Por Santiago Weigandt (@Santulo_Usa75)
Una de las historias más emocionantes del fútbol alemán la escribió el Hannover 96 en la temporada 1991-92. Un club que no se caracteriza por su grandeza alcanzó la gloria al adjudicarse la DFB Pokal y convertirse en el primer equipo de Segunda en levantar el trofeo. Y como si fuera poco, de los 12 finalistas de categorías inferiores, fue el único en romper el maleficio. Aquel 23 de mayo de 1992, siempre quedará en su retina, sus hinchas recuerdan a esa década con una sonrisa dibujada de oreja a oreja, orgullo y mucha nostalgia. Hoy, a dos meses de cumplirse 30 años, nos metemos en la máquina del tiempo y reviviremos esta icónica gesta.
Aterrizamos en la recta final del Siglo XX. En ese entonces, el presente de la institución sajona, en cuanto a sus objetivos, no difería demasiado al de la actualidad: volver a la Bundesliga, aunque lejos de los puestos de ascenso. Sin embargo, una situación delicada desde el apartado económico no garantizaba la confección de una plantilla competitiva, de cara a regresar al máximo circuito. Con la reunificación de Alemania, la Copa volvió a su tónica de “nacional” y Los Rojos se presentaron sin demasiadas y, quién sabe, con qué expectativas.
La aventura comenzaba en Berlín en su visita al NSC Marathon 1902, que militaba en las divisiones regionales. Sin despeinarse ni sufrir, el equipo de Michael Lorkowski mostró sus credenciales de favorito y lo goleó por 0-7 con un triplete de Martin Groth. El entrenador había apostado por un 3-5-2, le resultó exitoso y decidió mantener ese dispositivo táctico en los partidos venideros.
Por eso repitió el mismo esquema en la siguiente ronda. Nuevamente tocaba salir de casa, en esa oportunidad viajó a la Cuenca del Ruhr para medirse al VfL Bochum, un conjunto asentado en la élite y, al mismo tiempo, urgido en la lucha por evitar el descenso. Si bien no dejaba de ser un Primera, en la previa se pronosticaba un duelo de fuerzas equiparadas por las realidades de ambos, la suerte podía recaer en cualquier lado. En un encuentro muy entretenido, una lluvia de goles azotó la primera mitad en el Ruhrstadion. Fueron unos 45 minutos vibrantes, donde el Hannover 96 se lució, se repuso del primer tanto del local y certificó el 2-3 final.
Había que esperar hasta la tercera ronda (dieciseisavos) para que los aficionados 96ers disfrutaran un duelo ante un gran equipo. El invitado de lujo era nada menos que el Borussia Dortmund de la leyenda Michael Zorc. En los años 1990 comenzaba a emerger como un aspirante al título de Bundesliga. Qué mejor que jugar en su campo, a sabiendas de que el club de Segunda no partía como favorito.
Durante la primera mitad, los Negriamarillos impusieron su dominio y se fueron al descanso 2-0 arriba por obra de Bodo Schmidt y Stéphane Chapusitat. Todo indicaba que la aventura del conjunto rojo quedaba en vano y se encaminaba a una goleada catastrófica. Pero Lorkowski movió fichas, metió a Mathias Kumley y André Britenreiter y la balanza se inclinó favorablemente. A los 26 minutos del complemento, Patrick Grün descontó y le dio esperanzas a los suyos, tiempo después el propio Breitenreiter convirtió el 2-2. Y, cuando parecía que se iban a la prórroga, Jorg-Uwe Klutz marcó el camino de una remontada histórica, impensada para muchos. Sin dudas, un batacazo que significaría un punto de inflexión con vistas a las instancias más decisivas.
Llegaban los octavos y en su estreno copero en el Niedersachsenstadion se enfrentaba al Bayer Uerdingen (hoy KFC Uerdingen), de la 2.Bundesliga. Aquí había que validar el triunfazo en Dortmund y el envión anímica debía decir presente. Muchas veces hemos visto como equipos “chicos” patearon el tablero ante uno de Primera, pero eran bajados a su nivel a la hora de medirse ante conjuntos de menor calidad o más bien de la misma categoría. No obstante, el cuadro local no se puso nervioso, sacó chapa y ganó por la mínima. En cuartos venció al Karlsruher de Oliver Kahn por el mismo resultado. El sueño de levantar la copa estaba cada vez más cerca.
