J.R.R: Jugador, Rebelde y Revolucionario

 Por Gonzalo Arrese (@gon_ruso)
Hay muchas formas y maneras distintas que el mundo del fútbol ha utilizado para definir a Juan Román Riquelme, pero sin dudas hay tres palabras que lo representan mejor que ninguna otra y que además coinciden justamente con las tres letras de sus iniciales J.R.R: Jugador, Rebelde y Revolucionario.Si bien tienen un orden y también se pueden nombrar por separado, al igual que los nombres y el apellido, en conjunto conforman y representan por completo quién fue la figura de Juan Román Riquelme.

Hablar del jugador es hablar de Juan, que nació en San Fernando un 24 de junio de 1978 y que creció jugando a la pelota con amigos en los picados de Don Torcuato, siempre pateando una pelota y cuidándola como parte de su cuerpo. Es hablar del pibe que soñaba ser Maradona y que llevaba puesta para todos lados su camiseta, azul y con una franja amarilla (la de Boca). Juan es el comienzo de todo y también el impulsor de lo que llegó después, porque sin Juan no hubiera existido el famoso Román ni tampoco el Riquelme, en Juan está el amor más puro por el juego y fue el que lo acompañó a lo largo de toda su carrera como futbolista o simplemente como un amante de la pelota.

Para Juan, jugar al fútbol fue siempre jugar a la pelota y no importó nunca el contexto ni el momento para poder jugar, él nunca renunció a su forma de sentir el juego y jamás cambió su estilo para complacer a propios o extraños. Todo lo contrario, fue el mismo para ganar un torneo en el barrio con su papá «Cacho» que el que jugó en Japón con el Real Madrid y bailó a todos los de blanco. Fue por esta esencia que mantuvo siempre la que lo convirtió en un jugador muy distinto al resto, adentro y afuera de la cancha, algo que lo llevó a destacarse en cualquier lugar dónde jugase y sobretodo a transformarse en un incomprendido del sistema o como lo suelen llamar: el último jugador rebelde.  

Cuando se habla de jugador rebelde, se viaja inmediatamente a ese joven Román, de sólo 22 años, que se plantó en el medio de La Bombonera y miró desafiante al palco del presidente haciendo el famoso «Topo Gigio». Un festejo que quedó en la historia, por todo el trasfondo que había con él y porque sirvió como un símbolo de lucha que luego lo utilizarían más futbolistas para rebelarse ante los más poderosos. Algo que sería también la transformación de Juan, un jugador exquisito y que era considerado uno de los mejores del mundo, en Román que era todo lo anterior más el agregado de ser un rebelde del sistema y que además de demostrar dentro de la cancha lo hacía afuera.

Román fue un canto al fútbol y también un grito de guerra ante las injusticias, como cuando toda una Bombonera repleta pidió por él a la selección en el partido homenaje a Diego Maradona. Un Riquelme que venía de ser campeón del mundo y bicampeón de América con Boca, pero aún así se perdió el Mundial del 2002 por no encajar en el sistema táctico del entrenador y eso mismo le sucedió luego en Barcelona, en dónde no contó con la libertad para jugar que estaba acostumbrado y que lo había hecho ser quién era. Román no cambió y siempre fue fiel a su forma de vivir el fútbol, así fue que encontró al Villarreal que lo dejó ser y lo llevó a hacer un revolución en toda Europa.

Cuando se dice que Juan Román fue el último jugador rebelde se refiere principalmente a su rebeldía para jugar y sobretodo por rebelarse siempre ante las reglas que el mundo del fútbol impone, pero Riquelme fue mucho más que eso y se convirtió además en un revolucionario. Primero en el verde césped, dónde dejó un legado con su manera tan particular de jugar y que en los barrios hoy siguen intentado imitar, en una posición que aún sigue en peligro de extinción (enganche) y él es el gran referente. Aunque también fuera de la cancha, con su forma diferente al resto de los futbolistas de comunicarse con los medios y también por enfrentarse a muchas personas poderosas.

Este Riquelme revolucionario superó al pibe Juan que se hizo jugador de fútbol a base de picados en Don Torcuato y a ese Román rebelde del sistema que festejó su gol ante River haciendo el gesto del «Topo Gigio» a Macri, porque esta figura de Riquelme logró más de lo que él mismo hubiese imaginado y soñado, pero como todo revolucionario también generó amores y odios. Una revolución es un cambio profundo y es lo que generó Riquelme en el fútbol argentino,  hoy los pibes en los potreros sueñan con cubrir la pelota como él y hacer su pisada tan característica, como también hay muchos que les gusta usar botines pintados todos de negros y quieren convertirse en un enganche.

Riquelme tiene adeptos y detractores, gente que lo ama y está identificada con él como los «riquelmistas», pero también a personas con poder que incomoda y que no le hicieron fácil su carrera como futbolista. Hoy no es más jugador profesional, pero si seguirá siendo siempre jugador de fútbol y alguien que se rebeló ante el sistema, un número diez que tuvo a la pelota como su arma de «guerra» y que dejó un legado único. Juan Román Riquelme es sinónimo de hablar de un jugador, rebelde y revolucionario.

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