The Treble: cuando todo cayó en su lugar

Por Emiliano Rossenblum (@emirossen) 

El Manchester United es un club muy singular. En su historia, los valores que lo caracterizan se ven reflejados constantemente, pero pocas veces la épica, la valentía y la perseverancia se unieron de manera tan extraordinaria como el 26 de mayo de 1999. Ese día, una de las finales más dramáticas que se recuerden quedaría marcada en la retina de cada hincha… aunque esta historia había empezado muchos años atrás.

Cuando Bobby Charlton levantó la Copa de Europa en 1968, fue un título cargado de simbolismo: el tridente de formado por el mismo Charlton, George Best y Denis Law se ganaba la admiración eterna, se cumplían 10 años de la tragedia de Múnich en la que habían fallecido varios futbolistas del club, el proyecto futbolístico liderado por Matt Busby durante 23 años llegaba a su cénit y significaba un paso al frente en el panorama nacional al ser el primer equipo de Inglaterra en salir campeón del torneo.

Se esperaba que esa fuera la base para consolidarse como el club más importante del país, pero desde que Busby dejó de dirigir en 1971 hasta 1990, un doloroso descenso y varias campañas decepcionantes habían dejado bastante lejos ese deseo de la hinchada. Además, cuatro FA Cup y una Community Shield no lograron disimular que desde 1967 no se conseguía un título de liga.

Los últimos 4 años de ese período habían sido bajo la tutela de otra figura muy carismática como Alex Ferguson. El técnico escocés, ferozmente criticado por los pésimos resultados durante 1989, ganó el crédito suficiente como para quedarse con la llegada de una nueva FA Cup a las vitrinas mancunianas. Ese sería el punto de inflexión hacia el resurgimiento.

Desde su llegada Ferguson le había dado mucha importancia a la cantera, mejorando y promoviendo constantemente jugadores de allí. Cuando algunos de esos juveniles ganaron la FA Youth Cup 1991-92, no era difícil de afirmar que pocas veces se había visto una camada con tanto talento junto. A ese grupo, que luego sumaría algunos integrantes más (también de las inferiores) se lo conocería como “La Clase del ‘92”.

Mientras tanto, el club empezó a erigirse como una potencia otra vez. Una Recopa de Europa lo devolvió al primer plano internacional, y algunos de esos jóvenes prodigios ya habían subido al primer equipo cuando la primera edición de la Premier League fue ganada, en lo que significaba su primer título de liga en más de 25 años. El Manchester United estaba de vuelta.

En los años siguientes ganarían 9 torneos más, entre ligas y copas nacionales. Sin embargo, sacando un buen año a mitad del proceso, sus resultados a nivel europeo no terminaban de convencer. Con esta espina clavada llegaban a la temporada 1998-99.

El principio no fue fácil; tras ganar en los playoffs de clasificación a Champions, les tocaba compartir grupo con Bayern Munich, Barcelona y Brøndby. Para peor, en Premier empezaron con más dudas que certezas. Recién en octubre lograron encarrilar todo, y aunque la felicidad no era completa (estaban cuartos en liga y habían caído en Copa de la Liga a manos del Tottenham), cerraron el año clasificados a cuartos de Final de Champions con 2 victorias y 4 empates – dos de ellos ante el Bayern -.

Todas las oportunidades serían bien aprovechadas, ya que desde una derrota ante Middlesbrough en Premier a fines de diciembre enlazaron 32 partidos consecutivos sin conocer la derrota. Entre ellos, los que le permitieron levantar la FA Cup y la Premier mostrando una solvencia pasmosa.

Por supuesto, la racha también cuenta a la Champions; Inter en cuartos de final y Juventus en semifinales no pudieron parar a un equipo con la confianza por las nubes. Y así es que llegamos al 26 de mayo de 1999, cuando el Manchester United podía convertirse en el primer club inglés en ganar un Triplete (“Treble” en inglés): FA Cup, Premier y Champions.

