Por Emiliano Rossenblum (@emirossen)
“Un ojo para la definición. El otro, para saber cómo llegar a definir”. Esta descripción, presente en la página oficial de la Bundesliga, no podría ser más acertada. Hace tiempo que a Robert Lewandowski se lo puede considerar como uno de los más grandes delanteros de este siglo, y en el 2020 no ha hecho más que confirmarlo. Pero su talento no se forjó en Alemania; tuvo que curtirse desde los más bajos escalones del fútbol profesional en su Polonia nativa, y vaya si le ha costado hacerse un nombre.
Su historia se remonta hasta 1997, cuando teniendo 9 años -nació el 21/8/1988- se suma al club Varsovii, luego de probar su suerte en el judo y el atletismo a campo traviesa. Allí se destacó en las categorías inferiores, por lo que al cumplir 17 el Delta de cuarta división se interesó en él. Meses después debutó en el primer equipo. Sin embargo, hacia 2006 el Legia II (filial del gigante polaco) llamó a su puerta. Allí tuvo un gran rendimiento, pero lo dejaron ir rápido. Esta vez fue el Znicz Pruszków, de tercera categoría, quien se interesó en él. Por fin pudo asentarse: fue goleador del torneo y ascendieron. Al año siguiente volvió a ser máximo goleador, y solo la diferencia de gol los privó de subir a primera.
De cualquier manera, el Lech Poznań no tardó en asegurarlo de cara a la temporada 2008/09, cuando ya se perfilaba como una de las mayores promesas del país. Entre los dos años que estuvo ganó tres títulos, además de debutar en la Selección. Eso bastó para que a mediados de 2010 Borussia Dortmund -que ya le había ofrecido un contrato el año anterior- pagara más de 4 millones de euros por su traspaso. Empezaba su periplo en una de las mejores ligas del mundo.
Le costó hacer pie, y recién en su segunda temporada empezó a demostrar un nivel extraordinario. En total, fueron más de 100 goles, numerosos reconocimientos individuales, dos Bundesligas, una Copa nacional, una Supercopa y el histórico subcampeonato de la Champions League 2012-13, en el cual completó una actuación impresionante cuando se enfrentó al Real Madrid. Un año después tuvo que afrontar una gran decisión: el Bayern Múnich, su verdugo en la Final de esa Champions, le ofreció sumarse a sus filas. Aceptó, y el tiempo le dio la razón.
Al término de la temporada 2018/19, las estadísticas no podían ser más escandalosas: según la página web transfermarkt.com, marcó 191 goles en 242 partidos. Semejante rendimiento estuvo acompañado de diez títulos, sumados a otra serie interminable de premios individuales y un momento cumbre en la Selección de Polonia: con la cinta de capitán, llegó a Cuartos de Final de la Eurocopa 2016. Pero a nivel clubes faltaba la guinda del pastel. La Champions League era el sueño de todo Múnich en agosto de 2019, el punto de partida de una campaña memorable.
El equipo no empezó de la mejor manera. Hasta el 3 de noviembre el balance era bastante malo, especialmente en cuanto a juego. Sin embargo, durante ese período el polaco había estado fenomenal, sosteniendo al equipo a base de una cuota goleadora invaluable. No fue suficiente, y un par de derrotas bastante dolorosas bastaron para que el entrenador Niko Kovač fuera despedido. Lo reemplazó quien había sido su asistente, Hans-Dieter Flick.
Lewandowski siguió sacando a relucir toda su jerarquía ganada a base de sacrificio y goles, con su ya característica regularidad preservada hace tantos años. Es evidente que conoce las mañas del puesto a las mil maravillas, intuyendo constantemente las debilidades rivales en cada jugada y contexto. Por supuesto que esto no está limitado al área chica, y solo hace falta mirarlo detenidamente para verificar que juega a despistar desde el principio. Al entrar al área grande, el defensor ya le pierde el rastro. No es ni mucho menos un tema de velocidad, sino de inteligencia y oficio. Percibe las señales externas, pero actúa siempre con el arco entre ceja y ceja. Y una vez entra al área no duda. Indiferentemente de la trayectoria de la pelota, usa esos segundos “ganados” antes para acomodarse e impactar de la manera que quiere. Suele terminar en gol.
Justamente a base de ellos, aunque también de un cambio notorio en el funcionamiento del equipo, la temporada parecía encarrilarse. Todo fluía mejor, y solo perdieron dos veces hasta marzo, cuando el coronavirus obligó a parar el fútbol. Recién dos meses después volvieron a jugar el campeonato local, manteniendo un nivel extraordinario. El 16 de junio salían campeones de Bundesliga con dos fechas de antelación, y al poco tiempo se adjudicaron la Copa Nacional alemana con dos goles de Lewandowski en la victoria por 4-2.
Finalmente llegó la Champions, y la racha positiva siguió. En Octavos, 4-1 al Chelsea con dos goles y dos asistencias del polaco. En Cuartos, histórico 8-2 contra Barcelona. En Semifinales, cómodo 3-0 ante Lyon. Solo faltaba el último paso, y lo dieron cuando el Estadio Da Luz vio cómo le ganaron 1-0 al Paris Saint-Germain. Para mejor, no sólo ganó su primera “Orejona” sino que además lo hizo siendo el máximo goleador del certamen por primera vez en su carrera.
La temporada 2020/21 empezó con dos títulos más: la Supercopa de Europa y la Supercopa de Alemania, conseguidas ante Sevilla y Borussia Dortmund respectivamente. Como si fuera poco, en febrero puede certificar lo que sería un histórico sextete de títulos si consiguen el Mundial de Clubes. Mientras tanto el delantero polaco no paró de demostrar que es uno de los mejores jugadores del año, y no es descabellado pensar en que a fin de año consiga algunos de los premios individuales más prestigiosos.
Su eterna obsesión con el gol, potenciada por una mejoría a la hora de ayudar en la elaboración de la jugada, ha alcanzado un momento inmejorable. Sabe lo que tiene que hacer con solo una mirada. En ese momento los defensores son meros obstáculos, sus compañeros son espectadores de primera fila, y el final de la obra es la acción que lo define: el impacto final antes del grito sagrado. Gol del Bayern Múnich. Gol de Robert Lewandowski.