Por Emiliano Rossenblum (@emirossen)
El chico se alejaba de la cancha, cansado pero satisfecho. Hasta el mediodía trabajó en la fábrica y solo unos minutos antes había terminado el partido de la Reserva, en el que había redondeado una actuación extraordinaria. Ya era costumbre; desde su infancia viene escuchando los elogios de cuanta persona lo ve jugar. Pero esa tarde iba a ser diferente. Su máximo ídolo, Manuel Seoane, lo ve pasar de lejos. Grita: “Pibe, ¿No te querés quedar un rato más? Se lesionó uno de los nuestros”. El chico mira sin dar crédito a lo que escucha. Asiente sin dudarlo, temiendo que lo que parece un sueño se esfume en cualquier instante. Desde ese día en el lejano 1931, nunca más volvió a la Reserva. El pibe se llamaba Antonio Sastre, y hoy se cumplen 33 años de su muerte.
“El Cuila”, como lo apodaron desde su infancia, nació el 27 de abril de 1911 en Lomas de Zamora. Mientras él daba exhibiciones en el Club Progresista de Avellaneda pasó el tiempo, y la oportunidad de llegar al éxito en el fútbol parecía cada vez más lejana. Tuvo suerte, ya que encontró un sustento económico: empezó a trabajar en una fábrica de jabón. Para ese momento ya admiraba al poderoso equipo de Independiente, y justamente fue un dirigente de esta institución quien le dio la oportunidad de probarse en el club. Nacía el mito de un jugador que marcó época.
Desde el principio asombró a compañeros, técnicos e hinchas, por lo que el club no tardó en comprarlo. Al poco tiempo, Alberto Lalín (uno de los delanteros titulares) se vio afectado por una serie de lesiones que no le dejaron tener continuidad. Justamente en un partido en el que se lesiona ocurre la escena narrada al comienzo de la nota, con Seoane -emblema del club y entreala izquierdo titular- pidiéndole a Sastre que reemplace a Lalín. “El Cuila” le sacó el puesto para no soltarlo por 12 años. Se estima que solo cuando se consolidó pudo renunciar a su trabajo, ya que los sueldos no eran tan generosos como en la actualidad.
Nada más lejano de la realidad. Consiguieron dos subcampeonatos seguidos de la mano de Fernando Bello, Arsenio Erico y Sastre, que tuvo su temporada “de explosión” con 22 goles en los 35 partidos que jugó durante 1934 y al año siguiente fue titular en la Selección durante el Sudamericano -actual Copa América-. Además, empezó a mostrarse como gran alternativa por la banda izquierda José Zorrilla, de gran protagonismo en los años posteriores. Nuevamente hubo un fuerte bajón en 1936, pero tras él se recuperaron a lo grande. Otro segundo lugar en el que marcaron la friolera de 106 goles, 47 de ellos convertidos por Erico, le devolvieron la esperanza a la hinchada roja. En el proceso, Sastre logra su primer título con la Selección (el Sudamericano 1937) y “Capote” De La Mata se gana un lugar en el once inicial, lo cual obligó al nacido en Lomas de Zamora a ubicarse como entreala izquierdo.
Tuvieron que pasar siete años hasta que por fin Independiente pudiera celebrar su primer campeonato de la era profesional. Con el mítico Guillermo Ronzoni como DT, fue una campaña a lo grande: alcanzaron la marca de 115 goles, la mayor cantidad hecha por un club campeón en un mismo torneo profesional -récord que todavía sigue vigente-, pero Sastre empezó a perder su lugar. Moisés Reuben parecía perfilarse como su sucesor, mientras “El Cuila” era utilizado como reemplazo eventual en cualquier sector de la cancha.
