocos los testimonios que lo acusaban de regocijarse luego de haber concluido su “obra” mientras les sacaba a las víctimas sus pertenencias personales. Su felicidad dependía exclusivamente del dinero que tuviera.

Por eso no es raro que unos años después, cuando Lafont crea la llamada “Légion nord-africaine” (una rama de la Schutzstaffel, policía paramilitar alemana conocida como “SS”) para luchar contra la Resistencia en el suroeste francés, Villaplane fuera nombrado uno de los subtenientes. En los pocos meses que funcionó tuvo cifras escalofriantes de víctimas fatales por tortura y fusilamiento. Masacre tras masacre.

Afortunadamente, desde el conocido Desembarco de Normandía en junio de 1944 las cosas empezaron a cambiar. Villaplane, supuestamente arrepentido, empezó a rescatar franceses de las garras nazis a cambio – como era su costumbre – de grandes sumas de dinero.

No sería suficiente para escapar del enjuiciamiento luego de que los Aliados finalmente liberaran París. Allí declaró que fue obligado a participar en todos los atentados bajo amenaza de muerte, palabras que no coincidían con los numerosos testimonios que tenía en contra. El 1° de diciembre fue condenado a muerte.

Quizás psicológicamente trastornado, el 26 de diciembre de 1944 caía fusilado el capitán de la Selección de Francia en su primer partido en Mundiales, posteriormente considerado uno de los mayores traidores a la patria de su época. Su apego a la plata le había hecho perder la humanidad. El mal camino lo había consumido.

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