Ya en las semifinales, el desafío se tornaba complicado. Era momento de recibir a un nuevo rival de peso: el Werder Bremen, otro equipo dominante en la década y que contaba con el plus de ser el campeón defensor de la DFB Pokal. En los papeles estaba claro quién era el candidato, pero las cosas volvieron a equilibrarse en el campo de juego. Los dirigidos por Lorkowski resistieron y forzaron el alargue. A los 5 del primer tiempo extra, Michael Koch abrió la cuenta para su equipo.
Sin embargo, el conjunto del norte alemán empató rápidamente y se definió todo en la tanda de penales. La figura tuvo nombre y apellido, ese es Jörg Sievers. El arquero del “96” no sólo atajó dos penales, sino también se animó a patear uno y encima convirtió el decisivo para alcanzar la gran final de Berlín. “Cuesta imaginar hoy que el técnico saldría corriendo al césped en plena tanda de penaltis. Pensé para mis adentros: él quiere que sostenga uno, yo mismo lo sé. Se paró allí y me preguntó: ¿Quieres disparar? Dije: Ok, lo haré. Entonces pones la pelota en su lugar, miras hacia arriba y te asustas: la meta es tan pequeña como todos dicen”, contó Sievers.
Ante la presencia de 76000 espectadores y con las entradas agotadas, el Olympiastadion albergó una cita inolvidable. Hannover 96 se veía las caras con el Borussia Mönchengladbach, conocido como Los Potros que supieron discutirle la Bundesliga al Bayern Múnich en los años 1970. Era la hora de la verdad. El desarrollo del encuentro fue muy parejo, ambos dispusieron de grandes ocasiones, pero no han sido capaces de romper el cero en los 90 minutos reglamentarios. Durante el suplementario, la tendencia se mantuvo, el marcador no se movió y una nueva definición desde los 12 pasos separaba las ilusiones de un título. Sievers se vistió otra vez de héroe con dos penales atajados y Michael Schönjberg anotó el 4-3 que significó la obtención de la primera Pokal de su historia. Los Rojos tocaron el cielo con sus manos en una época muy difícil. Lejos del ascenso a la Bundesliga y un premio que les sirvió para sanear su economía y, a su vez, convertirse en el primer equipo de una categoría inferior alemana en clasificar a la Copa de la UEFA. David triunfaba sobre Goliat.
Los rostros de felicidad se reflejaban en un trofeo brillante, los jugadores y el técnico lo levantaron por turnos. Los hinchas flameaban sus banderas negras, blancas y verdes con mucha algarabía, casi ni sabían explicar las sensaciones de conseguir semejante éxito. Por fin, la ciudad de Baja Sajonia tenía un equipo del que podían estar identificados. Un título que incrementa su valor al haber derrotado a clubes grandes como Borussia Dortmund, Werder Bremen y el Gladbach.
«Cuando ves lo que está pasando en una final de copa estos días, te hace pensar. Ni siquiera tenemos una foto decente de ese día. Pero tal vez eso también se debió a los sentimientos desbordados en la hora del gran éxito, en la que había que saborear cada momento. ¿Cuándo volvería a pasar algo así?”, aseguró Kaster Surmann, el capitán del equipo.
Volvemos al presente. La edición 2021/22 de la DFB Pokal celebrará los cuartos de final y cuenta con cuatro participantes de la Bundesliga y el resto de 2.Bundesliga. Entre ellos está el Hannover 96, el único que puede presumir de ser campeón de copa estando en Segunda División. Su rival será el RB Leipzig y si bien la eliminatoria parece dispareja, un posible batacazo acercaría la gesta vivida hace 30 años. Un gran aliciente es que no están los clubes del Top3 del máximo nivel. Hay motivos para ilusionarse.