El Kun y su fútbol de potrero, un emblema de Independiente

Por Augusto Dorado (@augustodorado)


Entre hinchas del Rojo, algunos desencuentros con el crack fueron menguando el amor inicial ¿Qué lugar debería asignarse al Kun en la historia del club de Avellaneda?

 

En aquellos primeros pasos del chiquilín Sergio Leonel Agüero por las canchas del fútbol argentino, todo era idilio de parte de la hinchada roja. Primero eran destellos de grandeza, pinceladas: ese pique corto, esas gambetas que desacoplaban esquemas defensivos, esa picardía. El Kun le arrebató un récord a quien sería su futuro suegro: con su debut el 5 de julio de 2003 pasaba a ser el futbolista más joven en debutar en el fútbol argentino -con apenas 15 años, 1 mes y 3 días- y pasó a ser otro jugador de Independiente en batir una marca en el fútbol criollo. Alternaba entre la reserva y algunos minutos en Primera.

En el Monumental, la tribuna visitante queda lejos del campo de juego: los jugadores se ven chiquitos. Aunque Agüero ya era más que un rumor, un petisón paseaba con la pelota como si la hamacara, como si fuera un juguete, mientras la defensa riverplatense lo perseguía desconcertada. Algunos creyeron que era el Turu Flores por la contextura física (algo morrudo, macizo) pero sobre todo por lo experimentado que parecía, era como un veterano divirtiéndose entre juveniles. No, no era el Turu. Era el Kun Agüero, el embajador del potrero. Directamente desde las canchas de tierra de las ligas de Quilmes y Berazategui. Aquella tarde del 21 noviembre de 2004, el Rojo perdía por enésima vez con los de Núñez (en esa ocasión, 3-0) y en la delantera titular del equipo de Primera estuvieron el Pocho Insúa y Jairo Castillo, que le cedería su lugar al Turu. Delanteros de cierta jerarquía, sin dudas. Pero pronto el chiquilín ganaría la titularidad: era demasiado talento para desparramar en partidos que -en aquel tiempo- solo se acercaban a ver los más fanáticos de cada detalle de lo que pasara en un club como era la Reserva. Al siguiente partido del primer equipo de Independiente, el Kun marcaría su primer gol: zapatazo al ángulo desde afuera del área para descontar ante un Estudiantes que peleaba el campeonato y ganaba 2-0 en la Doble Visera. El partido terminó empatado en 2.

 

El 2005 sería el año de la consagración: con el correr de las fechas, Sergio se iba afirmando en el primer equipo, donde Nico Frutos era el “hombre gol”. Cada vez ocupaba más espacio en las crónicas deportivas por su papel desequilibrante, una de las novedades sobre todo del Apertura 2005. Hasta que llegó la 6ta. fecha: el clásico de Avellaneda.

 

Es cierto, el partido empezó complicado para Racing por un penal en contra (mano de Torres sobre la línea, que salió expulsado) que Frutos convirtió en el camino a la goleada. Pero ya en la jugada del tercero el Kun avisó: no lo podían parar y lo bajaron en el área de Campagnuolo de un “guadañazo” que lo dejó sin un botín. Se fue montando la escena para la obra de arte del cuarto gol, arremetida desde la mitad de la cancha, amague va, amague viene, quiebre de cintura. No podía esperarse otra cosa que resignación en una defensa abatida: golazo, de otro planeta. Leyenda pasó a ser el calificativo de ese gol inolvidable, pocos recuerdan que también se llamaba así el arquero rojo que fue testigo de la goleada. Aquella mañana del 11 de septiembre de 2005, como era domingo y las escuelas estaban cerradas, fue este chiquilín en edad de colegio secundario el que se disfrazó de maestro. Tal vez solo Gustavito López y Dani Garnero habían homenajeado así al máximo Maestro en Independiente, pero nunca más nadie lo había hecho como el Kun esa mañana. La hinchada lo ubicó en el podio, ya no era una promesa ni un jugador más.

