Su llegada, ocurrida en 2011, ya estuvo cubierta de sospechas nunca confirmadas. Los rumores (siempre desmentidos por sus protagonistas) hablaban de que los anteriores propietarios vendieron el club por una cifra ínfima a Presa para que actuara como su testaferro. Para peor, al momento de venderse el club tenía una deuda de 40 millones de euros.
Y si el comienzo ya parecía poco auspicioso, la realidad demostró que podía ser todavía peor. Por una parte es cierto que evitaron la quiebra, pero por la otra se empezaron a ver ciertos actos que serían el preludio de la tormenta. Los presupuestos contenían errores groseros para poder ser aprobados, los balances daban cifras imposibles y eran devueltos al club para ser corregidos. En 2016 la farsa llegó a niveles grotescos: el presupuesto anual que debía ser aprobado por la Junta General de Accionistas contenía un “error involuntario” de 6 millones de euros en un resultado. Los mismos accionistas denunciaron dichas irregularidades ese año.
Aún así, por si a alguno le quedaban dudas, terminó de comprobarse la evidente incompetencia de la Junta Directiva al establecer una especie de filial en Oklahoma para jugar en la NASL, segunda liga en importancia dentro del fútbol estadounidense detrás de la MLS. Previsiblemente, poco antes de terminar la temporada Presa les pidió a todos rebajar su sueldo casi a la mitad y reducir los gastos extrasalariales al mínimo indispensable. Los jugadores fueron despedidos en masa a los pocos meses, las pérdidas fueron gigantes y la filial dejó de funcionar a un año de su fundación. Combo completo.
Esa visión de expandirse sin cimientos sólidos se notó también en el descuido hacia las inferiores, no solo en lo relativo a la infraestructura (cada día peor) sino en cosas tan básicas como poner un médico permanente para cada división. Al mismo tiempo, se fueron haciendo más frecuentes los roces con la hinchada por cuestiones tan básicas como el maltrato y los constantes aumentos en las cuotas.
Con todo, las críticas tenían cierta mesura hasta que ocurrió el primer quiebre, lo que terminó de demostrar algo que ya era evidente: Presa no era únicamente un mal gestor sino también alguien al que no le importaba en absoluto la tradición del club. Su insistencia en contratar a Roman Zozulya, quien apoyaba abiertamente a partidos ultranacionalistas ucranianos (y que se habría relacionado con organizaciones paramilitares fascistas, aunque eso último lo desmintió tiempo después) enojó tanto a los hinchas que a pesar de que la operación se hizo, retornó casi inmediatamente a su club antes de debutar.
El presidente lo sintió como una derrota, y quedó todavía más claro en 2019 cuando el mismo jugador fue recibido en Vallecas al grito de “Zozulya nazi”. El árbitro suspendió el partido, la noticia recorrió el mundo y Presa no tuvo mejor idea que salir a apoyarlo, decir que lamentaba el hecho y que el club no debería pagar por unos pocos irresponsables. “Los Bukaneros”, el colectivo de hinchas más reconocido y radical del club, nunca se lo perdonaría.
Eso nos lleva al segundo hecho destacable. Dos años después Presa nuevamente le restó importancia a la identidad del club cuando invitó a referentes de Vox, agrupación de ultraderecha de España, a presenciar un partido junto a él en su palco. Los hinchas lo repudiaron categóricamente y convocaron a “desinfectar el club de fascismo”.
A pesar de este tipo de cosas, en lo estrictamente futbolístico el Rayo podría haberla pasado mucho peor. La primera temporada que concluyó con la gestión actual al frente ascendieron a La Liga, donde se mantuvieron 5 años hasta que volvieron a segunda división. Desde entonces solo dos temporadas disfrutaron en primera: la 2018/19, donde quedaron últimos, y la actual, en la que con Andoni Iraola al mando está cambiando para bien el panorama a los rayistas.
No pasa así, en cambio, con el equipo femenino. Al momento de escribirse esta nota está último, pero eso es lo de menos si se tienen en cuenta los problemas fuera de la cancha. Reciben peor trato aún que los jugadores de inferiores, entrenan en condiciones deplorables, sus contratos no son respetados, el club les debe salarios completos y solo contratan un médico exclusivamente para los partidos que juegan de local bajo la vergonzosa excusa de que si pusieran un médico para cada equipo del club desabastecerían el sistema de salud pública, según los dichos de Presa. Tanta es la precariedad que algunas jugadoras ni siquiera tienen un contrato formal, ante la pasividad e indiferencia de la Junta Directiva. Una vergüenza que deshonra la historia del club.
Al igual que en el masculino, nada de eso es nuevo. La desfinanciación más de una vez hizo que rozaran la desaparición siendo que ganaron varios títulos en los años anteriores a la gestión actual, y en 2020 se hizo viral algo que ya venía siendo sistemático: después de un partido, le dieron a las jugadoras una cena casi irrisoria en cantidad. El presidente se defendió diciendo que “estaba aprobado por un nutricionista” y desmintió que hubiera algún problema con el equipo.
Entre agosto y noviembre de 2021 las futbolistas se plantaron y denunciaron las pobres condiciones a las que estaban sometidas, ante lo cual el club insistió en que todo estaba en regla. Y así es como llegamos al último hecho, más grave que los anteriores por poner en peligro la integridad del plantel femenino. Carlos Santiso fue despedido de su anterior trabajo cuando se filtraron audios donde incitaba a violar una mujer para “forjar el carácter” de su cuerpo técnico.
Con una situación delicada dentro y fuera de las canchas, Presa creyó conveniente traerlo en una contratación más que polémica y les prohibió a las jugadoras comparecer ante la prensa. Un comunicado a través de la Asociación de Futbolistas Españoles fue la única oportunidad donde se pudieron expresar sobre el tema, aunque sin exigir su renuncia.
En cambio el preparador físico del Rayo Femenino B, Jorge Blanco, sí renunció por negarse a compartir espacio con el flamante entrenador del equipo principal. Mientras tanto Santiso pidió disculpas de forma pública y privada, razón que Presa consideró suficiente para mantenerlo en el cargo (según él, con el aval de las jugadoras). Sus acciones fueron ampliamente criticadas, pero hizo caso omiso y resolvió que la solución era prohibir cualquier referencia a “Los Bukaneros” en el estadio. La semana pasada, la tribuna que suelen ocupar quedó vacía a modo de protesta.
Al final todo esto inevitablemente invita a valorar que, con errores y aciertos, los socios de cada club de Argentina tengan la posibilidad de sacar de su cargo a quienes le falten el respeto a la institución como hoy lo hace Presa en el Rayo -entre muchísimos otros casos-. El sufrimiento al que están sometidos los hinchas no parece tener un fin cercano pese a las protestas. Aún así, desde su lugar, seguirán luchando y protestando. Porque ahí está la esencia del hincha. La esencia de Vallecas.