Por Augusto Dorado (@AugustoDorado)
Lionel Messi es un futbolista tan inmenso que te marea con las estadísticas de la misma forma en que marea a sus rivales con su explosión y su gambeta. Es difícil seguirle la cuenta de asistencias, récords en competencias internacionales, en ligas. La ventaja que tenemos es que toda su carrera transcurre en esta era digital en la cual con solamente “googlear” y clickear tenemos a mano todos esos datos, que por sí mismos tal vez no dirían demasiado, aunque inevitablemente impactan.
Pero poniendo en perspectiva histórica, los datos y los récords respaldan lo que ya es un sentido común indiscutido: La Pulgaes unos de los mejores jugadores de todos los tiempos. Y el 2020 fue el año de quebrar un récord que ostentaba un viejo monarca: “O Rei” Pelé era el máximo goleador en un mismo club, el mítico Santos de los años ´60, pero Messi hizo lío y le arrebató el cetro cuando, cerrando el año, llegó a los 644 goles en el Barcelona en un partido del 22 de diciembre frente al Valladolid. Pelé tenía 643.
Y aunque por el 2020 no fue considerado merecedor del premio The Best, que la FIFA prefirió otorgar a Lewandowski, estuvo ternado junto a Cristiano Ronaldo. Todo esto, parte de la rutina de cada año para la gran estrella de la constelación de los más grandes del fútbol mundial.
Lo que distinguió a Messi en este 2020 fueron algunas actitudes en las que avanzó en consolidar su personalidad y su identidad como jugador. Por empezar, su enfrentamiento con el presidente blaugranaJosep Bartomeu. Los días en los que Lío estuvo implementando su “plan de lucha”, cuando el club catalán lo consideró “en rebeldía” por no presentarse a entrenar, cuando todos y todas dábamos por hecha su mudanza a Manchester que aparentemente era el deseo del jugador. Pero decimos justamente el jugador y no el futbolista porque lo que hace distinto a Messi -entre otras cosas- es que sigue siendo un pibe apasionado por la pelota, aunque ya sea un hombre al que el almanaque inexorablemente le está acercando una fecha de retiro para esta década. El jugador busca nuevos desafíos para el último tramo de su carrera, pero este fútbol hipermercantilizado e institucionalizado (las reglas de FIFA son supranacionales y no hay ley laboral que valga para los designios del organismo) le impuso condiciones al Messi futbolista y atleta de alta competencia y el jugador debió guardarse sus ganas. Prefirió no lastimar más su relación con la hinchada culé, no generarle problemas al club en el que terminó marcando un récord personal, y no sumarse problemas propios, claro. Pero se mostró como una persona que exige, que pone condiciones, que evalúa, que retrocede si lo considera más conveniente.
El otro acontecimiento que también marcó un hito para Messi en este 2020 fue el fallecimiento de Diego. Se terminaron las comparaciones forzadas, innecesarias, inconducentes. Diego es Diego, un mito viviente mientras vivía, un mito eterno ahora. Un fenómeno surgido del deporte pero que dejó su marca en la historia contemporánea, que trascendió el césped de una cancha por la gran carga simbólica de varias cosas que hizo y que dijo en su vida. Messi es Messi, el futbolista récord, el jugador increíble, el pibito que admiraba a Diego desde una tribuna del estadio del Parque de la Independencia (actual coloso Marcelo Bielsa) porque le encendía sus ganas de jugar. Lo graficó con su homenaje sentido con esa casaca de Newell´scon el 10 estampado en la espalda y rindiendo homenaje apuntando al cielo. “Diego está allá arriba”, parecía decir sin palabras. Esa situación también le permitió a Lío asentar su identidad.
Con un Barcelona que navega en la frontera de la clasificación a la Champions, alejado de los primeros puestos, pero sobre todo con un Ronald Koeman que no encuentra una identidad futbolística al equipo, todo indica que son los últimos días de Messi en la ciudad Condal. Ya puede comenzar a negociar su próximo destino para cuando termine esta temporada dentro de 6 meses. Y así el importante prólogo que fue el 2020 puede dar lugar al episodio de un Messi futbolista en un nuevo club, en otra liga, en este 2021. Nuevos aires, nuevos desafíos para que vuelva a encenderse el “fuego sagrado” que es combustible para el Messi jugador. Llevar a la vereda celeste de Manchester una Champions parece un reto muy tentador y que le puede aportar una mística a su carrera que los récords y las estadísticas ya no le pueden dar.