Por Mauricio Saldaña (@maurisaldana)
En nuevos tiempos con paradigmas que surgen (o resurgen), se van actualizando determinadas ideas, reajustándose a los seres que las ponen en marcha y bajo los cuales cobran sentido mientras se crea un equipo, el fútbol del Real Madrid intenta autodefinirse, reconocerse, apreciarse y seguir elaborándose transitando los partidos y las temporadas bajo el mando de Carlo Ancelotti.
No creo que sea una definición que se acerque íntimamente al ‘inicio’ de algo, pero es porque el juego del Madrid es algo que se puede contemplar, observar, apreciar, distinguir, mas no señalar desde alguna perspectiva concreta. No se puede ‘controlar’ o ‘reconocer’ desde lo que se cree saber.
Por lo tanto, el fútbol del Madrid ha recibido muchos adjetivos por parte de quienes han querido resolver rápidamente en qué se basaban algunos movimientos u organizaciones, pero los interrogantes nacen a cada segundo porque esos seres humanos que se pasan la pelota van dejando ciertos códigos y muchos de ellos hasta ahora no se pueden decodificar.
La raíz
Los intereses del Madrid en sus partidos están expuestos, pero, ¿cuál es el flujo? Puede decirse que es la disposición de la pelota en las mejores condiciones. ¿Cómo? Crece, crea y cree tanto mientras la pelota está en los pies de Toni Kroos como cuando Rodrygo Goes tiene un remate servido en el área, Vinícius Júnior conduce dejando oponentes tirados en el piso o Luka Modrić levanta la cabeza para ejecutar un pase.
No es algo espacial sino especial. Pero sí hay contextos mejores o peores para que se acentúe o en algunos casos encuentre cortes. El fútbol del equipo florece de su propia naturaleza, de las mismas habilidades de sus jugadores, de las características tan particulares que cada uno posee, de las improvisaciones tan necesarias para no aburrirse.
Se expone bajo las condicionantes y lógicas de las mismas relaciones humanas que se van fortaleciendo en sucesos más difíciles, apremiantes y divertidos, con ese toque o tiro de gracia que la muñeca, cintura y mente de Carlo Ancelotti enseña. En esa clave habita gran parte de lo que intenta el Real Madrid en sus partidos.
La trama
Uno de los aspectos más especiales del Madrid es cómo ha ido evolucionando en los detalles que reproduce mientras se pasan la pelota los jugadores. Y hablar de evolucionar no es hablar de ‘mejorar’ sino de transformar, de cambiar o desarrollarse sobre lo que expone.
Acumulación de jugadores en el lado fuerte, diagonal defensiva del lateral opuesto ante una posible pérdida, vigilancias defensivas para tener retrocesos más fuertes y rápidos, involucramiento de los mediocampistas en el espacio de la pelota para tener más y mejores pases ante el rival, jugadores que puedan combinar sus fortalezas y debilidades para que lo orgánico fluya, entendimiento en pases y movimientos para que la sinergia se encarrile y la creatividad se encuentre con cada jugador mientras se fomentan pequeñas sociedades.
En estos tiempos de globalización futbolística, de tablas de excel para hablar de méritos, de estadísticas para ponderar a los jugadores y su relieve, de mecanismos que hacen creer que sabemos de lo que hablamos y de rudimentarismo al hablar del juego, todo también se hizo eco en el debate del discurso ‘Funcional vs. Posicional’ como si fueran los únicos caminos posibles.
La perversión de las ideas desembocó en que el duelo se enfoque más por los quiénes que por el aprendizaje que esto puede traer si se adecúa a la cultura, a la sensibilidad, al interés, a la persona específica o la cantidad de situaciones que rodean a un equipo de fútbol. El Real Madrid también lo ha precisado mientras ha ido modificando y recreándose en ambas direcciones.
Contexto y búsqueda
El mundo y su forma empresarial de ver las cosas con un alto índice de enfoque en el resultado ha decantado en una forma determinada de ver las cosas. El día o la noche. Negro o blanco. Bueno o malo. No hay grises en las escalas. Es el poderosísimo hecho de la famosa y tan demacrada ‘competitividad’ hacia la que hemos ido virando.
Esa forma de competir y de ver que absolutamente todo entra en ese lote también ha intoxicado y deteriorado el deporte peligrosamente, sobre todo uno que mueve masas tan amplias como el fútbol desde los tópicos, creencias, rituales y más. Si un equipo no gana, es desechable. Si un jugador no anota, es malo.
Todos pretenden encontrar respuestas para todo cuando es lo más alejado a la realidad de cómo funciona aquello que nos apasiona y sobre lo que hay grandes porcentajes de actividad azarosa. No hablamos de suerte sin igual, sino de causalidades. Acercarse a esa ‘cuota’ de suerte haciendo frente a los factores más naturales e innatos que pueden rodear el ecosistema, pero sin desconocer que eso forma parte de la vida y del fútbol.
El Real Madrid se entrega al talento innegociable para encumbrarlo, rompiendo con ciertas crudezas de la actualidad mientras expone a los que no encuentran una estructura que dé vida a una opinión o comentario, a una organización que no les dé la razón o algo que ocurre que tenga que ver con un discurso parecido.
Con guía pero sin mapa
El juego del Madrid es tan entrenado como improvisado, es tan amigo del azar como enemigo de lo preestablecido, es el día y la noche, es sobre lo cual aprender porque está lleno de aciertos y errores que le dotan de una imperfección contracultural con el sermón. Es aprender a admirar lo más humano posible desprendiéndose de los intentos de pasión sobre lo que se cree conocer.
La salida de Karim Benzema es una invitación a adaptarse, actualizarse y reconocerse ante la situación porque el Madrid explorará nuevas circunstancias en su juego: ¿Qué es esto? Autodefinirse.
No sucederá chasqueando los dedos porque no es algo que se pueda controlar, ya que ahora Vinícius Júnior tendrá otras sociedades o movimientos sin un ‘pegamento’ como Karim, porque Rodrygo tendrá que moverse de otra forma para encontrar a alguien que le devuelva una pared que rompa una defensa, porque Modrić deberá encontrar nuevas soluciones cuando quiera dar un pase hacia adelante y porque todo el entorno de juego tendrá alteraciones sin la presencia de alguien tan elemental como todos los demás.
Hacer camino al andar
Hay un camino, una convicción, una idea flotante imperfecta, algo sobre lo que los jugadores parecen aferrarse, sobre lo que creen y les ayuda a vaciar esas cualidades que tienen, a veces escondidas. ¿Qué mejor?
El Madrid aprende sobre la marcha, se descubre en cada pase, en cada pared, en cada cambio de ritmo, en cada gambeta y en un largo etcétera. Crece con sus ángeles, pero también sabe que hay demonios con los que tendrá que encararse para poder mejorar, evolucionar y seguir caminando al ritmo que impone su juego de pases mientras un volante se infiltra o un delantero cae al espacio de la pelota para ser puente y apoyo para otro jugador que llega al espacio libre.
¿En dónde finaliza el fútbol del Real Madrid? No tengo la respuesta y probablemente no exista porque no todo en la vida tiene explicación. Y en el fútbol menos.
