Por Rodrigo Martínez
En la previa del Mundial de Qatar el fútbol argentino y en especial los hinchas de River tuvimos un día especial. Marcelo Daniel Gallardo, nuestra leyenda viviente, decidió no continuar. Entrenador en el club de nuestros amores, se va luego de 8 años que muy probablemente pertenezcan a la época más gloriosa en toda la historia del Millonario.
Se trata de una historia de larga data repartida en 3 facetas: Gallardo como juvenil, futbolista profesional y director técnico. Prácticamente casi toda su vida. Su origen coincide con el año de nacimiento de quien escribe, 1993. Siendo un pibe motivó a todo el pueblo riverplatense en una época donde tuvimos jugadores de muchísima jerarquía, pero también joyas de nuestras inferiores como era su caso.
Siempre volver, aunque el final sea amargo
Probablemente el mejor nivel lo alcanzó en su primera etapa (1993-1999) donde obtuvo 2 títulos internacionales, la Copa Libertadores 1996 y la Supercopa 1997, siendo la figura junto con Marcelo Salas. A eso se le sumaron 5 títulos locales, de los cuales los más recordados son los que pertenecen al tricampeonato con Ramón Díaz como DT y Enzo Francescoli como emblema.
Tuvo una segunda etapa del 2003 al 2006 que fue más de resistencia que de éxitos ya que el Boca de Bianchi tenía la hegemonía en el fútbol sudamericano, pero a pesar de este detalle el Muñeco afianzó su vínculo con el hincha siendo el capitán, líder y figura.
En su tercer y última etapa ya no tenía que demostrar ni rendir cuentas a nadie, y sin embargo en un equipo tan frágil y lejos del nivel que demanda River junto con Ortega y Almeyda fueron quienes intentaron ponerse el equipo al hombro. A pesar de aquellos viejos malos tiempos, él siempre estaba ahí sacándonos una sonrisa en climas adversos. De todas formas, a sus 34 años y con ganas de jugar una temporada más no pudo retirarse en River, ya que el presidente de aquella época Daniel Passarella no quiso que se quedara.
Así fue que agarró sus valijas para jugar un año más en Nacional de Uruguay donde tuvo un final feliz: se retiró siendo campeón para luego agarrar ese mismo equipo como director técnico y volver a sacarlo campeón. Una rápida mutación de futbolista a entrenador.
Del otro lado de la línea de cal
Fueron 4 años los que pasaron para que volvamos a verlo en River, el club de toda su vida. Aún recuerdo su primer partido dirigiendo en el Monumental contra Rosario Central donde nos impusimos por dos goles (Pisculichi y Teo Gutiérrez). Esa tarde hubo 2 factores claves: el equipo mostró un estilo de juego con excesos de calidad que no se veían desde mucho tiempo atrás y la ovación feroz que se llevó el Muñeco al entrar a la cancha que expresaba el agradecimiento y reconocimiento de la gente por lo que había hecho como jugador.
Desde el minuto 0 su River es el River que amamos, nos contagió, convenció y enamoró. En esos primeros pasos logró una Copa Sudamericana. que si bien no tiene tanto prestigio se encuentra entre los logros más emblemáticos de la historia del club por dos motivos: habían pasado 17 años que River no ganaba un título internacional y en semifinales dejamos atrás a nuestro clásico rival mostrando una actitud copera con alta personalidad. Su abrazo con Pisculichi y el penal atajado de Barovero a Gigliotti vivirán en nuestros recuerdos por siempre.
Para nosotros era difícil que suceda, pero tan conformes estábamos con Gallardo como DT que creíamos que una nueva Copa Libertadores era posible luego de casi dos décadas y así fue: el ídolo no nos defraudó. Tras un comienzo turbulento donde estuvimos cerca de quedarnos afuera dependiendo de los resultados de terceros clasificamos a octavos, y ahí tuvimos que pagar la multa jugando contra el mejor de los primeros: Boca. En el partido de ida Gallardo decidió jugar de forma áspera imponiéndose por la mínima con un gol de penal, y en la vuelta solo se jugó el primer tiempo ya que el partido fue suspendido por aquel episodio del gas pimienta que mejor no recordar.
River avanzó a cuartos de final y allí logró una victoria que quedará para la historia. En Belo Horizonte, ante Cruzeiro, estando un gol abajo por el resultado del partido de ida, nos impusimos por 3 goles. Luego de dejar en semis a Guaraní volvimos a jugar una final de Copa Libertadores, la primera que yo viví conscientemente como hincha de River.
