Los nuevos potreros

Con los potreros en extinción, otros espacios han tomado su lugar tanto en lo deportivo como en lo social.

Por Pedro Pérez Naveira (@pedro_naveira)

Cada día que pasa es más difícil encontrar potreros en Argentina, ese lugar en el que los niños,
niñas y adolescentes podían disfrutar del deporte y divertirse sin importar el contexto. Hoy en
día ese lugar tuvo que ser ocupado por distintos clubes sociales y por el Estado a través de,
por ejemplo, los campos municipales o clubes barriales. Estos se tornaron en los nuevos
espacios que antes eran los potreros, los lugares para hacer amigos y conocerse a uno mismo a
través del juego y el deporte.

Varios empleados de estos campos creen que el rol que cumplen los municipios es cada vez
más importante para poder sacar a niños y niñas de la calle, ya no solo con fútbol, también
tenis, hockey o incluso natación. Es verdad que hay lugares como el Cenard que apoyan a los
distintos atletas, pero antes de llegar a eso los y las jóvenes buscan espacios de recreación
que simplemente les den afectos que no pueden encontrar en otros lados, lugares que los
cuiden y apoyen.

Esos espacios sirven para aprender valores, trabajo en equipo, solidaridad y la posibilidad de
una vida sana. Aunque el deporte en el siglo pasado era visto para mejorar el cuerpo y la
mentalidad, ahora el juego es necesario para acompañar a quienes buscan algo más, es para
aquellos que buscan la felicidad en los contextos actuales del país en el que hay que luchar día
a día por la comida y los sentimientos de los chicos parecen quedar de lado.

El deporte es el parche para tapar distintas injusticias de la actualidad, jóvenes que viven en la
calle o que no tienen la atención que necesitan porque sus padres y madres trabajan a destajo
para llegar a una vida al menos digna. Los valores del deporte sirven como valores para la vida,
pero no es suficiente, para ello se lo debe acompañar con una enseñanza de calidad que de
herramientas y oportunidades diversas para un mejor futuro.

Es verdad que funciona para transmitir valores y movilizar a los individuos, pero no se puede
olvidar su ámbito más interno, su valor intrínseco: se debe poner en primer plano el aspecto
lúdico-creativo que siempre acompaña al deporte, ya que es éste es el que permitirá el
desarrollo pleno de los niños. Mediante el juego, se encuentran con modos de interpretar
situaciones, imaginar posibles variaciones y ensayar soluciones, muy similares a las que
encontrarán en el resto de esferas de la vida.

Por ello, es necesario un rol más activo del Estado (sobre todo en la actualidad que vivimos en
donde la plata y la felicidad escasean) y los clubes barriales o asociaciones. Las distintas esferas
de la sociedad deben contribuir para ayudar a los jóvenes, acompañarlos y educarlos, sacarlos
de las calles y darles objetivos, metas. Que puedan ver al otro como un amigo, un compañero,
alguien que va a estar ahí para ayudar. Eso genera una sensación de confianza y de afecto en
los niños, algo que muchas veces se deja de lado.

Esto no es acerca de generar deportistas olímpicos ni atletas de élite, si luego se dan las
condiciones y pueden tener un futuro ligado al deporte, eso es óptimo, pero el principio
fundamental de revivir el espíritu de los potreros es devolverle al felicidad a los niños y niñas.
Darles un espacio que sea de ellos, de seguridad, de afecto, que sepan que no están solos. Esto
será beneficioso en su desarrollo, en la adolescencia y en la adultez, dándoles nuevos enfoques
y algo más allá de lo que es la simple actividad física.

Jugar por el placer de jugar. Lo más lindo del deporte. Foto: Twitter (@TorresErwerle)

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