Eso se revirtió de cara a la temporada 1939. La llegada de Juan José Maril como extremo derecho potenció al equipo, Reuben perdió su lugar como entreala izquierdo y así se armó una de las mejores líneas delanteras de la historia del fútbol argentino: Maril, De La Mata, Erico, Sastre y Zorrilla. Con estos jugadores a un nivel extraordinario (en este torneo marcaron 95 goles entre los cinco) no solo lograron repetir primer puesto, sino que mejoraron su juego de forma exponencial. Sastre llegó a su plenitud futbolística, y sus compañeros se vieron muy beneficiados de ello.
La base del bicampeonato se mantuvo en los años siguientes, pero nunca volvieron a ser lo mismo. Otro segundo lugar fue el broche final para uno de los mejores equipos de la época. Sin embargo, mientras numerosos problemas dirigenciales impactaban directamente en los resultados deportivos, “El Cuila” seguía haciendo de las suyas. Ganó su segundo Sudamericano en 1941 y un año después mantuvieron a flote junto a De La Mata a un equipo golpeado por la baja de Erico.
De cara al año ‘43 recibió una oferta irresistible del São Paulo, que buscaba reconquistar el Campeonato Paulista tras 12 años de sequía. Esta vez, el equipo ya estaba armado. Habían logrado un gran nivel el año anterior, y él fue quien les dio el salto de calidad necesario para llegar al tan ansiado título. Fue una campaña a pedir de boca, campeonando jugando un fútbol vistoso, con el gran Leônidas Da Silva a un nivel espectacular y Sastre desplegando toda su habilidad. Pero todavía faltaba lo mejor.
Al año siguiente no pudieron retener el título, aunque el subcampeonato fue muy celebrado por un hecho increíble aún para la época: el 9-1 que le propiciaron a su clásico rival Santos. Además, siguieron mostrando ese fútbol de alto vuelo que invitaba a pensar en un futuro feliz para el “Tricolor”. En efecto, la temporada posterior traería un nuevo Campeonato Paulista, pero esta vez con un Sastre increíblemente descomunal. Sin lugar a dudas, fue su mejor campaña en el club a pesar de tener 34 años. Maravilló eternamente a todo el país, que no daba crédito ante la calidad y vistosidad de sus actuaciones.
Todavía quedó tiempo para un Paulistão más en 1946, en el que el equipo alcanza un nivel absolutamente superlativo incluso en relación a los años anteriores. Pero el físico empezó a pasar factura, y “El Cuila” tuvo que resignarse a perder protagonismo. Sin embargo, eso no le impidió ser recordado como parte de la gloriosa delantera de ese año: Luizinho, Sastre, Leônidas, Remo y Teixeirinha. A final de año, anunciaba su retiro del fútbol con todo Brasil a sus pies. La huella que dejaba era imborrable.
No le duró mucho la inactividad. A los pocos meses, lo convencieron de volver para ayudar a Gimnasia a volver a Primera. Aceptó, jugó casi todos los partidos, se dio el gusto de meter sus últimos goles y ascendieron como campeones de Segunda División. Una vez concretado el objetivo, anunció su retiro por segunda vez. En esta ocasión, ya no lo revocó más.
Durante los años posteriores se alejó de la vida pública, con una excepción: en 1980, la Fundación Konex le entregó un Diploma al Mérito, honor reservado para los mejores deportistas argentinos de la historia. El 23 de noviembre de 1987 apareció en los diarios por última vez. A sus 76 años fallecía Antonio Sastre, dejando un legado inolvidable a base de toque y gambeta, sacrificio y amor a este deporte.
Muy buena nota. Hubiera destacado más su aporte para la obtención del Sudanericano de 1937,jugando como half derecho a pedido del técnico Seoane. La rompió en ese puesto también. Saludos.
Hola Esteban! Qué alegría que te haya gustado, significa mucho viniendo de alguien con tu trayectoria. Sobre el Sudamericano, he leído sobre su gran participación aún estando fuera de puesto, pero quería resaltar más su carrera a nivel clubes. De todas formas, el aporte es más que bienvenido. Saludos!
PD: Lamento haber tardado tanto en responder, pero entre la muerte del Diego y que tardé en ver el comentario se me pasó completamente.