 

Lo que quedaría de su paso por Independiente sería cada vez mejor, con otro capítulo ante la Academia, pero en el Cilindro. En sociedad con su amigo Ustari que sacaba desde su propio arco a la velocidad del sonido, el Kun volvió a ser el “verdugo” de Racing con dos golazos de antología. Ya no era necesario mucho más para soldar una relación de amor incondicional con la hinchada de Independiente. Pero hubo algo más: las lágrimas de desconsuelo cuando en un partido de rutina en Bahía Blanca recibió su quinta amarilla ante Olimpo, lo que le impedía ser titular para despedirse de la gente en Avellaneda. Ese llanto era la demostración de que el amor era recíproco: Agüero se iba a Europa, al Atlético de Madrid, por una cifra récord, pero todo era esperanza. La parcialidad roja soñó durante años con la vuelta del ídolo que dejó su obra inconclusa: todo indicaba un regreso futuro.

 

Pero los años se iban pasando y así como se agigantaba la figura de Agüero como crack del fútbol mundial, se alejaba a cada gol y a cada hazaña la fecha del retorno a Avellaneda. Y los goles eran muchísimos. Las hazañas también: el cenit, el punto más alto, lo tuvo en Manchester. En la última fecha del campeonato 2011/2012 (el primero que jugó en Inglaterra), al Manchester City se le escapaba el campeonato, llevaba 44 años sin salir campeón. Empataba con el Queen Park Rangers que evitaba el descenso con ese empate. El campeón hasta ese momento era el rival de toda la vida, el Manchester United que había ganado su partido. Apareció Agüero con su gambeta en el área en el minuto 93 con 20 segundos, última jugada del partido: hizo el gol más importante de la historia del City, el gol que les dio un campeonato después de 44 años y se lo quitó al rival eterno. Se abrazaron hasta los hermanos Gallagher de Oasis que se odian entre ellos. El Kun se metió para siempre en la historia de los “ciudadanos de Manchester”. Es un prócer y su historia recién comenzaba en la ciudad más industrial de Inglaterra: se fue de ella hacia Catalunya (camino inverso al que hace el protagonista de la película “Tierra y Libertad”, Agüero venía de hacer una revolución en el fútbol inglés) quedando como el máximo goleador histórico del club. Para el 2022 tendrá su monumento en el Etihad Stadium.

 

Cada vez hablaba menos de Independiente el Kun. La mitad celeste de Manchester lo ama eternamente (no es para menos). La juventud lo ama, porque habla en su mismo lenguaje de streamings y videojuegos online. Ibai y Messi lo aman porque resulta un buen amigo el Kun. Pero ¿Independiente?

 

Agüero deja entrever que su ídolo de pibe era el Enzo. Francescoli. Y surgen indicios de que su papá es hincha de River, por lo tanto… “No vuelve más, este se olvidó de nosotros”. “¿Ídolo de qué es el Kun Agüero en Independiente? Si no ganó nada”. Se enfriaba el sueño de una vuelta a vestir la casaca roja y se enfriaba el cariño. No parecía un trato justo hacia el pibe que no solamente le devolvió el orgullo futbolístico por un rato a un club que conoció la gloria más fulgurante pero que en las últimas dos décadas y media disfrutó a cuentagotas. Mucho menos resulta un trato justo hacia el futbolista que se fue dejando en las arcas del club el dinero suficiente como para reconstruir el estadio (sin contar las fugas que se hayan producido en la nefasta gestión de Julio Comparada, empresario con lazos en el negocio de los seguros y la construcción). Gracias al Kun, el club pasó de la Doble Visera de cemento al actual Estadio Libertadores de América Ricardo Enrique Bochini, homenaje definitivo al Maestro.

 

Esta semana que pasó se terminó abruptamente la carrera del Kun, que quizás hubiera llegado a tener un epílogo en Independiente. Tal vez no. Ya nunca lo sabremos. En su despedida, ante la mirada de Pep Guardiola y la elite del fútbol mundial, agradeció a Independiente por “haberme formado”, dijo. Eduardo González, periodista partidario que desde hace 51 años conduce el programa radial Independiente de América lo descubrió en los potreros de Bernal y lo llevó al Rojo. Sabía que era el club en el que iba a encajar a la perfección. En ese agradecimiento del Kun al club está la quintaescencia de todo: el club pulió lo que ya era un diamante en bruto.

 

Gracias a vos, Kun, por ser embajador de lo mejor del fútbol, por ser abanderado del potrero, por jugar a la pelota antes que ser futbolista (que también supiste ser de los mejores), por divertirnos divirtiéndote. Independiente es una parte de vos. Vos también sos una parte de Independiente.


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