Haciendo historia grande
En el partido de ida se sacó un empate en 0. A pesar de ser un buen resultado al Muñeco lo expulsaron por protestar, motivo por el cual en el partido de vuelta el entrenador fue Matías Biscay, su gran ayudante de campo que también tiene un papel clave en todo lo conseguido. River ganó por 3-0 de forma justa, el Monumental fue una fiesta, no paraba de llover, la gente estaba emocionadísima por obtener la Copa Libertadores tras tantos años fallidos.
Tener a un entrenador como Marcelo era un orgullo, un motivo más de felicidad. Así fue como se conformó la era Gallardo en River, una idea a prueba de títulos: Recopa 2015, Suruga Bank 2015, Copa Argentina 2016 (final no apta para cardíacos ganada a Rosario Central por 4-3), Recopa 2016 y Copa Argentina 2017.
Aún así durante fines del 2017 y principios del 2018 el equipo estaba sin rumbo y se asomaba una final contra Boca Juniors por la Supercopa Argentina. Cuando todos los daban como ganadores a los xeneizes y con mucha gente anticipando el final del ciclo Gallardo volvimos a marcar autoridad y ganamos una final impensada por 2-0.
Luego del Mundial el equipo ya era otro en el sentido que había recuperado la seguridad en el juego y los hinchas volvíamos a apreciar de esa forma de atacar tan vertical con pressing adelante y los delanteros comiéndose a los defensores rivales. Así fue como ganamos la Copa Libertadores, que es a su vez la Copa más sagrada y emblemática de nuestra historia.
En octavos y cuartos superamos con contundencia a Racing e Independiente; en semis repetimos la historia del Cruzeiro 3 años atrás ante Gremio, ya que el partido de ida lo perdimos por la mínima, el de la ida lo ganamos agónicamente con un gol del Pity Martínez.
La Final (así, en mayúsculas) era nuevamente contra nuestro clásico rival y otra vez no estuvo en el banco nuestro líder. Hasta inhibidores de señal hubo en el vestuario de River para que nadie se pudiera comunicar con la gran mente detrás de todo el proyecto. El partido lo empatamos por 2 y lamentablemente no pudimos jugar la final en nuestra casa, perdimos la localía.
Fue un sacrificio necesario porque ese día fue el más hermoso para el hincha de River: de la mano del Muñeco, de la zurda de Juanfer, del cerebro de Nacho Fernández y de la corrida del Pity le ganamos la Final Histórica a nuestro máximo rival, un hito sagrado, único e irrepetible para el fútbol.
Quedar en el recuerdo
Un año después, aunque parezca mentira, con el escudo de campeón volvimos a dejar afuera de la Copa a Boca en instancia de semis, pero lamentablemente la final se la quedó Flamengo. De lo que no nos vamos a olvidar jamás es con la superioridad que jugamos, pero también con la humildad con la cual aceptamos la derrota y ahí es donde se ve la grandeza deportiva en una figura como Marcelo Gallardo.
Hay más historias inolvidables de este ciclo glorioso. Solo por mencionar algunas, hubo una vez que ante la peor ola de Covid 19 River tenía a todo su plantel diezmado por múltiples contagios. Solamente tenía 11 jugadores disponibles con Enzo Pérez (entre los 3 jugadores más emblemáticos de la era Gallardo) obligado a ir al arco. El equipo dio una muestra increíble de solidaridad y compañerismo y ganó el partido por 2-1 contra Independiente de Santa Fe.
En los cuartos de final de la Copa Libertadores 2017 terminó 3 goles abajo en el partido de ida, pero en el de la vuelta lo ganó 8-0. En su primer Superclásico como DT puso al defensor Germán Pezzella de delantero para que el mismo consiga el empate. Y así muchas otras anécdotas inolvidables.
Marcelo Daniel, estuviste desde que yo nací hasta mis 6 años, es decir, mis primeros recuerdos de amor con River los tengo con vos rompiéndola toda siendo también jugador de Selección. Luego te volví a ver a mis 10 años hasta mis 13, así que podría decir tranquilamente que estás entre uno de mis héroes de la infancia porque además de ser un genio como entrenador fuiste un gran jugador. También me acompañaste durante una parte de mi adolescencia (16 y 17) donde dabas la cara por un equipo en crisis, hasta de eso te hiciste cargo mientras aquellos dirigentes que mejor no recordar se escondían. Luego, a mis 21 años recién cumplidos donde ni siquiera estaba confirmado en mi trabajo volviste para llevarnos a lo más alto de todo. Hoy en día tengo 29, y cuando miro el tiempo hacia atrás me doy cuenta que Gallardo significa tanto para mí como para toda mi generación riverplatense una parte importante de nuestra vida. Con mucho orgullo podemos decir que los días más felices fueron, son y serán gallardistas.