Sabella: el maestro que para dar clases eligió una cancha de fútbol

Un texto de Máximo Randrup sobre la capacidad docente de Alejandro Sabella, parte de nuestra tercera revista digital

Por Máximo Randrup (@maxorandrup)

Alejandro Sabella fue un educador revolucionario que ideó un disruptivo método pedagógico: para brindar sus clases, el reconocido profesor argentino se apartó del clásico escenario áulico y optó por dar cátedra desde una cancha de fútbol.

Esta inusual forma de presentarlo no es un mero capricho. No se trata de un antojo sin argumentos. Sus dirigidos/alumnos eligen subrayar y realzar su arista docente. Se les pregunta por el entrenador y ellos elogian al formador. Al maestro.

Tres testimonios de los últimos años bastan para demostrar que los futbolistas quedaron impactados por la docencia de un DT que, más que un técnico de fútbol, fue un técnico para la vida.

“Cada vez que te habla, te deja algo. Alejandro es sabiduría, profesionalismo, humildad, docencia y bondad. Si agarro lo mejor de todos los entrenadores que tuve, se forma Sabella”, decía en 2018 Rodrigo Braña, quien fue dirigido por Diego Simeone, Gustavo Alfaro, Reinaldo Merlo, Miguel Russo, Diego Maradona, Mauricio Pellegrino y Ricardo Rezza, entre otros. 

“A lo largo de mi carrera tuve grandes formadores y un maestro que fue Alejandro. Es un DT que al jugador le llega por su conocimiento futbolístico y también por su costado humano. Muchos técnicos se preocupan por la idea y dejan de lado si el futbolista la entendió. Para mí es como un padre”, afirmaba Leandro Desábato en 2020, cuando era entrenador de Estudiantes de La Plata. 

“Para nosotros significó más que nuestro técnico. Él era un sabio que siempre tenía la palabra justa, tanto para decirnos lo bueno como para marcarnos algo malo. Fue un ser humano extraordinario y un docente para el ambiente del fútbol. Le gustaba ayudar al futbolista y no sólo dentro de la cancha”, confiesa Gastón Fernández. Palabras sentidas, como aquellas que escribió cuando Pachorra falleció: “Descansa en paz, PROFESOR, te recordaremos por siempre. Gracias por cada momento compartido y por ser un padre para muchos de nosotros. Te amo para siempre”.

Justamente la Gata, hace unos días, juntó a sus dos campeones: los planteles del Pincha de 2009 y 2010. “Más nosotros y menos yo”, pedía el DT. Y eso hizo Gastón Fernández: transformó su partido despedida en un homenaje para muchos.

Sabella preparaba a sus dirigidos para ganar, pero les enseñaba que perder era una posibilidad. Sabella motivaba a los futbolistas para que buscaran la gloria, pero los levantaba si no la encontraban. Sabella entrenaba jugadores, pero no se olvidaba que eran personas.

Por todas esas enseñanzas, Pachorra no dejó huellas; las huellas se borran. A quienes lo disfrutaron, les estampó tatuajes. Marcas perennes. 

Y a Sabella no sólo le sacaron jugo los futbolistas. También lo exprimieron dos equipos: Estudiantes y el seleccionado argentino. Al Pincha le demostró que –si se lo propone– puede ser un grande del continente y a la selección la convenció de que —con trabajo— todavía se puede luchar por un Mundial. Cuando el Pincha creía que la Copa Libertadores de América era un cuento que los abuelos les contaban a sus nietos, apareció Pachorra y a ese cuentito lo volvió realidad. Cuando la Albiceleste pensaba que los cuartos de final de la Copa del Mundo eran un muro infranqueable, emergió Sabella y señaló el sendero para sortear ese obstáculo.

Esa búsqueda insaciable del éxito deportivo, sin embargo, jamás lo alejó de aquel valor que lo guió a lo largo de su vida: el respeto. Docencia para entrenar y decencia para competir. De esa manera se manejó en su exitosa carrera como director técnico. Perdón: como educador.

“Un Gran DT. Un noble caballero en una galaxia espinosa. El último pedagogo”. Así lo describe el periodista, psicólogo social y escritor Walter Vargas en su libro Fútbol, antifútbol y otras yerbas.

Sabella hizo algo que en el fútbol logran unos pocos: combinar gloria y humildad. Ése es, quizás, su mayor legado: ratificar que el éxito y la bondad son compatibles.

Además de bueno, Alejandro Sabella fue un tipo raro. Infrecuente. Un maestro que, para dar clases, eligió una cancha de fútbol. 

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