Del Potro: La despedida del elegido

Por Coni Vanzini (@covanzini) 

Quien hubiera imaginado una noche así. Las vueltas de la vida. Con Juan Martin Del Potro en el court central del Buenos Aires Lawn Tennis Club, a sus 33 años, para jugar lo que él anticipó como «una despedida más que una vuelta». La batalla final. 

Delpo entra a La Catedral y saluda a la multitud, que le entrega una ola de aplausos, cariño y brazos en alto, y lo envuelve en el abrazo colectivo que él vino a buscar. «Qué placer verte otra vez», expresa el sentimiento popular, tal como las remeras en las tribunas. 

Son miles los fanáticos que agotaron los tickets para ver el regreso del último ídolo. Una entrada invaluable para volver a ver esa derecha sólo comparable con el martillo de Thor. Salvo que, aunque a veces no parecía, Delpo no es un superhéroe invencible. Su rodilla fue su kriptonita y ayer se decidió a ponerle fin al sufrimiento. “Deseo dormir sin dolor en la pierna. Y es lo que voy a intentar a partir de mañana. Tengo la vida por delante y quiero vivirla en paz”. 

La única vez que el tandilense había jugado en La Catedral fue en 2006, con sólo 17 años, cuando aún era un pibito con aspiraciones y un futuro por delante. Aquel Juan Martín de vincha y pelo largo soñaba en grande. Entre aquel día y ayer, hubo una montaña rusa de emociones, títulos, victorias inolvidables y también, lesiones. 

Del Potro durante toda su carrera tuvo que convivir con dolores y tratamientos diarios para seguir compitiendo. Algo habitual para deportistas de alto rendimiento, pero que en él no cesó ni un día. 

En 2015 casi se retira. «Algo en lo profundo de mi corazón me decía que lo intente una vez más», recordaba. Lo hizo. Se operó y regresó al año siguiente para una etapa gloriosa que lo consagró como uno de los tenistas argentinos más importantes de la historia: medalla olímpica en un Río 2016 de cuentos, otra final en el US Open, top 3 del ranking y la histórica Copa Davis. 

Sin dudas que la carrera de Delpo tuvo giros impensados, muchos más que los que hasta el más pesimista hubiera anticipado cuando la Torre de Tandil era la joven promesa del tenis nacional. En total, casi 2000 días inactivo y 8 operaciones en ambas muñecas y en su rodilla derecha. Y sin embargo, a pesar de esta película con tanto drama, Juan Martín fue, es y será un elegido. 

Según la mirada que se elija para leer su historia, se puede creer que la mala suerte se cruzó en el camino del héroe demasiadas veces. Es imposible saber qué más hubiera podido lograr sin las lesiones. El lado más optimista marca que un jugador con su talento, ganador de Grand Slam y campeón de la ya no tan maldita Copa Davis esquiva hasta para el gran Guillermo Vilas, sólo puede ser considerado un privilegiado de este juego. 

No importa cuantos obstáculos se le presentaron, él fue y venció. Si la vida le dio más de un revés, él lo devolvió con más de un tiro ganador. En cada uno de sus regresos, lo hizo de manera brillante. Y eso sólo pueden lograrlo pocos. Los elegidos, como él. 

«Cumplí mis sueños. Di todo. Si lo de hoy fue la última vez, me voy feliz», dice un Juan Martín ya aliviado post match ante a su amigo Federico Delbonis. Sus lágrimas antes de sacar por, posiblemente, última vez, revelan que es la despedida. Cuelga su clásica vincha en la red, la misma que lo acompañó desde sus inicios, y le dice adiós al tenis. 

Su travesía de perseverancia y voluntad generó devoción en fanáticos en todo el mundo. Los gigantes del Big 3 y muchos más se rindieron ante su magia. Desde ahora, ya no luchará dentro de la cancha, sino afuera. Intentará vivir sin padecer. Otro partido comienza para Del Potro quien confía en sus poderes para resurgir y creer que del mismo dolor, vendrá un nuevo amanecer.


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