La fecha era un guiño del destino: se cumplía ese día el 90° aniversario del nacimiento de Matt Busby. Además, enfrente tendría un rival contra el que ya había jugado en Fase de Grupos como era el Bayern Munich. Aún así, la particularidad más curiosa de esta Final era otra: ambos tenían la oportunidad de ganar un Triplete, ya que el Bayern había ganado la Copa de la Liga alemana y la Bundesliga esa misma temporada.

El escenario que los recibió fue ni más ni menos que el Camp Nou de Barcelona. Los dos llegaban con bajas de peso, pero las alineaciones estaban a la altura de las circunstancias. En el cuadro inglés, Ryan Giggs y David Beckham con toda su creatividad y desequilibrio eran los representantes de la Clase del ‘92 junto a los siempre funcionales Gary Neville y Nicky Butt, a los que se le sumaba un cerrojo en el arco como Peter Schmeichel. Mientras tanto, del lado alemán Lothar Matthäus, Oliver Kahn y Stefan Effenberg lideraban un equipo dirigido por un entrenador de la talla de Ottmar Hitzfeld.

El partido comenzó electrizante: apenas se habían cumplido 5 minutos cuando un tiro libre de Mario Basler, mediocampista del Bayern, entró ajustado por el segundo palo. A pesar de eso, el encuentro no siguió en ese ritmo. Rápidamente el Bayern adoptó una postura más especulativa, sosteniéndose en gran parte por un buen nivel individual y colectivo en defensa. El Manchester United solo avanzaba a través de acciones aisladas de Giggs o sus dos delanteros (una dupla temible conformada por Dwight Yorke y Andy Cole), además de sufrir mucho los contraataques de sus rivales. A pesar de que el Bayern tuvo más acercamientos, los ingleses tuvieron ocasiones de mayor peligro dentro de un partido muy friccionado y disputado.

La tendencia se acentuó en la segunda mitad. Cuanto más avanzaba el Manchester más fuerte se hacía su rival, que incomodó varias veces a Schmeichel y solo los palos evitaron un segundo gol. Recién faltando 5 minutos los dirigidos por Ferguson empezaron a llegar con más ímpetu y eficacia al área contraria, mostrando un fútbol más coherente con la calidad del equipo. Pero no les quedaba mucho tiempo, y el árbitro únicamente añadió 3 minutos. Allí empezó la locura inolvidable.

Un rechace de Effenberg en el primer minuto de adición deriva en córner para los mancunianos, que mandan hasta a Schmeichel al área. El centro fue muy pasado, Yorke no cabecea bien y un defensor pudo rechazar. Ese rebote fue hacia Giggs, que sin pensarlo dos veces remató hacia el arco. Teddy Sheringham, un delantero fantástico (ya veterano) que había entrado 20 minutos antes, solo tuvo que desviarla para vencer al arquero Kahn. El Camp Nou era una olla a presión.

Antes del tercer minuto adicionado, otro centro es rechazado al córner, esta vez por Kuffour. Un especialista en pelota parada como Beckham puso el centro a la cabeza de Sheringham, aunque el frentazo no fue hacia el arco sino hacia su compañero Ole Solskjaer -que también había entrado poco antes desde el banco-. Este delantero noruego solo tuvo que estirar la pierna para entrar en una de las páginas más gloriosas del fútbol europeo. Y ahí sí, el estadio explotó en un grito de gol con acento británico. No había tiempo para más. Eran campeones del continente, y “The Treble” era una realidad.

De esta manera, la Clase del ‘92 se ganó un lugar eterno en el museo del club, Ferguson recibía el reconocimiento de todo el mundo futbolístico por su proyecto, ganaron una Champions el día que Busby hubiera cumplido años y siendo el primer equipo inglés en ganarla desde la creación de la Premier League, además de hacerlo consiguiendo un histórico Triplete que los consagró como la mayor potencia del momento. El círculo se había cerrado. Años después Ferguson diría: “Si vas a hacer algo especial, hacerlo en el último instante es fantástico”. Ningún hincha se lo podrá negar.

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