Lucas González, un pibe de barrio armado de sueños y botines rotos

Por Augusto Dorado (@augustodorado) 

Ayer se cumplieron 2 meses del asesinato de Lucas González, joven de 17 años que fue baleado por policías de civil en Barracas cuando volvía de entrenar en el club en el que se postulaba como promesa de crack: el recién ascendido Barracas Central.

Cuando agentes de la Policía de la Ciudad interceptaron el Volkswagen en el que viajaban Lucas y otros 3 pibes como él, amigos del barrio que también se fueron a probar al “Camionero” (como le dicen a Barracas), el club fundado en 1904 todavía no había regresado a la Primera División del fútbol argentino, de la que estaba ausente desde 1934. Esa mañana del 17 de noviembre a las 9.30 no viajaban solamente 4 pibes de Florencio Varela, viajaba la ilusión de acercarse a jugar en Primera, la misma ilusión que tenía un cebollita de Villa Fiorito que tal vez pudo haber tenido el mismo destino trágico que Lucas González.

Lucas era un enganche prometedor para un fútbol que padece sequía de números 10. Le decían Cachi, apodo que seguramente hubiera sido su credencial de identidad en un fútbol en el que otros Lucas González aparecen en los álbumes de figuritas, como el Saltita del primer equipo de Independiente. Pero una banda armada de policías de civil sin identificación le cortaron el camino desde un Nissan Tida y dispararon al menos 8 balas que le cortaron el sueño y la carrera. Gatillo fácil, misma razón de 8.172 muertes desde 1983 a 2021, de acuerdo a estadísticas de la Correpi (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional).

Los noticieros de los medios hegemónicos más importantes se hicieron eco de este asesinato, aunque varios de estos mismos medios primero dieron cuenta de la versión policial: supuestos “enfrentamientos” con “delincuentes” que finalmente fueron “abatidos”, tales los primeros titulares de algunos de ellos. Pero las familias de Lucas y de los otros chicos fueron elocuentes: “sin chapa, sin credenciales, los encañonaron”, detalló un tío. “Esta era el arma que tenía mi hijo: los botines rotos. A mi hijo me lo acribillaron”, declaró llorando ante las cámaras Cintia López, la mamá de Lucas. La firmeza de familiares y amigos de Lucas desbarató la coartada policial que intentó disfrazar los hechos y hacer pasar a los jóvenes futbolistas por “delincuentes”, incluso plantándoles un arma de juguete y amenazando a los amigos de Lucas en pleno estado de shock con su amigo agonizando para que declaren otra versión del episodio criminal.

En una conferencia ante estudiantes noruegos en 1932, León Trotsky reflexionaba: “Salvo raras excepciones, los destellos del genio quedan ahogados en las entrañas oprimidas del pueblo, antes que ellas puedan incluso brotar”. La reflexión giraba en torno a las dificultades que les impone la sociedad capitalista a los individuos de las clases populares para desarrollar su talento y alcanzar el estadio de “genios” en diversas disciplinas. Casi 90 años después, los prejuicios clasistas y racistas de las instituciones represivas profundizan esta injusticia: un pibe de barrio para las Policías parece que es “delincuente hasta que se demuestre lo contrario”. No les entra en su imaginación que lo más probable es que fueran cualquier otra cosa, incluso un futuro “10” de selección, y que aún si realmente hubieran sido “pibes chorros” no se les puede borrar el pasado y el futuro a balazos. “Nos decían que éramos villeros y delincuentes. Que nos tenían que dar un tiro a cada uno”, declaró Julián, uno de los amigos de Lucas que manejaba el auto, que paró cuando vio policías de uniforme para pedir ayuda y que recibió estos maltratos como única respuesta.

Dos meses después, 3 policías están detenidos y procesados por el homicidio de Lucas González, otros 8 están bajo prisión preventiva por encubrimiento. Barracas Central está por arrancar ante Peñarol una serie de amistosos en Uruguay, parte de su preparación para el retorno a Primera Divisióncuando le toque visitar a Central Córdoba en la primera fecha por la zona 2 de la Copa de la Liga. El sueño de Lucas González quedó trunco pero sus botines rotos se transformaron en un arma contra la prepotencia y la impunidad. Justicia por Lucas González.

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